Con los periodistas
Entrevista concedida por el Santo Padre Benedicto XVI a los periodistas durante el vuelo hacia Benín.
Viernes 18 de noviembre de 2011.
Orar
Obras Completas
Santa Teresa de Jesús
Creer y amar con Benedicto XVI
José Luis García labrado
La esencia del cristianismo
Romano Guardini
La vida de Jesucristo en la predicacion de Juan Pablo II
Pedro Beteta
Práctica del amor a Jesucristo
San Alfonso María de Ligorio
La escuela del Espiritu Santo
Jacques Philippe
Camino
La Virgen Nuestra Señora (26ª ed.)
Jesús de Nazaret
Después de esta vida (5ª ed.)

P. Lombardi: Santidad, bienvenido entre nosotros, en este grupo de periodistas que le acompañamos a África. Le agradecemos mucho que nos dedique algo de su tiempo también en esta ocasión. En este avión hay unos 40 periodistas, fotógrafos y cameraman de diversas agencias y televisiones; están también los medios vaticanos que le acompañan; unas cincuenta personas. En Cotonou nos espera un millar de periodistas que seguirán el viaje sobre el terreno. Como de costumbre, le hacemos algunas preguntas recogidas estos días entre los colegas. La primera pregunta se la hago en francés, pensando que será también del agrado de los benineses cuando al llegar puedan escucharlo y verlo en la televisión.

P. Lombardi: Santo Padre, este viaje nos lleva a Benín. Pero es un viaje muy importante para todo el continente africano. ¿Por qué ha pensado que precisamente Benín es el país adecuado para dirigir un mensaje a toda África, de hoy y del futuro?

        Santo Padre: Hay varias razones. La primera es que Benín es un país en paz, paz exterior e interior. Hay instituciones democráticas que funcionan, realizadas con espíritu de libertad y responsabilidad, y por tanto la justicia y el trabajo en favor del bien común son posibles y están garantizados por el funcionamiento de las instituciones democráticas y el sentido de responsabilidad en la libertad. La segunda razón es que, como en la mayor parte de los países africanos, se da la presencia de diversas religiones y una convivencia pacífica entre ellas. Están los cristianos en su diversidad, que no es siempre fácil; los musulmanes y, en fin, las religiones tradicionales. Estas tres religiones diferentes conviven en el respeto recíproco y la responsabilidad común por la paz, por la reconciliación interior y exterior. Me parece que esta convivencia de las religiones, el diálogo interreligioso como factor de paz y de libertad es muy importante, y es también un aspecto destacado de la Exhortación apostólica postsinodal. Y, finalmente, la tercera razón, es que se trata del país de mi querido amigo, el cardenal Bernardin Gantin. Siempre había tenido el deseo de poder rezar un día ante su tumba. Para mí es realmente un gran amigo ?tal vez hablaremos al final de él? y, por tanto, visitar el país del cardenal Gantin como un gran representante del África católica, del África humana y civilizada, es también para mí una razón para ir a este país.

P. Lombardi: Mientras los africanos experimentan el debilitamiento de sus comunidades tradicionales, la Iglesia católica debe afrontar el éxito creciente de Iglesias evangélicas o pentecostales, a veces nacidas en África, que propagan una fe atractiva, una gran simplificación del mensaje cristiano: insisten en las curaciones y mezclan sus cultos con los tradicionales. ¿Cómo se sitúa la Iglesia católica ante estas comunidades, agresivas con respecto a ella? Y, ¿cómo puede ser atractiva, cuando estas comunidades se presentan festivas, entusiastas o inculturadas?

        Santo Padre: Estas comunidades son un fenómeno mundial, en todos los continentes; con modalidades diversas, están muy presentes sobre todo en Latinoamérica y en África. Diría que los elementos característicos son su poca institucionalidad, pocas instituciones, poca atención a la instrucción, un mensaje fácil, simple, comprensible, aparentemente concreto y además ?como usted ha dicho? una liturgia participativa con la expresión de los propios sentimientos, la propia cultura y también la combinación sincretista entre las religiones. Por una parte, todo esto asegura el éxito, pero implica también poca estabilidad. Sabemos también que muchos vuelven a la Iglesia católica o pasan de una de estas comunidades a otra. Por consiguiente, no debemos imitar a estas comunidades, sino preguntarnos qué podemos hacer nosotros para revitalizar la fe católica. Y diría que un primer punto es ciertamente un mensaje sencillo, profundo, comprensible; es importante que el cristianismo no aparezca como un sistema difícil, europeo, que ningún otro puede comprender y practicar, sino como un mensaje universal de que Dios existe, que Dios tiene que ver con nosotros, que nos conoce y nos ama, y que la religión concreta suscita la colaboración y la fraternidad. Por eso es muy importante un mensaje sencillo y concreto. Es siempre muy importante también que la institución no sea sofocante; que predomine, digamos, la iniciativa de la comunidad y de la persona. Y, diría también, es importante una liturgia participativa, pero no sentimental: no debe basarse sólo en la expresión de los sentimientos, sino que se ha de caracterizar por la presencia del misterio en el que entramos, y por el que nos dejamos formar. En fin, diría que es importante no perder la universalidad en la inculturación. Yo preferiría hablar de interculturalidad más que de inculturación, es decir, de un encuentro de culturas en la verdad común de nuestro ser humano en nuestro tiempo, y crecer así también en la fraternidad universal; no perder esta grandeza de la catolicidad, de que en todas las partes del mundo somos hermanos, somos una familia que se conoce y colabora con espíritu de fraternidad.

