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y amar con Benedicto XVI
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La
vida de Jesucristo en la predicacion de Juan Pablo II
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Pedro
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Práctica
del amor a Jesucristo
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San
Alfonso María de Ligorio
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La
escuela del Espiritu Santo
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Jacques
Philippe
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La
Virgen Nuestra Señora (26ª ed.)
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Después
de esta vida (5ª ed.)
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P.
Lombardi: Santidad, bienvenido entre nosotros, en este grupo de periodistas
que le acompañamos a África. Le agradecemos mucho que
nos dedique algo de su tiempo también en esta ocasión.
En este avión hay unos 40 periodistas, fotógrafos y
cameraman de diversas agencias y televisiones; están también
los medios vaticanos que le acompañan; unas cincuenta personas.
En Cotonou nos espera un millar de periodistas que seguirán
el viaje sobre el terreno. Como de costumbre, le hacemos algunas preguntas
recogidas estos días entre los colegas. La primera pregunta
se la hago en francés, pensando que será también
del agrado de los benineses cuando al llegar puedan escucharlo y verlo
en la televisión.
P.
Lombardi: Santo Padre, este viaje nos lleva a Benín. Pero es
un viaje muy importante para todo el continente africano. ¿Por
qué ha pensado que precisamente Benín es el país
adecuado para dirigir un mensaje a toda África, de hoy y del
futuro?
Santo Padre: Hay
varias razones. La primera es que Benín es un país en
paz, paz exterior e interior. Hay instituciones democráticas
que funcionan, realizadas con espíritu de libertad y responsabilidad,
y por tanto la justicia y el trabajo en favor del bien común
son posibles y están garantizados por el funcionamiento de las
instituciones democráticas y el sentido de responsabilidad en
la libertad. La segunda razón es que, como en la mayor parte
de los países africanos, se da la presencia de diversas religiones
y una convivencia pacífica entre ellas. Están los cristianos
en su diversidad, que no es siempre fácil; los musulmanes y,
en fin, las religiones tradicionales. Estas tres religiones diferentes
conviven en el respeto recíproco y la responsabilidad común
por la paz, por la reconciliación interior y exterior. Me parece
que esta convivencia de las religiones, el diálogo interreligioso
como factor de paz y de libertad es muy importante, y es también
un aspecto destacado de la Exhortación apostólica postsinodal.
Y, finalmente, la tercera razón, es que se trata del país
de mi querido amigo, el cardenal Bernardin Gantin. Siempre había
tenido el deseo de poder rezar un día ante su tumba. Para mí
es realmente un gran amigo ?tal vez hablaremos al final de él?
y, por tanto, visitar el país del cardenal Gantin como un gran
representante del África católica, del África humana
y civilizada, es también para mí una razón para
ir a este país.
P.
Lombardi: Mientras los africanos experimentan el debilitamiento de
sus comunidades tradicionales, la Iglesia católica debe afrontar
el éxito creciente de Iglesias evangélicas o pentecostales,
a veces nacidas en África, que propagan una fe atractiva, una
gran simplificación del mensaje cristiano: insisten en las
curaciones y mezclan sus cultos con los tradicionales. ¿Cómo
se sitúa la Iglesia católica ante estas comunidades,
agresivas con respecto a ella? Y, ¿cómo puede ser atractiva,
cuando estas comunidades se presentan festivas, entusiastas o inculturadas?
