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Queridos jóvenes universitarios: Al final de esta vigilia mariana con gran alegría os saludo a todos los que estáis aquí presentes y a quienes participáis con la oración a través de conexiones por satélite. Saludo con reconocimiento a los cardenales y obispos, en particular a los que han presidido el rezo del rosario en las sedes conectadas: Aparecida en Brasil, Aviñón en Francia, Bucarest en Rumanía, Ciudad de México en México, La Habana en Cuba, Loja en Ecuador, Minsk en Bielorrusia, Nápoles en Italia, Toledo en España y Washington en los Estados Unidos. Cinco sedes en Europa y cinco en las Américas. De hecho, esta iniciativa tiene por tema: «Europa y las América unidas para construir la civilización del amor». Y precisamente sobre este tema se ha celebrado en estos días, en la Universidad Gregoriana, un congreso, a cuyos participantes dirijo un cordial saludo. Es adecuada la decisión de subrayar por turnos la relación entre Europa y otro continente, en una perspectiva de esperanza. Hace dos años, Europa y África; el año pasado Europa y Asia; este año Europa y América. El cristianismo constituye un lazo fuerte y profundo entre el así llamado viejo continente y el que ha sido llamado «nuevo mundo». Basta pensar en el puesto fundamental que desempeñan la Sagrada Escritura y la Liturgia cristiana en la cultura en el arte de los pueblos europeos y de los americanos. Por desgracia, sin embargo, la así llamada «civilización occidental» ha perdido en parte su inspiración evangélica. Por tanto, se impone una honesta y sincera reflexión, un examen de conciencia. Es necesario discernir entre lo que constituye la «civilización del amor», según el designio de Dios revelado en Jesucristo, y lo que se opone a ella. Me dirijo ahora a vosotros, queridos jóvenes. Los jóvenes siempre han sido en la historia de Europa y de las América, promotores de empuje evangélico. Basta pensar en jóvenes como san Benito de Nursia, san Francisco de Asís y el beato Karl Leisner, en Europa; al igual que en san Martín de Porres, santa Rosa de Lima y la beata Kateri Tekakwitha, en América. ¡Jóvenes constructores de la civilización del amor! Dios os llama hoy, jóvenes europeos y estadounidenses, a cooperar, junto con vuestros coetáneos de todo el mundo, pa! ra que la savia del Evangelio renueve la civilización de estos dos continentes y de toda la humanidad. Las grandes ciudades europeas y americanas son cada vez más cosmopolitas, pero con frecuencia les falta esta savia capaz de hacer que las diferencias no sean motivo de división o de conflicto, sino más bien de enriquecimiento recíproco. La civilización del amor es «convivialidad», es decir, convivencia respetuosa, pacífica y gozosa de las diferencias en nombre de un proyecto común, que el beato Papa Juan XXIII fundamentaba sobre los cuatro pilares del amor, de la verdad, de la libertad y de la justicia. Esta es la consigna que hoy os encomiendo, queridos amigos: sed discípulos y testigos del Evangelio, pues el Evangelio es la buena semilla del Reino de Dios, es decir, de la civilización del amor. ¡Sed constructores de paz y de unidad! Signo de esta unidad católica, es! decir, universal e íntegra en los contenidos de la fe cristiana que nos une a todos, es la iniciativa de entregaros a cada uno de vosotros el texto de la encíclica Spe salvi, en un CD en cinco idiomas. Que la Virgen María vele por vosotros, por vuestras familias y por todos vuestros seres queridos. | ||||||||||||||
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