P. Lombardi: En los últimos decenios ha habido en tierra africana muchas operaciones de pacificación, conferencias para la reconstrucción nacional, comisiones de verdad y reconciliación, con resultados unas veces positivos y otras decepcionantes. Durante la asamblea sinodal, los obispos usaron palabras fuertes sobre la responsabilidad de los políticos con respecto a los problemas del continente. ¿Qué mensaje piensa dirigir a los responsables políticos de África? Y ¿cuál es la contribución específica que la Iglesia puede dar a la construcción de una paz duradera en el continente?

        Santo Padre: El mensaje se encuentra en el texto que entregaré a la Iglesia en África: no puedo resumirlo ahora en pocas palabras. Es verdad que ha habido muchas conferencias internacionales también precisamente para África, para la fraternidad universal. Se dicen cosas buenas y también se hacen a veces cosas realmente buenas: hemos de reconocerlo. Pero, ciertamente, las palabras, las intenciones y también la voluntad son más grandes que las realizaciones; y debemos preguntarnos por qué las palabras y las intenciones no se hacen realidad. Me parece que un factor fundamental es que esta renovación, esta fraternidad universal, requiere renuncias, exige también ir más allá del egoísmo y ser para el otro. Y esto es fácil decirlo, pero difícil hacerlo. El hombre, tal como es después del pecado original, quiere poseerse a sí mismo, tenerse su vida y no darla. Quisiera conservar todo lo que tengo. Pero, naturalmente, con esta mentalidad, según la cual no quiero dar, sino tener, las grandes intenciones no pueden funcionar. Sólo podemos llegar a esto precisamente con el amor y el conocimiento de un Dios que nos ama, que nos da: osamos perder la vida, nos atrevemos a entregarnos porque sabemos que precisamente así nos ganamos. Por tanto, los detalles que hoy se encuentran en el documento del Sínodo se refieren a esta postura fundamental: amando a Dios y estando en amistad con este Dios que se da, también nosotros podemos atrevernos e implorar el dar, no solo el tener; renunciar, ser para el otro, perder la vida con la certeza de que sí, precisamente así, ganamos.

P. Lombardi: Durante la inauguración del Sínodo africano en Roma, usted habló de África como de un gran «pulmón espiritual para una humanidad en crisis de fe y de esperanza». Pensando en los grandes problemas de África, esta expresión parece casi desconcertante. ¿En qué sentido piensa verdaderamente que África puede dar fe y esperanza al mundo? ¿Piensa en un papel de África también en la evangelización del resto del mundo?

        Santo Padre: África tiene naturalmente grandes problemas y dificultades, toda la humanidad tiene grandes problemas. Si pienso en mi juventud, era un mundo totalmente diverso del de hoy, y algunas veces pienso que vivo en otro planeta respecto a cuando era joven. Así, la humanidad se encuentra en un proceso de transformación cada vez más rápido. Para África, este proceso de los últimos cincuenta o sesenta años ?a partir de la independencia, después del colonialismo, hasta llegar al tiempo actual? ha sido un proceso muy exigente y, naturalmente, muy difícil, con grandes dificultades y problemas, y estos problemas aún no se han superado. Con el proceso de la humanidad, se dan también dificultades. Sin embargo, esta lozanía del sí a la vida que hay en África, esta juventud que existe, que está llena de entusiasmo y de esperanza, incluso de humor y de alegría, nos muestra que en África hay una reserva humana, hay aún un verdor del sentido religioso y de esperanza; hay aún una percepción de la realidad metafísica, de la realidad en su totalidad con Dios: no esa reducción al positivismo, que limita nuestra vida y la hace un tanto árida, y que también apaga la esperanza. Por tanto, diría, un humanismo lozano, que se encuentra en el alma joven de África, no obstante todos los problemas que existen y existirán, manifiesta que aún hay una reserva de vida y de vitalidad para el futuro, con la que podemos contar.

P. Lombardi: Una última pregunta, Santidad. Volvamos un momento a un punto que usted ha mencionado entre los motivos de este viaje a Benín: sabemos que en este viaje tiene un lugar importante el recuerdo de la figura del cardenal Gantin. Usted lo conoció muy bien: fue su predecesor como decano del Colegio cardenalicio, y la estima que lo rodea universalmente es muy grande. ¿Quiere darnos un breve testimonio personal de él?

        Santo Padre: Vi por primera vez al cardenal Gantin durante mi ordenación como arzobispo de Munich, en 1977. Él fue allí porque uno de sus alumnos era discípulo mío: así, idealmente, sin que nos hubiéramos visto aún, ya existía entre nosotros una amistad. En aquel día decisivo de mi ordenación episcopal, fue hermoso para mí encontrar a este joven obispo africano, lleno de fe, de alegría y de valentía. Después hemos colaborado muchísimo, sobre todo cuando él era prefecto de la Congregación para los Obispos, y después en el Colegio cardenalicio. He admirado siempre su inteligencia práctica y profunda; su sentido de discernimiento, de no caer en ciertas frases hechas, sino de comprender lo que era esencial y lo que no tenía sentido. Y también su verdadero sentido del humor, que era muy hermoso. Y, sobre todo, era un hombre de profunda fe y de oración. Todo esto hizo del cardenal Gantin no sólo un amigo, sino también un ejemplo que seguir, un gran obispo africano, católico. Realmente me alegra poder rezar ahora ante su tumba y sentir su cercanía y su gran fe, que hace de él, siempre para mí, un ejemplo y un amigo.

P. Lombardi: Gracias, Santidad. Si me permite, añado que «su discípulo» que había invitado al cardenal Gantin está también aquí con nosotros en el viaje, porque es Mons. Barthélémy Adoukounou y, por tanto, él está también presente en este momento tan bello. Por nuestra parte, le agradecemos este tiempo que nos ha concedido. Le deseamos un buen viaje y, como siempre, trataremos de colaborar a una buena difusión de sus mensajes para África en estos días. Gracias nuevamente y hasta la vista.