Castel Gandolfo, 26
de septiembre de 2002
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Objeto de la ternura de Dios |
Estoy muy contento de acogeros a vosotros, que representáis a la Asociación internacional «Fe y Luz»; saludo en particular a Marie-Hélène Mathieu y a Jean Vanier, sus fundadores. Nacido en Lourdes, vuestro movimiento ha recibido mucho de la gracia de ese lugar particular, en el que los enfermos y discapacitados ocupan el primer lugar. Al acoger a todos esos «pequeños» marcados por la discapacidad mental, vosotros habéis reconocido en ellos a testigos particulares de la ternura de Dios, de los que debemos aprender mucho y que ocupan un lugar específico en la Iglesia. Su participación en la comunidad eclesial abre el camino a relaciones sencillas y fraternas, y su oración filial y espontánea nos invita a todos a volvernos a nuestro Padre de los cielos. |
Expresión de amor | Pienso también en sus familias que, gracias a vosotros, se sienten ayudadas en los sufrimientos y ven cómo su desesperación se transforma en esperanza para acoger con humanidad y en la fe a sus hijos discapacitados. Descubren el camino de la conversión que el Evangelio ofrece al hombre: por la Cruz, expresión del «amor más grande» del Señor por sus amigos, cada uno puede participar en la vida de Dios, que es amor. |
Dignidad de cada ser humano |
Quisiera daros las gracias una vez más por vuestro testimonio en nuestra sociedad, llamada siempre a descubrir la dignidad de los discapacitados y a acogerlos e integrarlos en la vida social, aunque quede mucho por hacer para que se respete realmente la dignidad de cada ser humano y para que no se atente jamás contra el don de la vida, especialmente cuando se trata de niños afectados por la discapacidad. Vosotros trabajáis con generosidad y competencia. Reconozco también el valor de las familias y de las asociaciones que se ocupan de los discapacitados. Nos recuerdan el sentido y el valor de toda existencia. Queridos amigos, al confiar encuentro a Nuestra Señora, os deseo un trabajo fecundo para renovaros en la fuerza de vuestro compromiso al servicio de una bella y noble causa. A cada uno de vosotros, y a todos los que representáis, otorgo de todo corazón una especial Bendición apostólica. |
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