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Juan
Pablo II en España y en el Mundo
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--Padre
Federico Lombardi, director de la Oficina de Información de
la Santa Sede: Santidad, ¿qué preocupaciones y sentimientos
tiene respecto a la situación de la Iglesia en Portugal? ¿Qué
se puede decir a Portugal, profundamente católico en el pasado
y que ha llevado la fe por el mundo, pero hoy en vías de profunda
secularización, tanto en la vida cotidiana como en el ámbito
jurídico y cultural? ¿Cómo anunciar la fe en
un contesto indiferente y hostil a la Iglesia?
Ante todo, buenos
días a todos y esperemos un buen viaje, no obstante la famosa
nube bajo la cual estamos. Por lo que se refiere a Portugal, tengo sólo
sentimientos de alegría, de gratitud, por todo lo que ha hecho
y hace este país en el mundo y en la historia, y por la honda
humanidad de este pueblo, que he podido conocer en una visita y con
tantos amigos portugueses. Diría que es verdad, muy cierto, que
Portugal ha sido una gran fuerza de la fe católica; ha llevado
esta fe, a todas las partes del mundo; una fe valiente, inteligente
y creativa. Ha sabido crear mucha cultura, como vemos en Brasil y en
Portugal mismo, así como en la presencia del espíritu
portugués en África o en Asia. Por otro lado, la presencia
del secularismo no es algo totalmente nuevo. La dialéctica entre
secularismo y fe tiene una larga historia en Portugal. Ya en el s. XVIII
hay una fuerte presencia de la Ilustración; baste pensar en el
nombre Pombal. Así, pues, vemos que Portugal ha siempre vivido
en estos siglos en la dialéctica que, naturalmente, ahora se
ha radicalizado y se manifiesta con todos los signos del espíritu
europeo de hoy. Y eso me parece un desafío, y también
una gran posibilidad. En estos siglos de dialéctica entre Ilustración,
secularismo y fe, nunca han faltado quienes han querido tender puentes
y crear un diálogo, aunque, lamentablemente, la tendencia dominante
ha sido la de la contraposición y la exclusión uno del
otro. Hoy vemos que precisamente esta dialéctica es una chance,
que hemos de encontrar una síntesis y un diálogo profundo
y de vanguardia. En la situación multicultural en la que todos
estamos, se ve que una cultura europea que fuera únicamente racionalista
no tendría la dimensión religiosa trascendente, no estaría
en condiciones de entablar un diálogo con las grandes culturas
de la humanidad, que tienen todas ellas esta dimensión religiosa
trascendente, que es una dimensión del ser humano. Por tanto,
pensar que hay sólo una razón pura, antihistórica,
sólo existente en sí misma, y que ésta sería
«la» razón, es un error; descubrimos cada vez más
que toca sólo una parte del hombre, expresa una cierta situación
histórica, pero no es la razón en cuanto tal. La razón,
como tal, está abierta a la trascendencia y sólo en el
encuentro entre la realidad trascendente, la fe y la razón, el
hombre se encuentra a sí mismo. Por tanto, pienso que precisamente
el cometido y la misión de Europa en esta situación es
encontrar este diálogo, integrar la fe y la racionalidad moderna
en una única visión antropológica, que completa
el ser humano y que hace así también comunicables las
culturas humanas. Por eso, diría que la presencia del secularismo
es algo normal, pero la separación, la contraposición
entre secularismo y cultura de la fe es anómala y debe ser superada.
El gran reto de este momento es que ambos se encuentren y, de este modo,
encuentren su propia identidad. Como he dicho, ésta es una misión
de Europa y una necesidad humana de esta historia nuestra.
--Padre
Lombardi: Gracias, Santidad, sigamos entonces con el tema de Europa.
La crisis económica se ha agravado recientemente en Europa
y afecta particularmente también a Portugal. Algunos líderes
europeos piensan que el futuro de la Unión Europea está
en peligro. ¿Qué lección se puede aprender de
esta crisis, también en el plano ético y moral? ¿Cuáles
son las claves para consolidar la unidad y la cooperación de
los países europeos en el futuro?
Diría que
precisamente esta crisis económica, con su componente moral,
que nadie puede dejar de ver, es un caso de aplicación, de concretización
de lo que he dicho antes, es decir, que dos corrientes culturales separadas
deben encontrarse; de otro modo no encontramos el camino hacia el futuro.
Vemos también aquí un falso dualismo, esto es, un positivismo
económico que piensa poderse realizar sin la componente ética,
un mercado que sería regulado solamente por sí mismo,
por las meras fuerzas económicas, por la racionalidad positivista
y pragmatista de la economía; la ética sería otra
cosa, extraña a esto. En realidad, ahora vemos que un puro pragmatismo
económico, que prescinde de la realidad del hombre -que es un
ser ético- no concluye positivamente, sino que crea problemas
insolubles. Por eso, ahora es el momento de ver cómo la ética
no es algo externo, sino interno a la racionalidad y al pragmatismo
económico. Por otro lado, hemos de confesar también que
la fe católica, cristiana, era con frecuencia demasiado individualista,
dejaba las cosas concretas, económicas, al mundo, y pensaba sólo
en la salvación individual, en los actos religiosos, sin ver
que éstos implican una responsabilidad global, una responsabilidad
respecto al mundo. Por tanto, también aquí hemos de entablar
un diálogo concreto. En mi encíclica Caritas in veritate
-y toda la tradición de la Doctrina social de la Iglesia va en
este sentido- he tratado de ampliar el aspecto ético y de la
fe más allá del individuo, a la responsabilidad respecto
al mundo, a una racionalidad «performada» de la ética.
