|
Obras
Completas
|
Santa
Teresa de Jesús
|
|
Creer
y amar con Benedicto XVI
|
José
Luis García labrado
|
|
Alexia:
alegría y heroísmo en la enfermedad
|
Miguel
Angel Monge
|
|
La
esencia del cristianismo
|
Romano
Guardini
|
|
La
vida de Jesucristo en la predicacion de Juan Pablo II
|
Pedro
Beteta
|
|
Práctica
del amor a Jesucristo
|
San
Alfonso María de Ligorio
|
|
La
escuela del Espiritu Santo
|
Jacques
Philippe
|
|
La
Virgen Nuestra Señora (26ª ed.)
|
|
|
Después
de esta vida (5ª ed.)
|
|
|
|
|
Queridos hermanos
y hermanas,
Hoy, marcados por
el austero símbolo de las Cenizas, entramos en el Tiempo de Cuaresma,
iniciando un itinerario espiritual que nos prepara a celebrar dignamente
los misterios pascuales. La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra
cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas,
nos invita a la penitencia y a intensificar el empeño de conversión
para seguir cada vez más al Señor.
La Cuaresma es
un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén,
lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección;
nos recuerda que la vida cristiana es un camino que recorrer,
que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma
de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir. Jesús,
de hecho, nos dice: El que quiera venir detrás de mí,
que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día
y me siga" (Lc 9,23). Es decir, nos dice que para llegar con Él
a la luz y a la alegría de la resurrección, a la victoria
de la vida, del amor, del bien. También nosotros debemos tomar
la cruz de cada día, como nos exhorta una bella página
de la Imitación de Cristo: "Carga con tu cruz y sigue a
Jesús; así irás hacia la vida eterna. Él
fue delante, llevando su propia cruz y murió por ti en la cruz
para que tú lleves tu propia cruz y estés dispuesto a
morir en ella. Porque si mueres con Él con Él igualmente
vivirás. Y si eres su socio en la pena también lo serás
en el triunfo (L. 2, c. 12, n. 2). En la Santa Misa del Primer
Domingo de Cuaresma rezaremos: Oh Dios nuestro Padre, con la celebración
de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede
a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar
testimonio de él con una digna conducta de vida (Colecta).
Es una invoación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo
Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en
la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde
somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos
a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han
traido la salvación, pero no como una simple conmemoración,
un recuerdo de hechos pasados. En las acciones litúrgicas, Cristo
se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo,
esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales. Hay una
palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar
esto: la palabra hoy; y esta debe entenderse en el sentido
original, no metafórico. Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir
hoy entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr Dt 30,19);
hoy "el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed
en el Evangelio (Mc 1,15);hoy Cristo ha muerto en el Calvario
y ha resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado
a la derecha del Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy
es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces
sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente,
recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección
para tener la vida.
En los domingos
de Cuaresma, de forma muy particular en este año litúrgico
del ciclo A, somos introducidos a vivir un itinerario bautismal, casi
a recorrer el camino de los catecúmenos, de quellos que se preparan
a recibir el Bautosmo, para reavivar en nosotros este don y para hacer
de modo que nuestra vida recupere las exigencias y los compromisos de
este Sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana.
En el mensaje que he enviado para esta Cuaresma, que querido recordar
el nexo particular que liga el Tiempo cuaresmal al Bautismo. Desde siempre
la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo,
paso a paso: en él se realiza ese gran misterio por el que el
hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva
en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios que resucitó
a Jesús de entre los muertos (cfr Rm 8,11). Las Lecturas que
escucharemos en los próximos domingos y a las que os invito a
prestar especial atención, se toman precisamente de la tradición
antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento
del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este Sacramento,
una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros.
El Primer Domingo, llamado Domingo de la tentación, porque presenta
las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar
nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la
lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre está de
nuevo esta necesidad de la decisión, de resistir al mal, de seguir
a Jesús. En este Domingo la Iglesia, tras haber oído el
testimonio de los padrinos y catequistas, celebra la elección
de aquellos que son admitidos a los Sacramentos Pascuales. El Segundo
Domingo es llamado de Abraham y de la Transfiguración. El Bautismo
es el sacramento de la fe y de la filiación divina; como Abraham,
padre de los creyentes, también nosotros somos invitados a partir,
a salir de nuestra tierra, a dejar las seguridades que nos hemos construido,
para volver a poner nuestra confianza en Dios; la meta se entrevé
en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que también
nosotros nos convertimos en hijos de Dios. En los domingos
sucesivos se presenta el Bautismo en las imágenes del agua, de
la luz y de la vida. El Tercer Domingo nos hace encontrar a la Samaritana
(cfr Jn 4,5-42). Como Israel en el Éxodo, también nosotros
en el Bautismo hemos recibido el agua que salva; Jesús, como
dice a la Samaritana, tiene un agua de vida, que extingue toda sed;
y este agua es su mismo Espíritu. La Iglesia en este Domingo
celebra el primer escrutinio de los catecúmenos y durante la
semana les entrega el Símbolo: la Profesión de la fe,
el Credo. El Cuarto Domingo nos hace reflexionar sobre la experiencia
del ciego de nacimiento" (cfr Jn 9,1-41). En el Bautismo
somos liberados de las tinieblas del mal y recibimos la luz de Cristo
para vivir como hijos de la luz. También nosotros debemos aprender
a ver la presencia de Dios en el rostro de Cristo y así la luz.
