Despedida de Benedicto XVI del personal de Castel Gandolfo
Palabras de despedida del Papa al personal religioso y civil de Castel Gandolfo, a quienes recibió en la Sala de los Suizos del Palacio Apostólico, antes de su regreso a la Ciudad del Vaticano.
Castel Gandolfo, jueves 1 de octubre de 2009.
Silos por dentro
El Gran Silencio
Los caminos de Jesús
El Siglo de las Reformas

Queridos hermanos y hermanas,

        está por concluirse también este año el periodo veraniego que habitualmente transcurro en la residencia de Castel Gandolfo. Estos meses me han dado la oportunidad de constatar desde cerca la generosa dedicación y el competente trabajo que prodigan tantas personas para asegurar toda asistencia a mí y a mis colaboradores, a los huéspedes y a los peregrinos que vienen a visitarme, especialmente el domingo para la cita habitual del Angelus. Por todo ello renuevo mi sincera gratitud a cada uno de vosotros, en el momento en que me despido de esta bella y encantadora localidad, a la que quiero.

        Saludo y agradezco ante todo al obispo de Albano Laziale, monseñor Marcello Semeraro, al párroco y a la comunidad parroquial de Castel Gandolfo, junto con las diversas comunidades religiosas que viven y trabajan aquí. A través de los diversos encuentros, he podido constatar la tensión espiritual que anima a toda la Iglesia local de Albano, a la que animo a progresar con renovado entusiasmo en el anuncio y en el testimonio del Evangelio.

        Dirijo un saludo deferente también al señor Alcalde y a los componentes de la Administración del Ayuntamiento, que siempre trabajan para facilitar mi estancia aquí en el Castillo. Al agradeceros por la fructífera colaboración que mantenéis durante todo el año con la Dirección de las Villas Pontificias, aprovecho con gusto esta ocasión para extender mis sentimientos de afecto y reconocimiento a toda la población de Castel Gandolfo.

        Me dirijo ahora a los dirigentes y a los trabajadores de los diversos servicios de la Gobernación, comenzando por el Cuerpo de la Gendarmería, la Floreria (servicio de organización de los actos papales, n.d.t.), los Servicios técnicos. Queridos amigos, también aquí en Castel Gandolfo puedo apreciar la abnegación que os distingue en vuestro trabajo al servicio del Sucesor de Pedro. Para vosotros y para vuestras familias aseguro un recuerdo constante en la oración. Dirijo con viva cordialidad mi saludo y mi reconocimiento también a la Guardia Suiza Pontificia, cuya presencia aquí en el Palacio apostólico y en los encuentros del Papa con los peregrinos contribuye visiblemente a ofrecer a los visitantes una acogida aún más eficiente.

        Un pensamiento de sincera gratitud va también a los funcionarios y a los agentes de las diversas Fuerzas del Orden italianas, por su constante colaboración, como también a los oficiales y aviadores del 31 escuadrón de la Aeronáutica Militar. Agradezco a todos su cualificado servicio, que contribuye a hacer serena mi permanencia y la de mis colaboradores, y que me es tan útil en mis desplazamientos en helicóptero.

        Queridos hermanos y hermanas, a todos una vez más os repito mi agradecimiento de verdadero corazón. Hoy la Iglesia recuerda a santa Teresita del Niño Jesús, carmelita del monasterio de Lisieux. Su testimonio muestra que sólo la palabra de Dios, acogida y comprendida en sus exigencias concretas, se convierte en fuente de vida renovada. A nuestra sociedad, a menudo permeada por una cultura racionalista y de difundido materialismo práctico, la pequeña Teresa de Lisieux indica, como respuesta a los grandes interrogantes de la existencia, el “pequeño camino”, que mira en cambio a lo esencial de las cosas. Es el sendero humilde del amor, capaz de envolver y de dar sentido y valor a toda circunstancia humana. Queridos amigos, seguid el ejemplo de esta santa; el camino recorrido por ella está al alcance de todos, porque es el camino de la confianza total en Dios, que es Amor y que nunca nos abandona.

        Gracias una vez más por vuestra presencia en este encuentro; gracias de modo especial a aquellos que se han hecho intérpretes de vuestros sentimientos. Os confío a todos a la intercesión maternal de la Virgen Santa, y os imparto de corazón la Bendición Apostólica, que extiendo a vuestras familias y seres queridos.