Francisco, digamos en voz alta: 'quien practica la misericordia no teme a la muerte'
A pesar del fuerte frío la plaza de San Pedro estaba repleta. El papa llega con abrigo blanco y bufanda y dedica el mismo tiempo para saludar a los fieles.
Ciudad del Vaticano, 27 de noviembre de 2013.
Francisco, nuevo Papa
Javier Fernández Malumbres
Mente abierta corazón creyente
Jorge M. Bergoglio

Queridos hermanos y hermanas:

        Concluyendo ya las catequesis sobre el Credo, hoy quisiera detenerme en la "resurrección de la carne", y hablarles del sentido cristiano de la muerte y de la importancia de prepararnos bien para morir en Cristo.
Para quien vive como si Dios no existiese, la muerte es una amenaza constante, porque supone el final de todo en el horizonte cerrado del mundo presente. Por eso, muchos la ocultan, la niegan o la banalizan para vivir sin aprensión la vida de cada día.
Sin embargo, dentro de nosotros hay un deseo de vida dentro de nosotros, más fuerte incluso que el miedo a la muerte, que nos dice que no es posible que todo se quede en nada. La respuesta cierta a esta sed de vida es la esperanza en la resurrección futura.
La victoria de Cristo sobre la muerte no sólo nos da la serena certeza de que no moriremos para siempre, sino que también ilumina el misterio de la muerte personal y nos ayuda a afrontarla con esperanza. Para ser capaces de aceptar el momento último de la existencia con confianza, como abandono total en las manos del Padre, necesitamos prepararnos. Y la vigilancia cristiana consiste en la perseverancia en la caridad. Así, pues, la mejor forma de disponernos a una buena muerte es mirar cara a cara las llagas corporales y espirituales de Cristo en los más débiles y necesitados, con los que Él se identificó, para mantener vivo y ardiente el deseo de ver un día cara a cara las llagas transfiguradas del Señor resucitado.

        A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española diciendo: "Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Guatemala, Argentina y los demás países latinoamericanos. No olviden que la solidaridad fraterna en el dolor y en la esperanza es premisa y condición para entrar en el Reino de los cielos".

        Después de los saludos en todas las lenguas y antes de finalizar, el pontífice ha dirigido un pensamiento afectuosos a los jóvenes, a los enfermos y recién casados. "Queridos jóvenes - ha dicho - preparad vuestros corazones para acoger a Jesús Salvador; queridos enfermos, ofreced vuestro sufrimiento para que todos reconozcan en la Navidad el encuentro del Cristo con la frágil naturaleza humana; y vosotros recién casado, vivid vuestro matrimonio como el reflejo del amor de Dios en vuestra historia personal".

        Tras la bendición final, Francisco ha comenzado con los saludos habituales. Primero a los arzobispos y obispos que se encuentran en el Sagrado, después ha descendido hacia la plaza para saludar a algunas personalidades y finalmente, ha dedicado un tiempo a los enfermos de las primeras filas. Con uno de ellos, el santo padre ha intercambiado la bufanda, la suya blanca por una gris y negra. Con gran termura, el papa Francisco ha abrazado y charlado con niños, adultos y ancianos.