Santo Padre: Estas
comunidades son un fenómeno mundial, en todos los continentes;
con modalidades diversas, están muy presentes sobre todo en Latinoamérica
y en África. Diría que los elementos característicos
son su poca institucionalidad, pocas instituciones, poca atención
a la instrucción, un mensaje fácil, simple, comprensible,
aparentemente concreto y además ?como usted ha dicho? una liturgia
participativa con la expresión de los propios sentimientos, la
propia cultura y también la combinación sincretista entre
las religiones. Por una parte, todo esto asegura el éxito, pero
implica también poca estabilidad. Sabemos también que
muchos vuelven a la Iglesia católica o pasan de una de estas
comunidades a otra. Por consiguiente, no debemos imitar a estas comunidades,
sino preguntarnos qué podemos hacer nosotros para revitalizar
la fe católica. Y diría que un primer punto es ciertamente
un mensaje sencillo, profundo, comprensible; es importante que el cristianismo
no aparezca como un sistema difícil, europeo, que ningún
otro puede comprender y practicar, sino como un mensaje universal de
que Dios existe, que Dios tiene que ver con nosotros, que nos conoce
y nos ama, y que la religión concreta suscita la colaboración
y la fraternidad. Por eso es muy importante un mensaje sencillo y concreto.
Es siempre muy importante también que la institución no
sea sofocante; que predomine, digamos, la iniciativa de la comunidad
y de la persona. Y, diría también, es importante una liturgia
participativa, pero no sentimental: no debe basarse sólo en la
expresión de los sentimientos, sino que se ha de caracterizar
por la presencia del misterio en el que entramos, y por el que nos dejamos
formar. En fin, diría que es importante no perder la universalidad
en la inculturación. Yo preferiría hablar de interculturalidad
más que de inculturación, es decir, de un encuentro de
culturas en la verdad común de nuestro ser humano en nuestro
tiempo, y crecer así también en la fraternidad universal;
no perder esta grandeza de la catolicidad, de que en todas las partes
del mundo somos hermanos, somos una familia que se conoce y colabora
con espíritu de fraternidad.
P.
Lombardi: En los últimos decenios ha habido en tierra africana
muchas operaciones de pacificación, conferencias para la reconstrucción
nacional, comisiones de verdad y reconciliación, con resultados
unas veces positivos y otras decepcionantes. Durante la asamblea sinodal,
los obispos usaron palabras fuertes sobre la responsabilidad de los
políticos con respecto a los problemas del continente. ¿Qué
mensaje piensa dirigir a los responsables políticos de África?
Y ¿cuál es la contribución específica
que la Iglesia puede dar a la construcción de una paz duradera
en el continente?
Santo Padre: El
mensaje se encuentra en el texto que entregaré a la Iglesia en
África: no puedo resumirlo ahora en pocas palabras. Es verdad
que ha habido muchas conferencias internacionales también precisamente
para África, para la fraternidad universal. Se dicen cosas buenas
y también se hacen a veces cosas realmente buenas: hemos de reconocerlo.
Pero, ciertamente, las palabras, las intenciones y también la
voluntad son más grandes que las realizaciones; y debemos preguntarnos
por qué las palabras y las intenciones no se hacen realidad.
Me parece que un factor fundamental es que esta renovación, esta
fraternidad universal, requiere renuncias, exige también ir más
allá del egoísmo y ser para el otro. Y esto es fácil
decirlo, pero difícil hacerlo. El hombre, tal como es después
del pecado original, quiere poseerse a sí mismo, tenerse su vida
y no darla. Quisiera conservar todo lo que tengo. Pero, naturalmente,
con esta mentalidad, según la cual no quiero dar, sino tener,
las grandes intenciones no pueden funcionar. Sólo podemos llegar
a esto precisamente con el amor y el conocimiento de un Dios que nos
ama, que nos da: osamos perder la vida, nos atrevemos a entregarnos
porque sabemos que precisamente así nos ganamos. Por tanto, los
detalles que hoy se encuentran en el documento del Sínodo se
refieren a esta postura fundamental: amando a Dios y estando en amistad
con este Dios que se da, también nosotros podemos atrevernos
e implorar el dar, no solo el tener; renunciar, ser para el otro, perder
la vida con la certeza de que sí, precisamente así, ganamos.
P.
Lombardi: Durante la inauguración del Sínodo africano
en Roma, usted habló de África como de un gran «pulmón
espiritual para una humanidad en crisis de fe y de esperanza».
