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Queridos hermanos y hermanas: ¡Buena Pascua a todos ustedes! Les agradezco que hayan venido también hoy en gran número, para compartir la alegría de la Pascua, misterio central de nuestra fe. Que la fuerza de la Resurrección de Cristo llegue a cada persona especialmente a quien sufre y a todas las situaciones más necesitadas de confianza y esperanza. Cristo ha vencido al mal de modo pleno y definitivo, pero nos corresponde a nosotros, a los hombres de todos los tiempos, acoger esta victoria en nuestra vida y en las realidades concretas de la historia y de la sociedad. Por esto me parece importante subrayar lo que hoy le pedimos a Dios en la liturgia: Oh Padre, que haces crecer a tu Iglesia dándole siempre nuevos hijos, concede a tus fieles que expresen en su vida el sacramento que han recibido en la fe (Oración Colecta del Lunes de la Octava de Pascua). Es verdad, el bautismo que nos hace hijos de Dios, la Eucaristía que nos une a Cristo, deben convertirse en vida, es decir, traducirse en actitudes, comportamientos, gestos y elecciones. La gracia contenida en los sacramentos pascuales es un potencial de renovación enorme para la existencia personal, para la vida de las familias, para las relaciones sociales. Pero todo pasa a través del corazón humano: si yo me dejo alcanzar por la gracia de Cristo resucitado, si le permito que me cambie en ese aspecto mío que no es bueno, que puede hacerme mal a mí y a los demás, yo permito a la victoria de Cristo que se afirme en mi vida, que extienda su acción benéfica. ¡Éste es el poder de la gracia! Sin la gracia no podemos hacer nada. Sin la gracia no podemos nada. Y con la gracia del Bautismo y de la Comunión eucarística puedo llegar a ser instrumento de la misericordia de Dios. De esa bella misericordia de Dios. Expresar en la vida el sacramento que hemos recibido: he aquí, queridos hermanos y hermanas, nuestro empeño cotidiano, pero diría también ¡nuestra alegría cotidiana! ¡La alegría de sentirse instrumentos de la gracia de Cristo, como sarmientos de la vid que es Él mismo, animados por la linfa de su Espíritu! Oremos juntos, en el nombre del Señor muerto y resucitado, y por intercesión de María Santísima, para que el Misterio pascual actúe profundamente en nosotros y en nuestro tiempo, para que el odio deje el lugar al amor, la mentira a la verdad, la venganza al perdón, la tristeza a la alegría. Después del rezo del Regina Coeli el papa saludó a todos los peregrinos, deseó a cada uno que pasara serenamente este Lunes del Ángel, en el que resuena con fuerza el anuncio gozoso de la Pascua: ¡Cristo ha resucitado! Y concluyó deseando ¡Buena Pascua a todos! ¡Buena Pascua a todos, y buen almuerzo!. | ||||||||
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