Castidad conyugal: "Amor triunfal de dos personas sexuadas" (1)

Tomás Melendo.www.PiensaunPoco.com. Martes, 25 de Junio
Siempre positiva         Hablar de castidad en pleno siglo XXI puede parecer chocante y anacrónico. Tal vez porque, erróneamente, ese término suele aludir a un conjunto de negaciones del todo ajenas al amor, hasta acabar por identificarse con la pura y simple abstención del trato corporal. Para el Beato Josemaría, por el contrario, la castidad conyugal era una virtud tremendamente afirmativa, "una triunfante afirmación del amor", como recoge el título de este artículo. Y lo explicaba así: "La castidad –no simple continencia, sino afirmación decidida de una voluntad enamorada– es una virtud que mantiene la juventud del amor en cualquier estado de vida".
Para hacerlo más hermoso         Refiriéndola a los casados, y con palabras que recuerdan las antes citadas, la castidad conyugal sería la virtud que hace posible y facilita que a los quince, veinte, veinticinco o muchos más años de matrimonio, cada esposo se encuentre tan enamorado del otro y éste le resulte tan atractivo, en todos los sentidos del término, como aquel día ya lejano en que los dos quedaron recíprocamente prendados; o mejor, porque es más cierto, mucho más amable y arrebatador que entonces, por cuanto el cariño prolongado le ha conducido a descubrir y ahondar en su riqueza personal y en su hermosura más real y certera.

        La castidad, por consiguiente, es algo grande, excelso, positivo, que no se limita o resuelve en un conjunto de prohibiciones y que va mucho más allá de los dominios de la mera genitalidad. Su objeto propio, como el de toda virtud, es el amor: En este caso, el amor de dos personas sexuadas –varón y mujer– y justo en cuanto tales. Y su fin, hacer que se despliegue y fructifique ese cariño en todas y cada una de sus dimensiones, no sólo en las directamente relacionadas con el trato corporal ni genital. De esto continuaré hablando en próximos artículos.