Pensando en los grandes problemas de África, esta expresión
parece casi desconcertante. ¿En qué sentido piensa verdaderamente
que África puede dar fe y esperanza al mundo? ¿Piensa
en un papel de África también en la evangelización
del resto del mundo?
Santo Padre: África
tiene naturalmente grandes problemas y dificultades, toda la humanidad
tiene grandes problemas. Si pienso en mi juventud, era un mundo totalmente
diverso del de hoy, y algunas veces pienso que vivo en otro planeta
respecto a cuando era joven. Así, la humanidad se encuentra en
un proceso de transformación cada vez más rápido.
Para África, este proceso de los últimos cincuenta o sesenta
años ?a partir de la independencia, después del colonialismo,
hasta llegar al tiempo actual? ha sido un proceso muy exigente y, naturalmente,
muy difícil, con grandes dificultades y problemas, y estos problemas
aún no se han superado. Con el proceso de la humanidad, se dan
también dificultades. Sin embargo, esta lozanía del sí
a la vida que hay en África, esta juventud que existe, que está
llena de entusiasmo y de esperanza, incluso de humor y de alegría,
nos muestra que en África hay una reserva humana, hay aún
un verdor del sentido religioso y de esperanza; hay aún una percepción
de la realidad metafísica, de la realidad en su totalidad con
Dios: no esa reducción al positivismo, que limita nuestra vida
y la hace un tanto árida, y que también apaga la esperanza.
Por tanto, diría, un humanismo lozano, que se encuentra en el
alma joven de África, no obstante todos los problemas que existen
y existirán, manifiesta que aún hay una reserva de vida
y de vitalidad para el futuro, con la que podemos contar.
P.
Lombardi: Una última pregunta, Santidad. Volvamos un momento
a un punto que usted ha mencionado entre los motivos de este viaje
a Benín: sabemos que en este viaje tiene un lugar importante
el recuerdo de la figura del cardenal Gantin. Usted lo conoció
muy bien: fue su predecesor como decano del Colegio cardenalicio,
y la estima que lo rodea universalmente es muy grande. ¿Quiere
darnos un breve testimonio personal de él?
Santo Padre: Vi
por primera vez al cardenal Gantin durante mi ordenación como
arzobispo de Munich, en 1977. Él fue allí porque uno de
sus alumnos era discípulo mío: así, idealmente,
sin que nos hubiéramos visto aún, ya existía entre
nosotros una amistad. En aquel día decisivo de mi ordenación
episcopal, fue hermoso para mí encontrar a este joven obispo
africano, lleno de fe, de alegría y de valentía. Después
hemos colaborado muchísimo, sobre todo cuando él era prefecto
de la Congregación para los Obispos, y después en el Colegio
cardenalicio. He admirado siempre su inteligencia práctica y
profunda; su sentido de discernimiento, de no caer en ciertas frases
hechas, sino de comprender lo que era esencial y lo que no tenía
sentido. Y también su verdadero sentido del humor, que era muy
hermoso. Y, sobre todo, era un hombre de profunda fe y de oración.
Todo esto hizo del cardenal Gantin no sólo un amigo, sino también
un ejemplo que seguir, un gran obispo africano, católico. Realmente
me alegra poder rezar ahora ante su tumba y sentir su cercanía
y su gran fe, que hace de él, siempre para mí, un ejemplo
y un amigo.
P.
Lombardi: Gracias, Santidad. Si me permite, añado que «su
discípulo» que había invitado al cardenal Gantin
está también aquí con nosotros en el viaje, porque
es Mons. Barthélémy Adoukounou y, por tanto, él
está también presente en este momento tan bello. Por
nuestra parte, le agradecemos este tiempo que nos ha concedido. Le
deseamos un buen viaje y, como siempre, trataremos de colaborar a
una buena difusión de sus mensajes para África en estos
días. Gracias nuevamente y hasta la vista.
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