La vocación al amor, clave de la existencia
Mensaje que el Santo Padre Benedicto XVI ha enviado al presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, cardenal Stanislaw Rylko, y a los participantes en el X Forum Internacional de los Jóvenes, que se está celebrando en Rocca di Papa sobre el tema: "Aprender a amar".
Ciudad del Vaticano, 20 de marzo de 2010.
El Noveno Día
El Diablo
El Santo Grial
El Sudario de Cristo
Los caminos de Jesús
El Siglo de las Reformas

Al Venerado Hermano
Cardenal Stanislaw Rylko
Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos

        Estoy contento de enviar mi cordial saludo a Usted, a los colaboradores del Consejo Pontificio para los Laicos y a cuantos toman parte en el X Forum Internacional de los Jóvenes, que se celebra esta semana en Rocca di Papa sobre el tema “Aprender a amar”. Con particular afecto me dirijo a los jóvenes delegados de las Conferencias Episcopales y de los diversos Movimientos, Asociaciones y Comunidades internacionales, procedentes de los cinco continentes. Extiendo mi pensamiento a los autorizados ponentes, que aportan al encuentro la contribución de su competencia y de su experiencia.

        “Aprender a amar”: este tema es central en la fe y en la vida cristiana y me alegro de que tengáis ocasión de profundizarlo juntos. Como sabéis, el punto de partida de toda reflexión sobre el amor es el misterio mismo de Dios, ya que el corazón de la revelación cristiana es éste: Deus caritas est. Cristo, en su Pasión, en Su donación total, nos ha revelado el rostro de Dios que es Amor.

        La contemplación del misterio de la Trinidad nos hace entrar en este misterio de Amor eterno, que es fundamental para nosotros. Las primeras páginas de la Biblia afirman, de hecho, que “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó: macho y hembra los creó” (Gn 1,27). Por el hecho mismo de que Dios es amor y el hombre es a su imagen y semejanza, comprendemos la identidad profunda de la persona, su vocación al amor. El hombre está hecho para amar; su vida se realiza plenamente sólo si se vive en el amor. Tras haber buscado durante mucho tiempo, santa Teresita del Niño Jesús comprendió así el sentido de su existencia: “¡Mi vocación es el Amor!” (Manuscrito B, folio 3).

        Exhorto a los jóvenes presentes en este Forum, para que busquen con todo el corazón descubrir su vocación al amor, como personas y como bautizados. Esta es la clave de toda la existencia. Podrán así invertir todas sus energías en acercarse a la meta día tras día, sostenidos por la Palabra de Dios y por los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.

        La vocación al amor toma formas diferentes según los estados de vida. En este Año Sacerdotal quiero recordar las palabras del Santo Cura de Ars: “El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”. En el seguimiento de Jesús, muchos sacerdotes han dado la vida, para que los fieles puedan vivir del amor de Cristo. Llamados por Dios para entregarse enteramente a Él, con corazón íntegro, las personas consagradas en el celibato son también un signo elocuente del amor de Dios para el mundo y de la vocación a amar a Dios por encima de todo.

        Quisiera además exhortar a los jóvenes delegados a descubrir la grandeza y la belleza del Matrimonio: la relación entre el hombre y la mujer refleja el amor divino de manera completamente especial; por ello el vínculo conyugal asume una dignidad inmensa. Mediante el Sacramento del Matrimonio, los esposos están unidos por Dios y con su relación manifiestan el amor de Cristo, que ha dado su vida por la salvación del mundo. En un contexto cultural en el que muchas personas consideran el Matrimonio como un contrato temporal que se puede romper, es de vital importancia comprender que el verdadero amor es fiel, don de sí definitivo. Dado que Cristo consagra el amor de los esposos cristianos y se compromete con ellos, esta fidelidad no sólo es posible, sino que es el camino para entrar en una caridad cada vez más grande. Así, en la vida cotidiana de pareja y de familia, los esposos aprenden a amar como Cristo ama. Para corresponder a esta vocación es necesario un serio recorrido educativo y también este Forum se pone en esta perspectiva.

        Estos días de formación mediante el encuentro, la escucha de las ponencias y la oración común, deben ser también un estímulo para todos los jóvenes delegados para ser testigos ante sus coetáneos de lo que han vivido y escuchado. Se trata de una verdadera y auténtica responsabilidad, para la que la Iglesia cuenta con ellos. Éstos tienen un papel importante que desempeñar en la evangelización de los jóvenes en sus países, para que respondan con alegría y fidelidad al mandamiento de Cristo: “amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12).

        Invitando a los jóvenes a perseverar en el camino de la caridad en el seguimiento de Cristo, les doy cita para el domingo próximo, en la Plaza de San Pedro, donde se llevará a cabo la solemne celebración del Domingo de Ramos y de la XXV Jornada Mundial de la Juventud.

        Este año el tema de reflexión es: "Maestro bueno, ¿ qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?" (Mc 10,17). A esta pregunta, planteada por un joven rico, Jesús responde con una mirada de amor y una invitación a la entrega total de sí, por amor de Dios. ¡Que este encuentro pueda contribuir a la respuesta generosa de cada delegado a la llamada y a los dones del Señor!

        Con este fin aseguro mi oración por toda la juventud y de corazón le envío a Usted, Venerado Hermano, y a cuantos participan en el Forum internacional, una especial Bendición Apostólica.

        En el Vaticano, a 20 de marzo de 2010

BENEDICTUS PP. XVI