Por otra parte, lo que ha sucedido en el mercado en estos últimos
dos o tres años ha mostrado que la dimensión ética
es interna y debe entrar dentro de la actividad económica, porque
el hombre es uno y se trata del hombre, de una antropología sana,
que implica todo, y sólo así se resuelve el problema,
sólo así Europa desarrolla y cumple su misión.
--Padre
Lombardi: Gracias. Hablemos ahora de Fátima, donde tendrá
lugar un poco el culmen también espiritual de este viaje. Santidad,
¿qué significado tienen para nosotros las apariciones
de Fátima? Cuando usted presentó el texto del tercer
secreto de Fátima en la Sala de Prensa Vaticana, en junio de
2000, estábamos varios de nosotros y otros colegas de entonces,
y se le preguntó si el mensaje podía extenderse, más
allá del atentado a Juan Pablo II, también al sufrimiento
de los Papas. Según usted, ¿es posible encuadrar igualmente
en aquella visión el sufrimiento de la Iglesia de hoy, por
los pecados de abusos sexuales de los menores?
Ante todo, quisiera
expresar mi alegría de ir a Fátima, de rezar ante la Virgen
de Fátima, que para nosotros es un signo de la presencia de la
fe, que precisamente de los pequeños nace una nueva fuerza de
la fe, que no se reduce a los pequeños, sino que tiene un mensaje
para todo el mundo y toca la historia precisamente en su presente e
ilumina esta historia. En 2000, en la presentación, dije que
una aparición, es decir, un impulso sobrenatural, que no proviene
solamente de la imaginación de la persona, sino en realidad de
la Virgen María, de lo sobrenatural, que un impulso de este tipo
entra en un sujeto y se expresa en las posibilidades del sujeto. El
sujeto está determinado por sus condiciones históricas,
personales, temperamentales y, por tanto, traduce el gran impulso sobrenatural
según sus posibilidades de ver, imaginar, expresar; pero en estas
expresiones articuladas por el sujeto se esconde un contenido que va
más allá, más profundo, y sólo en el curso
de la historia podemos ver toda la hondura, que estaba, por decirlo
así, «vestida» en esta visión posible a las
personas concretas. De este modo, diría también aquí
que, además de la gran visión del sufrimiento del Papa,
que podemos referir al Papa Juan Pablo II en primera instancia, se indican
realidades del futuro de la Iglesia, que se desarrollan y se muestran
paulatinamente. Por eso, es verdad que además del momento indicado
en la visión, se habla, se ve la necesidad de una pasión
de la Iglesia, que naturalmente se refleja en la persona del Papa, pero
el Papa está por la Iglesia y, por tanto, son sufrimientos de
la Iglesia los que se anuncian. El Señor nos ha dicho que la
Iglesia tendría que sufrir siempre, de diversos modos, hasta
el fin del mundo. Lo importante es que el mensaje, la respuesta de Fátima,
no tiene que ver sustancialmente con devociones particulares, sino con
la respuesta fundamental, es decir, la conversión permanente,
la penitencia, la oración, y las tres virtudes teologales: fe,
esperanza y caridad. De este modo, vemos aquí la respuesta verdadera
y fundamental que la Iglesia debe dar, que nosotros, cada persona, debemos
dar en esta situación. La novedad que podemos descubrir hoy en
este mensaje reside en el hecho de que los ataques al Papa y a la Iglesia
no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia
proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que hay en
la Iglesia. También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos
de modo realmente tremendo: que la mayor persecución de la Iglesia
no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la
Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene una profunda necesidad de
volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación,
de aprender, de una parte, el perdón, pero también la
necesidad de la justicia. El perdón no sustituye la justicia.
En una palabra, debemos volver a aprender estas cosas esenciales: la
conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales.
De este modo, respondemos, somos realistas al esperar que el mal ataca
siempre, ataca desde el interior y el exterior, pero también
que las fuerzas del bien están presentes y que, al final, el
Señor es más fuerte que el mal, y la Virgen para nosotros
es la garantía visible y materna de la bondad de Dios, que es
siempre la última palabra de la historia.
--Padre
Lombardi.- Gracias, Santidad, por la claridad, por la profundidad
de sus respuestas y por esta palabra final de esperanza que nos ha
ofrecido. Le deseamos sinceramente que este viaje tan intenso se desarrolle
serenamente y que pueda llevarlo a cabo con toda la alegría
y profundidad espiritual que el encuentro con el misterio de Fátima
nos inspira. Buen viaje a usted, e intentaremos hacer bien nuestro
servicio y difundir objetivamente lo que usted haga.
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