Homenaje del Papa a la Inmaculada en la Plaza de España
Meditación que pronunció Benedicto XVI el viernes, solemnidad de la Inmaculada Concepción, durante el homenaje que rindió a la Virgen ante su estatua de la Plaza de España, en el centro de Roma.
Ciudad del Vaticano, 8 de diciembre 2006.
La sal de la tierra: quién es y cómo piensa Benedicto XVI (4ª ed.)

María, Virgen Inmaculada:

        Este año también nos volvemos a encontrar con amor filial a los pies de tu imagen para renovarte el homenaje de la comunidad cristiana y de la ciudad de Roma. Venimos en oración, siguiendo la tradición inaugurada por los Papas precedentes, en el día solemne en el que la liturgia celebra tu Inmaculada Concepción, misterio que es fuente de alegría y de esperanza para todos los redimidos.

        Te saludamos y te invocamos con las palabras del ángel: «llena de gracia» (Lucas 1,28), el nombre más bello con el que el mismo Dios te llamó desde la eternidad.

        «Llena de gracia» eres tú, María, llena del amor divino desde el primer instante de tu existencia providencialmente predestinada a ser la Madre del Redentor, e íntimamente asociada a Él en el misterio de la salvación. En tu Inmaculada Concepción resplandece la vocación de los discípulos de Cristo, llamados a convertirse, con su gracia, en santos e inmaculados por el amor (Cf. Efesios 1, 4). En ti brilla la dignidad de todo ser humano, que siempre es precioso a los ojos del Creador. Quien te dirige la mirada, Madre totalmente santa, no pierde la serenidad, por más duras que sean las pruebas de la vida. Si bien la experiencia del pecado es triste, pues ensucia la dignidad de los hijos de Dios, quien recurre a ti redescubre la belleza de la verdad y del amor, y vuelve a encontrar el camino que lleva a la casa del Padre.

        «Llena de gracia» eres tú, Maria, quien al acoger con tu «sí» los proyectos del Creador, nos abriste el camino de la salvación. Enséñanos a pronunciar también nuestro «sí» a la voluntad del Señor. Un «sí» que se une a tu «sí» sin reservas y sin sombras, del que ha querido tener necesidad el Padre para generar al Hombre nuevo, Cristo, único salvador del mundo y de la historia.

        Danos la valentía para decir «no» a los engaños del poder, del dinero, del placer; a las ganancias deshonestas, a la corrupción y a la hipocresía, al egoísmo y a la violencia. «No» al Maligno, príncipe mentiroso de este mundo. «Sí» a Cristo, que destruye la potencia del mal con la omnipotencia del amor. Nosotros sabemos que sólo los corazones convertidos al Amor, que es Dios, pueden construir un futuro mejor para todos.

        ¡«Llena de gracia» eres tú, María! Tu nombre es para todas las generaciones prenda de esperanza segura. Sí, porque como escribe el sumo poeta Dante, para nosotros, los mortales, Tú «eres de la esperanza fuente viva» («Paraíso», XXXIII, 12). Volvemos a recurrir a esta fuente, al manantial de tu Corazón inmaculado, como peregrinos confiados para sacar fe y consuelo, alegría y amor, seguridad y paz.

        Virgen «llena de gracia», muéstrate Madre tierna y cariñosa con los habitantes de esta tu ciudad, para que el auténtico espíritu evangélico los anime y oriente sus comportamientos; muéstrate Madre y guardiana vigilante de Italia y Europa, para que de las antiguas raíces cristianas los pueblos sepan tomar la linfa para construir su presente y su futuro; muéstrate Madre próvida y misericordiosa hacia el mundo entero para que, respetando la dignidad humana y rechazando toda forma de violencia y de explotación, se sienten bases firmes para la civilización del amor.

        Muestra que eres Madre especialmente de los más necesitados: de los indefensos, de los marginados y los excluidos, de las víctimas de una sociedad que con frecuencia sacrifica al hombre por otros fines e intereses.

        ¡Muestra que eres Madre de todos, María, y danos a Cristo, esperanza del mundo! «Monstra Te esse Matrem», Virgen Inmaculada, ¡llena de gracia! ¡Amén!.