Palabras del Papa a universitarios de Europa y de las Américas
Intervención que pronunció Benedicto XVI en la tarde del sábado al rezar el rosario junto a los universitarios reunidos en el Aula Pablo VI como motivo de la VI Jornada Europea de los Universitarios, promovida por el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa y de la Oficina para la Pastoral Universitaria de la diócesis de Roma sobre el tema «Europa y América unidas para construir la civilización del amor».
Al encuentro se unieron gracias al satélite universitarios de Toledo (España), Aparecida (Brasil), Loja (Ecuador), Nápoles (Italia), La Habana (Cuba), Ciudad de México (México), Aviñón (Francia), Washington (Estados Unidos); Bucarest (Rumanía) y Minsk (Bielorrusia).
Ciudad del Vaticano, 1 marzo 2008.
Hipótesis sobre María
Vittorio Messori
La anunciación a María
Paul Claudel
Dicen que ha resucitado
Vittorio Messori
Vía Crucis para niños (y no tan niños)
Guillermo Urbizu

Queridos jóvenes universitarios:

        Al final de esta vigilia mariana con gran alegría os saludo a todos los que estáis aquí presentes y a quienes participáis con la oración a través de conexiones por satélite. Saludo con reconocimiento a los cardenales y obispos, en particular a los que han presidido el rezo del rosario en las sedes conectadas: Aparecida en Brasil, Aviñón en Francia, Bucarest en Rumanía, Ciudad de México en México, La Habana en Cuba, Loja en Ecuador, Minsk en Bielorrusia, Nápoles en Italia, Toledo en España y Washington en los Estados Unidos. Cinco sedes en Europa y cinco en las Américas. De hecho, esta iniciativa tiene por tema: «Europa y las América unidas para construir la civilización del amor». Y precisamente sobre este tema se ha celebrado en estos días, en la Universidad Gregoriana, un congreso, a cuyos participantes dirijo un cordial saludo.

        Es adecuada la decisión de subrayar por turnos la relación entre Europa y otro continente, en una perspectiva de esperanza. Hace dos años, Europa y África; el año pasado Europa y Asia; este año Europa y América. El cristianismo constituye un lazo fuerte y profundo entre el así llamado viejo continente y el que ha sido llamado «nuevo mundo». Basta pensar en el puesto fundamental que desempeñan la Sagrada Escritura y la Liturgia cristiana en la cultura en el arte de los pueblos europeos y de los americanos. Por desgracia, sin embargo, la así llamada «civilización occidental» ha perdido en parte su inspiración evangélica.

        Por tanto, se impone una honesta y sincera reflexión, un examen de conciencia. Es necesario discernir entre lo que constituye la «civilización del amor», según el designio de Dios revelado en Jesucristo, y lo que se opone a ella.

        Me dirijo ahora a vosotros, queridos jóvenes. Los jóvenes siempre han sido en la historia de Europa y de las América, promotores de empuje evangélico. Basta pensar en jóvenes como san Benito de Nursia, san Francisco de Asís y el beato Karl Leisner, en Europa; al igual que en san Martín de Porres, santa Rosa de Lima y la beata Kateri Tekakwitha, en América.

        ¡Jóvenes constructores de la civilización del amor! Dios os llama hoy, jóvenes europeos y estadounidenses, a cooperar, junto con vuestros coetáneos de todo el mundo, pa! ra que la savia del Evangelio renueve la civilización de estos dos continentes y de toda la humanidad.

        Las grandes ciudades europeas y americanas son cada vez más cosmopolitas, pero con frecuencia les falta esta savia capaz de hacer que las diferencias no sean motivo de división o de conflicto, sino más bien de enriquecimiento recíproco. La civilización del amor es «convivialidad», es decir, convivencia respetuosa, pacífica y gozosa de las diferencias en nombre de un proyecto común, que el beato Papa Juan XXIII fundamentaba sobre los cuatro pilares del amor, de la verdad, de la libertad y de la justicia.

        Esta es la consigna que hoy os encomiendo, queridos amigos: sed discípulos y testigos del Evangelio, pues el Evangelio es la buena semilla del Reino de Dios, es decir, de la civilización del amor. ¡Sed constructores de paz y de unidad! Signo de esta unidad católica, es! decir, universal e íntegra en los contenidos de la fe cristiana que nos une a todos, es la iniciativa de entregaros a cada uno de vosotros el texto de la encíclica Spe salvi, en un CD en cinco idiomas. Que la Virgen María vele por vosotros, por vuestras familias y por todos vuestros seres queridos.