“Es necesario poner a los pobres en primer lugar”
Intervención del Papa Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus del 1 de enero, con los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.
Ciudad del Vaticano, 1 de enero de 2009.
Sombra y Luz I
La auténtica educación para la Ciudadanía
Un regalo del cielo
Pedro Antonio Urbina

Queridos hermanos y hermanas

        En este primer día del año, estoy contento de dirigiros a todos vosotros presentes en la Plaza de San Pedro y a cuantos están conectados mediante la radio y la televisión los más fervientes augurios de paz y de todo bien. Son augurios que la fe cristiana hace, por así decirlos, "afables", anclándolos en el acontecimiento que estamos celebrando en estos días: la Encarnación del Verbo de Dios, nacido de la Virgen María. En efecto, con la gracia del Señor -y solo con ella- podemos siempre esperar de nuevo que el futuro sea mejor que el pasado. No se trata, de hecho, de confiar en una suerte más favorable, o en los modernos entresijos del mercado y de las finanzas, sino de esforzarse en ser nosotros mismos un poco más buenos y responsables, para poder contar con la benevolencia del Señor. Y estos siempre es posible, porque "Dios nos ha hablado por medio del Hijo" (Hb 1,2) y continuamente nos habla, mediante la predicación del Evangelio y mediante la voz de nuestra conciencia. En Jesucristo se ha mostrado a todos los hombres el camino de la salvación, que es ante todo de una redención espiritual, pero que abarca todo lo humano, comprendiendo también la dimensión social e histórica.

        Por eso, mientras celebra la divina Maternidad de María Santísima, la Iglesia, en esta que es desde hace más de 40 años la Jornada Mundial de la Paz, indica a todos a Jesucristo como Príncipe de la Paz. Según la tradición iniciada por el siervo de Dios Papa Pablo VI, he escrito para esta circunstancia un Mensaje especial, eligiendo como tema "Combatir la pobreza, construir la paz". De esta forma deseo una vez más ponerme en diálogo con los responsables de las naciones y de los organismos internacionales, ofreciendo la contribución de la Iglesia católica para la promoción de un orden mundial digno del hombre. Al inicio de un nuevo año, mi primer objetivo es precisamnete el de invitar a todos, gobernantes y simples ciudadanos, a no desanimarse frente a las dificultades y los fracasos, sino de renovar su compromiso. La segunda parte del 2008 ha hecho emerger una crisis económica de vastas proporciones. Esta crisis debe leerse en profundidad, como un síntoma grave que requiere intervenir en las causas. No basta -como diría Jesús- poner remiendos nuevos en un vestido viejo (cfr Mc 2,21). Poner a los pobres en primer lugar significa pasar decididamente a esa solidaridad global que ya Juan Pablo II había indicado como necesaria, concertando las potencialidades del mercado con las de la sociedad civil (cfr Mensaje, 12), en el respeto constante de la legalidad y tendiendo siempre al bien común.

        Jesucristo no ha organizado campañas contra la pobreza, pero anunció a los pobres el Evangelio, para un rescate completo de la miseria moral y material. Lo mismo hace la Iglesia, con su obra incesante de evangelización y promoción humana. Invoquemos a la Virgen María, Madre de Dios, para que ayude a todos los hombres a caminar juntos en la Vía de la Paz.