Benedicto XVI pide oraciones por las «múltiples vocaciones que existen en la Iglesia»
Intervención que pronunció Benedicto XVI el domingo al rezar la oración mariana del «Regina Caeli» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Ciudad del Vaticano, 13 abril 2008.
El último cruzado
Louis de Wohl
Dentro de cinco horas veré a Jesús
Jacques Fesch
El torrente oculto
Ronald A. Knox
Vencer el miedo
Magdi Allam

Queridos hermanos y hermanas:

        En este cuarto domingo de Pascua, en el que la liturgia nos presenta a Jesús como Buen Pastor, se celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En todos los continentes, las comunidades eclesiales invocan unidas al Señor para pedirle numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, a l! a vida consagrada y misionera, y al matrimonio cristiano, meditando sobre el tema: «Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión». Este año la Jornada de Oración por las Vocaciones 2008 se enmarca en la perspectiva del Año Paulino, que comenzará el 28 de junio próximo para celebrar los dos mil años del nacimiento del apóstol Pablo, el misionero por excelencia.

        Según la experiencia del apóstol de las gentes, a quien el Señor llamó para ser «ministro del Evangelio», vocación y misión son inseparables. Constituye, por tanto, un modelo para todo cristiano, en particular, para los misioneros ad vitam, es decir, esos hombres y mujeres que se dedican totalmente a anunciar a Cristo a quienes todav&ia! cute;a no le han conocido: una vocación que sigue manteniendo toda su validez.

        Este servicio misionero lo desempeñan, en primer lugar, los sacerdotes, al ofrecer la Palabra de Dios y los sacramentos, y al manifestar con su caridad pastoral hacia todos, sobre todo a los enfermos, a los pequeños, y a los pobres, la presencia sanadora de Jesucristo. Damos gracias a Dios por estos hermanos nuestros que se entregan sin reservas en el ministerio pastoral, sellando en ocasiones su fidelidad a Cristo con el sacrificio de la vida, como les sucedió ayer a dos religiosos asesinados en Guinea y Kenia. A ellos se dirige nuestra agradecida admiración, junto con al oración de sufragio.

        Recemos también para que sea más numeroso el número de quienes deciden vivir radicalmente el Evangelio a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia: hombres y mujeres que tienen un papel primario en la evangelización. Algunos de ellos se dedican a la contemplación y a la oración, otros a una multiforme acción educativa y caritativa. Todos, sin embargo, están unidos por un mismo objetivo: testimoniar la primacía de Dios sobre todo y difundir su Reino en todo ámbito de la sociedad.

        Muchos de ellos, como escribió el siervo de Dios Pablo VI, «son emprendedores y su apostolado está frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan admiración. Son generosos: se les encuentra no raras veces en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su santidad y su propia vida» (exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 69).

        Por último, no hay q! ue olvidar que el matrimonio cristiano también es una vocación misionera: los cónyuges, de hecho, están llamados a vivir el Evangelio en las familias, en los ambientes de trabajo, en las comunidades parroquiales y civiles. En ciertos casos, además, ofrecen su preciosa colaboración a la misión ad gentes.

        Queridos hermanos y hermanas: invoquemos la maternal protección de Maria sobre las múltiples vocaciones que existen en la Iglesia para que se desarrollen con un intenso carácter misionero. A ella, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz, le encomiendo también la especial experiencia misionera que viviré en los próximos días con el viaje apostólico a los Estados Unidos y la visita a la ONU, mientras os pido a todos vosotros que me acompañéis con vuestra oración.