En el camino de los catecúmenos se celebra el segundo escrutinio.
Finalmente, el Quinto Domingo nos presenta la resurrección de
Lázaro (cfr Jn 11,1-45). En el Bautismo hemos pasado de la muerte
a la vida y somos hechos capaces de gustar a Dios, de hacer morir el
hombre viejo para vivir del Espíritu del Resucitado. Para los
catecúmenos, se celebra el tercer escrutinio y durante la semana
se les entrega la oración del Señor, el Padrenuestro.
Este itinerario
cuaresmal que somos invitados a recorrer en Cuaresma se caracteriza,
en la tradición de la Iglesia, por algunas prácticas:
el ayuno, la limosna y la oración. El ayuno significa la abstinencia
de la comida pero comprende otras formas de privación en aras
de una vida más sobria. Todo esto no constituye todavía
la realidad plena del ayuno: es el signo externo de una realidad interior,
de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal
y de vivir el Evangelio. No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de
la Palabra de Dios.
El ayuno, en la
tradición cristiana, está ligado estrechamente a la limosna.
San León Magno enseñaba en uno de sus discursos sobre
la Cuaresma: Cuanto todo cristiano hace siempre, tiene ahora que
practicarlo con mayor dedicación y devoción, para cumplir
la norma apostólica del ayuno cuaresmal consistente en la abstinencia
no sólo de la comida, sino que sobre todo abstinencia de los
pecados. A este obligado y santo ayuno, no se le puede añadir
obra más útil que la limosna, la que bajo el nombre único
de 'misericordia' comprende muchas obras buenas. Inmenso es el campo
de las obras de misericordia. No sólo los ricos y pudientes pueden
beneficiar a otros con la limosna, también los de modesta o pobre
condición. De esta manera, aunque desiguales en los bienes, todos
pueden ser iguales en los sentimientos de piedad del alma (Discurso
6 sobre la Cuaresma, 2: PL 54, 286). San Gregorio Magno recordaba en
su Regla Pastoral, que el ayuno es santo por las virtudes que lo acompañan,
sobre todo por la caridad, por cada gesto de generosidad que da a los
pobres y necesitados el fruto de nuestra privación (cfr 19,10-11).
La Cuaresma, además,
es un tiempo privilegiado para la oración. San Agustín
dice que el ayuno y la limosna son las dos alas de la oración,
que le permiten alcanzar mayor impulso y llegar a Dios. Este afirma:
De tal modo nuestra oración, hecha con humildad y caridad,
en el ayuno y la limosna, en la templanza y el perdón de las
ofensas, dando cosas buenas y no devolviendo las malas, alejándose
del mal y haciendo el bien, busca la paz y la consigue. Con las alas
de estas virtudes nuestra oración vuela segura y es llevada con
más seguridad hasta el cielo, donde Cristo, nuestra paz, nos
ha precedido (Sermón 206, 3 sobre la Cuaresma: PL 38,1042).
La Iglesia sabe que, por nuestra debilidad, es muy fatigoso hacer silencio
para ponerse delante de Dios, y tomar conciencia de nuestra condición
de criaturas que dependen de Él y de pecadores necesitados de
su amor; por esto en Cuaresma, nos invita a una oración más
fiel e intensa y a una meditación prolongada sobre la Palabra
de Dios. San Juan Crisóstomo nos exhorta: Embellece tu
casa con modestia y humildad a través de la práctica de
la oración . Vuelve espléndida tu casa con la luz de la
justicia; adorna sus paredes con las obras buenas como si fuesen una
pátina de oro puro y en lugar de muros y de piedras preciosas
coloca la fe y la sobrenatural magnanimidad, poniendo sobre todas las
cosas, en alto del frontón, la oración como decoración
de todo el complejo. Así preparas al Señor una morada
digna, así lo acoges en un espléndido palacio. Él
te concederá transformar tu alma en templo de su presencia
(Homilía 6 sobre la Oración: PG64,466).
Queridos amigos,
en este camino cuaresmal estemos atentos a acoger la invitación
de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando
la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre
viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo, para, renovados,
alcanzar la Pascua y poder decir con san Pablo no vivo yo, es
Cristo que vive en mí (Gal 2,20). ¡Buen camino cuaresmal
a todos vosotros!¡Gracias!
|