“Es necesario promover un turismo solidario y respetuoso con la Creación”
Texto íntegro de la audiencia concedida por Benedicto XVI a los participantes en el encuentro promovido por el Centro Turístico Juvenil (CTG) de Italia y por la Oficina Internacional de Turismo Social (BITS) con motivo de la Jornada Mundial del Turismo.
Castel Gandolfo, 27 de septiembre de 2008.
La Muerte
José Javier Esparza
El Evangelio en imágenes
Jean-François Kieffer, Christine Ponsard
Hipótesis sobre María
Vittorio Messori
El último cruzado
Louis de Wohl
Jesús de Nazaret

Señor cardenal,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos amigos,

        Os acojo con alegría y os doy mi cordial bienvenida. Agradezco al cardenal Martino, presidente del Consejo Pontificio para los Migrantes e Itinerantes, por haberme ilustrado las motivaciones del encuentro de hoy, y haberse hecho intérprete también de vuestros sentimientos. Saludo al arzobispo Agostino Marchetto, secretario del mismo dicasterio dedicado a la pastoral de la movilidad humana, en la que también entra la pastoral de turismo. Mi saludo se extiende a la señora Maria Pia Bertolucci y a monseñor Guido Lucchiari, presidenta y consultor eclesiástico respectivamente del Centro Turistico Giovanile (CTG), principal artífice de esta visita, y al doctor Norberto Tonini, Presidente del Internazionale del Turismo Sociale (BITS), que se ha asociado a la iniciativa. Un afectuoso saludo a todos vosotros aquí presentes.

        Nuestro encuentro tiene lugar con ocasión de la celebración hoy de la Jornada Mundial del Turismo. El tema de este año, "El turismo afronta el desafío del cambio climático", indica una problemática de gran actualidad, que hace referencia al potencial del sector turístico respecto al estado del planeta y del bienestar de la humanidad. Vuestras dos instituciones ya están trabajando en un turismo atento a la promoción integral de la persona, en una visión de sostenibilidad y de solidaridad, y esto hace de vosotros actores cualificados a la hora de custodiar y valorar responsablemente los recursos de la Creación, inmenso don de Dios a la humanidad.

        La humanidad tiene el deber de proteger este tesoro y de empeñarse contra el uso indiscriminado de los bienes de la tierra. Sin un adecuado límite ético y moral, el comportamiento humano puede efectivamente transformarse en una amenaza y un desafío. La experiencia enseña que la gestión responsable de la Creación forma parte, o así debería ser, de una economía sana y sostenible del turismo. Al contrario, el uso el uso impropio de la naturaleza y el abuso infligido a la cultura de las poblaciones locales dañan también al turismo. Aprender a respetar el medio ambiente enseña también a respetar a los demás y a sí mismos. Ya en el 1991, en la Encíclica Centesimus annus, mi amado predecesor Juan Pablo II había denunciado el consume excesivo y arbitrario de los recursos, recordando que el hombre es colaborador de Dios en la obra de la Creación y no puede ponerse en lugar de Él. Subrayó también que la humanidad de hoy debe "ser consciente de sus deberes y obligaciones hacia las generaciones futuras" (n. 37).

        Es necesario por tanto, sobre todo es el ámbito del turismo, gran usuario de la naturaleza, que tiendan a una gestión equilibrada de nuestro habitat, de la que es nuestra casa común y lo será para cuantos vendrán después de nosotros. La degradación del ambiente sólo puede frenarse con una cultura adecuada del comportamiento, que incluya estilos de vida más sobrios. De ahí la importancia, como he recordado recientemente, de educar en una ética de la responsabilidad y de proceder a "hacer las propuestas más constructivas para garantizar el bienestar de las generaciones futuras (Discurso en el Elíseo, L'Osservatore Romano, 13 de septiembre de 2008, p. 8).

        Además, la Iglesia comparte con vuestras Instituciones y otras Organizaciones similares el empeño para difundir el llamado "turismo social", que promueve la participación de las clases más débiles y que puede ser un instrumento de lucha válido contra la pobreza y la fragilidad, creando empleos, custodiando los recursos y promoviendo la igualdad. Este turismo representa un motivo de esperanza en un mundo en el que se acentúan las distancias entre quien tiene de todo y quienes sufren el hambre, la carestía y la sequía. Auguro que la reflexión con ocasión de esta Jornada Mundial del Turismo, gracias al tema propuesto, consiga influenciar positivamente el estilo de vida de tantos turistas, de modo que cada uno de su contribución al bienestar de todos, que resulta ser en definitiva el de cada uno.

        Dirijo, finalmente, una invitación a los jóvenes para que, a través de vuestras Instituciones, apoyen y sean actores de comportamientos dirigidos al aprecio de la naturaleza y a su defensa, en una perspectiva ecológica correcta, como he subrayado muchas veces con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney, el pasado mes de julio. Compete también a las nuevas generaciones promover un turismo sano y solidario, que prohíba el consumismo y el despilfarro de los recursos de la tierra, para dejar espacio a gestos de solidaridad y amistad, de conocimiento y comprensión. De este modo el turismo puede convertirse en un instrumento privilegiado de educación para la convivencia pacífica. Dios os ayude en vuestro trabajo. Por parte mía, estad seguros, os prometo un recuerdo en la oración, mientras imparto con afecto la Bendición Apostólica a vosotros aquí presentes, a vuestros seres queridos y a los miembros de vuestras beneméritas instituciones.