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En Él solo la esperanza
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Jorge
M. Bergoglio
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Francisco,
nuevo Papa
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Javier
Fernández Malumbres
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De
Benedicto a Francisco. El cónclave del cambio
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Paloma
Gómez Borrero
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Mente
abierta corazón creyente
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Jorge
M. Bergoglio
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Queridos hermanos
y hermanas, ¡buenos días!
En esta tercera catequesis
sobre los Sacramentos, nos detenemos en el de la Confirmación,
que debe ser entendida en continuidad con el Bautismo, al que está
vinculada de manera inseparable. Estos dos sacramentos, junto con la
Eucaristía, constituyen un único acontecimiento salvífico
que se llama la iniciación cristiana ,
en el que somos insertados en Jesucristo muerto y resucitado y nos convertimos
en nuevas criaturas y miembros de la Iglesia. He aquí la razón
por la que originariamente estos tres Sacramentos se celebraban en un
único momento, al final del camino catecumenal, que era normalmente
en la Vigilia Pascual. Así se articulaba este itinerario de formación
y de inserción gradual en la comunidad cristiana que podía
durar también algunos años. Se hacía paso a paso,
para llegar al Bautismo, después la Confirmación y la
Eucaristía.
Comúnmente
se habla del sacramento de la Confirmación, palabra
que significa unción. Y, de hecho, a través
del aceite llamado sagrado Crisma, somos conformados, en
la potencia del Espíritu, a Jesucristo, el cual es el único
y verdadero ungido, el Mesías, el Santo
de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús lo lee en
Isaías, lo vemos más adelante. Es el ungido. Soy enviado
y estoy ungido para esta misión.
El término Confirmación
nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la gracia
bautismal: nos une más firmemente a Cristo; lleva a cumplimiento
nuestro vínculo con la Iglesia; nos da una especial fuerza del
Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar
el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su cruz (cfr Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 1303). Y por eso es importante ocuparse
de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban este
sacramento. Todos nosotros nos ocupamos de que sean bautizados y esto
es bueno, ¿eh? Pero, quizás, no le damos tanta importancia
a que reciban la Confirmación. ¡Se quedan a mitad camino
y no reciben el Espíritu Santo!, ¿eh? Que es tan importante
para la vida cristiana, porque nos da la fuerza para seguir adelante.
Pensemos un poco, ¿eh? Cada uno de nostros. ¿Verdaderamente
nos preocupamos de que nuestros niños y nuestros jóvenes
reciban la Confirmación? ¡Pero es importante esto, es importante!
Y si vosotros en vuestra casa tenéis niños o jóvenes
que todavía no la han recibido y ya tienen la edad para recibirla,
haced todo lo posible para que terminen esta iniciación cristiana
y que ellos reciban la fuerza del Espíritu Santo. ¡Pero
es importante!
Naturalmente es importante
ofrecer a los confirmandos una buena preparación, que debe estar
pensada para conducirlos hacia una adhesión personal a la fe
en Cristo y a despertar en ellos su sentido de pertenencia a la Iglesia.
La Confirmación,
como todo Sacramento, no es obra de los hombres, sino de Dios, el cual
cuida de nuestra vida para plasmarnos a imagen de su Hijo, para hacernos
capaces de amar como Él. Él lo hace infundiendo en nosotros
su Espiritu Santo, cuya acción impregna a toda la persona y toda
la vida, como se refleja de los siete dones que la Tradición,
a la luz de la Sagrada Escritura, ha siempre evidenciado. Estos siete
dones, yo no os voy a preguntar si os acordáis de los siete dones,
¿no? Quizás todos los decís, pero no es necesario,
¿eh? Todos dirán son este y este, pero no lo hacemos.
Lo digo yo en vuestro nombre ¡Eh!. ¿Y cuáles son
los dones? la Sabiduría, el Intelecto, el Consejo, la Fortaleza,
la Ciencia, la Piedad y el Temor de Dios. Y estos dones nos han sido
dados con el Espíritu Santo en el sacramento de la Confirmación.
A estos dones tengo la intención de dedicar las catequesis que
seguirán a las de los Sacramentos.
Cuando acogemos el Espíritu
Santo en nuestro corazón y lo dejamos actuar, Cristo mismo se
hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida, a través
de nosotros, será Él, ¡Escuchad bien esto! A través
de nosotros será el mismo Cristo quien rece, quien perdone, quien
infunda esperanza y consuelo, quien sirva a los hermanos, quien se haga
cercano a los necesitados y a los últimos, a crear comunión,
a sembrar paz. Pero pensad que importante es esto, que por el Espíritu
Santo viene el mismo Cristo para hacer todo esto en medio de nosotros
y por nosotros. Por esto es importante que los niños y los jóvenes
reciban este Sacramento.
Queridos hermanos y
hermanas, ¡recordemos que hemos recibido la Confirmación
todos nosotros! Recordémoslo antes que nada para agradecerle
al Señor este don, y luego para pedirle que nos ayude a vivir
como verdaderos cristianos, a caminar siempre con alegría según
el Espíritu Santo que nos ha sido donado. Se ve que estos últimos
miércoles, a mitad audiencia, nos bendicen desde el Cielo. ¡Pero
sois valientes! ¡Adelante!
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