Texto del Papa en el ángelus del domingo 18 de junio de 2017
El Santo Padre indica que “nutrirnos de Jesús Eucaristía significa además abandonarnos con confianza en Él”.
Ciudad del Vaticano, 18 junio 2017.
El nombre de Dios es Misericordia
Francisco
En Él solo la esperanza
Jorge M. Bergoglio
Francisco, nuevo Papa
Javier Fernández Malumbres
Mente abierta corazón creyente
Jorge M. Bergoglio

«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

        En Italia y en muchos países se celebran este domingo la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo: con frecuencia se utiliza el nombre en latín, Corpus Domini o Corpus Christi. Cada domingo la comunidad eclesial se reúne alrededor de la Eucaristía, sacramento instituido por Jesús en la Última cena. Así cada año tenemos la alegría de celebrar la fiesta dedicada a este misterio central de la fe, para expresar en plenitud nuestra adoración a Cristo que se dona como alimento y bebida de salvación.

        El pasaje del Evangelio de hoy, tomado de San Juan, es una parte del discurso sobre el “Pan de vida” (cf. 6,51-58). Jesús afirma: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. […] El pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo”(v. 51). Él quiere decir que el Padre lo envió al mundo como alimento de vida eterna y que para ello Él se sacrificará a sí mismo, su carne.

        De hecho, Jesús, en la cruz, ha donado su cuerpo y ha derramado su sangre. El Hijo del hombre crucificado es el verdadero Cordero pascual, que hace salir de la esclavitud del pecado y sostiene en el camino hacia la tierra prometida. La Eucaristía es el sacramento de su carne dada para hacer vivir el mundo; quien se nutre de este alimento permanece en Jesús y vive por Él. Asimilar a Jesús significa estar en él, volviéndose hijos en el Hijo.

        En la Eucaristía, Jesús, como lo hizo con los discípulos de Emaús, se pone a nuestro lado, peregrinos en la historia, para alimentar en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; para confortarnos en las pruebas; para sostenernos en el compromiso por la justicia y la paz.

        Esta presencia solidaria del Hijo de Dios está en todas partes: en las ciudades y en el campo, en el Norte y Sur del mundo, en países de tradición cristiana y en los de primera evangelización.

        Y en la Eucaristía Él se ofrece a sí mismo como fuerza espiritual para ayudarnos a poner en práctica su mandamiento: amarnos los unos a otros como Él nos ha amado, mediante la construcción de comunidades acogedoras y abiertas a las necesidades de todos, especialmente de las personas más frágiles, pobres y necesitadas.

        Nutrirnos de Jesús Eucaristía significa además abandonarnos con confianza en Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de recibir a Jesús en el lugar del propio ‘yo’. De este modo el amor gratuito recibido de Jesús en la comunión eucarística, con la obra del Espíritu Santo, alimenta el amor por Dios y por los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de cada día. Nutridos por el Cuerpo de Cristo, nos volvemos cada vez más y concretamente, Cuerpo Místico de Cristo.

        Nos lo recuerda el Apóstol Pablo: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan».(1 Cor 10,16-17).

        La Virgen María, que siempre ha estado unida a Jesús Pan de Vida, nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, a nutrirnos de ella con fe, para vivir en comunión con Dios y con hermanos».

El Sucesor de Pedro reza el ángelus y después dirige las siguientes palabras:

        «Queridos hermanos y hermanas:

        Pasado mañana se celebra la Jornada Mundial del Refugiado promovida por Naciones Unidas. El tema de este año es “Con los refugiados. Hoy más que nunca debemos estar del lado de los refugiados”.

        El foco concreto de esta Jornada se centrará en las mujeres, hombres y niños que huyen de conflictos, violencia y persecución. Recordamos también con la oración a todos aquellos que han perdido la vida en el mar o en los agotadores viajes por tierra.

        Sus historias de dolor y esperanza pueden convertirse en oportunidades de encuentro fraterno y de auténtico conocimiento recíproco. De hecho, el encuentro personal con los refugiados disipa los temores y las ideologías distorsionadas, convirtiéndose en factor de crecimiento en humanidad, capaz de despejar espacio a los sentimientos de apertura y a la ‘construcción de puentes’.

        Expreso mi cercanía al querido pueblo portugués por el devastador incendio que está arrasando los bosques, alrededor de Pedrógão Grande, causando numerosas víctimas y heridos. Recemos en silencio.

        Saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos; en particular a los que proceden de las Islas Seychelles, de Sevilla en España, y de Umuarama y Toledo en Brasil. Asimismo saludo a los fieles de Nápoles, Arzano y Santa Catalina de Pedara.

        Dirijo también un saludo especial a la destacada representación de la República Centroafricana y de las Naciones Unidas, que en estos días se encuentra en Roma con motivo de una reunión organizada por la Comunidad de San Egidio.

        Llevo en mi corazón la visita que realicé a este país en noviembre de 2015 y deseo que, con la ayuda de Dios y de la buena voluntad de todos, sea plenamente relanzado y reforzado el proceso de paz, condición necesaria para el desarrollo.

        Esta tarde, en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán, celebraré la Santa Misa, seguida de una procesión con el Santísimo Sacramento, hasta la Basílica de Santa María la Mayor. Animo a todos a participar, incluso espiritualmente, (pienso en particular en las comunidad de clausura, en los enfermos y en los presidiarios). Para esto ayuda también la radio y la televisión.

        Y el próximo martes iré en peregrinación a Bozzolo y Barbiana, para rendir homenaje a Don Primo Mazzolari y Don Lorenzo Milani, dos sacerdotes que nos ofrecen un mensaje del cual hoy ¡tenemos tanta necesidad! Una vez más doy las gracias a todos aquellos, principalmente sacerdotes, que me acompañarán con sus oraciones.

        Les deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí».

        Y concluyó con la frase: «¡Buon pranzo e arrivederci!»