Francisco en el Ángelus: Una persona que ama por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad
Reflexión del Santo Padre en la oración mariana de este domingo.
Ciudad del Vaticano, 15 de junio de 2014.
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Jorge M. Bergoglio

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

        hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, que presenta a nuestra contemplación y adoración la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: una vida de comunión y de amor perfecto, origen y meta de todo el universo y de cada criatura, Dios. En la Trinidad reconocemos también el modelo de la Iglesia, en la cual estamos llamados a amarnos como Jesús nos ha amado. Es el amor el signo concreto que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el amor el distintivo del cristiano, como nos ha dicho Jesús: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13, 35).

        Es una contradicción pensar en cristianos que se odian. Es una contradicción. Y esto busca siempre el diablo: hacer que nos odiemos. Porque él sembra siempre la cizaña del odio. Él no conoce el amor, el amor es de Dios.

        Todos estamos llamados a testimoniar y anunciar el mensaje que "Dios es amor", que Dios no es lejano o insensible a nuestras situaciones humanas. Él nos está cerca, está siempre a nuestro lado, camina con nosotros para compartir nuestras alegrías y nuestros dolores, nuestras esperanzas y nuestras fatigas. Nos ama tanto y hasta tal punto que se ha hecho carne, ha venido al mundo no para juzgarlo sino para que el mundo se salve por medio de Jesús (cfr Jn 3, 16-17). Y esto es el amor de Dios en Jesús, este amor que es tan difícil de entender, pero nosotros lo sentimos cuando nos acercamos a Jesús y Él nos perdona siempre, Él nos espera siempre, Él nos ama tanto. Y el amor de Jesús que nosotros sentimos, es el amor de Dios.

        El Espíritu Santo, don de Jesús Resucitado, nos comunica la vida divina y así nos hace entrar en el dinamismo de la Trinidad, que es un dinamismo de amor, de comunión, de servicio recíproco, de compartir. Una persona que ama a los otros por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad. Una familia en la que se aman y se ayudan los unos a los otros es un reflejo de la Trinidad. Una parroquia en la que se quieren y se comparten los bienes espirituales y materiales es un reflejo de la Trinidad.

        El amor verdadero no tiene límites, pero sin limitarse, para ir al encuentro del otro, para respetar la libertad del otro. Todos los domingos vamos a misa, celebramos la eucaristía juntos. Y la Eucaristía es como la "zarza ardiente" en la que humildemente habita y se comunica la trinidad. Por esto la Iglesia ha puesto la fiesta del Corpus Domini después de la de la Trinidad. El próximo jueves, según la tradición romana, celebramos la Santa Misa en San Juan de Letrán y después haremos la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito a los romanos y a los peregrinos a participar para expresar nuestro deseo de ser un pueblo "reunido en la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (San Cipriano). Os espero a todos el próximo jueves a las 19.00, para la misa y la procesión del Corpus Christi.

        La Virgen María, criatura perfecta de la Trinidad, nos ayude a hacer de toda nuestra vida, en los pequeños gestos y en las elecciones más importantes, un himno de alabanza a Dios que es Amor.