El Papa con el clero de Roma (V).
Sobre la unión entre vida pastoral y espiritual
En su encuentro con los sacerdotes de Roma, el 22 de febrero, Benedicto XVI mantuvo una sesión de preguntas y respuestas. Ofrecemos la respuesta del Papa a la tercera pregunta sobre la unión entre vida pastoral y espiritual.
Ciudad del Vaticano, 22 de febrero de 2007.
La elección de Dios: Benedicto XVI y el futuro de la Iglesia
El sábado de la historia
Joseph Ratzinger y William Congdon

        El párroco de San Gelasio, parroquia encomendada a la Comunidad "Misión Iglesia mundo" señaló la importancia de desarrollar una unicidad entre la vida espiritual y la vida pastoral, que no es una técnica organizativa, pero que coincide con la vida misma de la Iglesia, y preguntó al Santo Padre cómo hacer pasar en el pueblo de Dios el concepto de la pastoral como verdadera vida de la Iglesia y cómo hacer para que la pastoral se nutra cada vez más de la eclesiología conciliar.

        Me parece que son preguntas diversas. Una pregunta es cómo inspirar la parroquia en la eclesiología conciliar, hacer vivir a los fieles esta eclesiología; otra es cómo debemos actuar y hacer que en nosotros mismos el trabajo pastoral se convierta en espiritual. Comencemos por esta última pregunta. Una cierta tensión entre lo que debo absolutamente hacer y cuáles reservas espirituales debo tener existe siempre. Lo veo también en san Agustín, que se lamenta en sus predicaciones; ya lo he citado: me gustaría tanto vivir con la palabra de Dios, pero desde la mañana hasta la noche debo estar con vosotros. Sin embargo, san Agustín encuentra este equilibrio estando siempre a disposición, pero reservándose también momentos de oración, de meditación de la sagrada Palabra, porque, de lo contrario, no podría decir nada. En particular, quisiera subrayar aquí cuanto usted ha dicho acerca de que la pastoral no debería ser jamás una simple estrategia, un trabajo administrativo, sino que debería ser siempre un trabajo espiritual. Ciertamente, no puede faltar tampoco del todo lo otro, porque estamos en esta tierra y estos problemas existen: cómo administrar bien el dinero, etc.; también este es un aspecto que no se puede descuidar totalmente.

        El acento se debe poner fundamentalmente en que el ser pastor es en sí mismo un acto espiritual. Usted ha hecho alusión justamente al evangelio de san Juan, capítulo 10, donde el Señor se define como buen Pastor. Y como primer momento definitivo, Jesús dice que el pastor precede, es decir, muestra el camino, hace antes lo que deben hacer los demás, emprende antes el camino, que es el camino para los demás. El pastor precede. Esto quiere decir que él mismo vive ante todo la palabra de Dios: es un hombre de oración, es hombre de perdón, es hombre que recibe y celebra los sacramentos como actos de oración y de encuentro con el Señor. Es un hombre de caridad, vivida y realizada. Y así todos los simples actos de coloquios, encuentros, todo lo que se debe hacer, se convierten en actos espirituales en comunión con Cristo. Su "pro omnibus" se convierte en nuestro "pro meis".

        De esta forma es como precede, y me parece que en este preceder ya se ha dicho lo esencial. El capítulo 10 de san Juan refiere también que Jesús nos precede entregándose a sí mismo en la cruz. Y esto es también inevitable para el sacerdote. Este ofrecerse a sí mismo es una participación en la cruz de Cristo, y gracias a esto también nosotros podemos consolar de modo creíble a los que sufren, estar con los pobres, con los marginados, etc.

        Por tanto, en este programa que usted ha desarrollado, la espiritualización del trabajo diario de la pastoral es fundamental. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero debemos intentarlo; y para poder espiritualizar nuestro trabajo, debemos seguir de nuevo al Señor. Los evangelios nos dicen que de día trabajaba y por la noche estaba en el monte, con el Padre, y rezaba. Debo confesar aquí mi debilidad: por la noche no puedo rezar; por la noche quisiera dormir. Sin embargo, se requiere un poco de tiempo libre para el Señor: la celebración de la misa, la oración de la liturgia de las Horas y la meditación diaria, aunque sea breve, y luego la liturgia y el rosario. Este coloquio personal con la palabra de Dios es importante; y sólo así podemos tener las reservas para responder a las exigencias de la vida pastoral.

        Segundo punto: usted ha subrayado justamente la eclesiología del Concilio. Me parece que esta eclesiología la debemos interiorizar aún mucho más, sea la de la “Lumen gentium”, sea la de la “Ad gentes”, que es también un documento eclesiológico, sea también la de los documentos menores, y la de la “Dei Verbum”. Interiorizando esta visión también podemos atraer a nuestro pueblo hacia ella, para que comprenda que la Iglesia no es simplemente una gran estructura, una de esas entidades supranacionales que existen. La Iglesia, aun siendo un cuerpo, es cuerpo de Cristo y, por tanto, un cuerpo espiritual, como dice san Pablo. Es una realidad espiritual. Esto me parece muy importante: que la gente pueda ver que la Iglesia no es una organización supranacional, que no es un cuerpo administrativo o de poder, que no es una agencia social —aunque haga un trabajo social y supranacional—, sino que es un cuerpo espiritual.

        Me parece que al rezar con el pueblo, al escuchar juntos la palabra de Dios, al celebrar los sacramentos, al actuar con Cristo en la caridad, etc., pero sobre todo en las homilías debemos transmitir esta visión. En este sentido, creo que la homilía sigue siendo una ocasión maravillosa para estar cerca de la gente y comunicar la espiritualidad enseñada por el Concilio, y así creo que si la homilía ha crecido en la oración, en la escucha de la palabra de Dios, es comunicación del contenido de la palabra de Dios. El Concilio llega realmente a nuestra gente, no los fragmentos de prensa que han dado una imagen equivocada del Concilio, sino la verdadera realidad espiritual del Concilio. Y así, con el Concilio y con el espíritu del Concilio, interiorizando su visión, debemos aprender siempre de nuevo la palabra de Dios. Haciendo esto, podemos comunicarnos también con nuestra gente, y así hacer realmente un trabajo pastoral y espiritual.