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[En inglés:] Queridos hermanos y hermanas de los Estados Unidos de América: ¡La gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo estén con todos vosotros! En unos pocos días, comenzaré mi visita apostólica a vuestro amado país. Antes de partir deseo enviaros un cordial saludo y una invitación a la plegaria. Como sabéis, sólo podré visitar dos ciudades: Washington y Nueva York. Ahora bien, la intención de mi viaje es abrazar espiritualmente a todos los católicos que viven en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, deseo profundamente que mi presencia entre vosotros sea vista como una expresión de fraternidad hacia cada una de las comunidades eclesiales, y como signo de amistad hacia todos los miembros de otras tradiciones religiosas y hacia todos los hombres y mujeres de buena voluntad. El Señor resucitado ha encomendado a los apóstoles y a la iglesia su Evangelio de amor y de paz para que sea transmitido a todos los pueblos. En este momento quisiera añadir unas palabras de agradecimiento, porque soy consciente de que muchas personas han estado trabajando con esfuerzo y durante mucho tiempo, tanto en el ámbito eclesial como en el civil, para preparar mi viaje. Doy las ! gracias a todos los que han rezado por el éxito de la visita, dado que la oración es lo más importante. Queridos amigos, os estoy profundamente agradecido, porque estoy convencido - así nos lo enseña la Fe- que sin la fuerza de la oración, sin la íntima unión con el Señor, bien poco valen nuestras humanas iniciativas. Es Dios quien nos salva, salva al mundo y a la historia. Es el pastor de su pueblo. Y yo vengo, enviado por Jesucristo, a llevar su palabra de vida. Junto a vuestros obispos he elegido como tema de mi viaje tres sencillas, pero esenciales palabras: «Cristo, nuestra esperanza». Siguiendo las huellas de mis venerados predecesores, Pablo VI y Juan Pablo II, por primera vez iré como Papa a los Estados Unidos de América, para proclamar esta gran verdad: Jesucristo es la esperanza para los hombres y las mujeres de toda lengua, raza, cultura, y condición social. S&! iacute;, Cristo es el rostro de Dios presente entre nosotros. Gracias a Él nuestra vida alcanza su plenitud y juntos, como individuos y pueblos, podemos formar una familia unida por el amor fraterno, según el eterno designio de Dios Padre. ¡Sé bien hasta qué punto está arraigado en vuestro país este mensaje del Evangelio! Vengo a compartirlo con vosotros en una serie de celebraciones y en encuentros. Llevaré el mensaje de la experiencia cristiana también a la gran asamblea de la Naciones Unidas, a los representantes de los pueblos del mundo. En efecto, el mundo tiene más que nunca necesidad de la esperanza: esperanza de paz, de justicia, de libertad, pero no podrá realizar esta esperanza sin obedecer a la ley de Dios, que Cristo llevó a su cumplimiento con el mandamiento del amor mutuo. Haz a los otros lo que quieres que ellos te hagan a ti, no les hagas lo que no quieras que ellos te hag! an a ti. Esta «regla de oro» se encuentra en la Biblia pero es válida para todos, incluso para los no creyentes. Es la ley escrita en el corazón humano, y en ella podemos reencontrarnos todos, de modo que el encuentro de las diferencias sea positivo y constructivo para toda la comunidad humana. [En español:] Dirijo un cordial saludo a los católicos de lengua española y les manifiesto mi cercanía espiritual, en particular a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los que pasan por dificultades o se sienten más necesitados. Les expreso mi vivo deseo de poder estar pronto con Ustedes en esa querida Nación. Mientras tanto, les aliento a orar intensamente por los frutos pastorales de mi inminente viaje apostólico y a mantener en alto la llama de la esperanza en Cristo Resucitado. [En inglés:] Queridos hermanos y hermanas, queridos amigos ! que vivís en los Estados Unidos. ¡Tengo un gran deseo de estar con vosotros! Quiero deciros que, aunque mi itinerario sea breve, con unos pocos compromisos, mi corazón estará junto a todos, especialmente junto a los enfermos, a los débiles y a los que están solos. Os doy de nuevo las gracias por vuestro apoyo espiritual en mi misión. A cada uno hago llegar mi afecto, mientras invoco para vosotros la materna protección de bienaventurada Virgen María. [En español:] Que la Virgen María les acompañe y proteja. Que Dios les bendiga. [En ingles:] Que Dios os bendiga. | ||||||||||||||||||||
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