EXAMEN DE CONCIENCIA

Salvador Canals, Ascética meditada, Ediciones Rialp, 1962

"Acaba siempre tu examen con un acto de Amor –dolor de Amor–: por ti, por todos los pecados de los hombres... ––Y considera el cuidado paternal de Dios, que te quitó los obstáculos para que no tropezases."

San Josemaría Escrivá, Camino, n.º 246.


Abierto ante metros ojos

         En la silenciosa hora del examen de conciencia me gusta mucho meditar y vivir estas palabras de la secuencia de la Misa de Difuntos: Liber scriptus proferetur in quo totum continetur. Será leído el libro escrito que lo contiene todo.

         En el momento de nuestro encuentro con Jesús pasarán rápidamente ante nuestros ojos la páginas del libro de nuestra vida, en el cual estará escrito todo lo que hicimos durante nuestros días terrenales.

         Y así, para no tener sorpresas en el último momento, a mí me gusta mucho, amigo mio, coger con mis propias manos ese libro que, mientras vivo, voy, quiera o no, escribiendo. Me gusta cogerlo, abrirlo y ponerlo ante los ojos de mi alma.¡Qué fácil y qué útil es esto en el momento de la oración, en el momento de examinar la propia conciencia!

No sabemos

         Acostumbro entonces a pensar que cada dia de mi vida es una página de este libro; y cuando empiezo a vivir una jornada me hallo ante una hoja de papel en blanco. Y a veces recorro velozmente todas las hojas escritas y dejo volar también las páginas blancas, esas sobre las cuales nada he escrito aún, porque todavía no ha llegado el momento. Y siempre, misteriosamente, se me quedan algunas entre los dedos de las manos, esas mismas que no sé si llegaré a escribir, porque no sé cuándo me pondrá el Señor por última vez ese libro ante los ojos.

Deseo y esperanza

         Y estas páginas blancas que empezamos a garabatear cada día, a mí me gusta encabezarlas con una sola palabra: Serviam!, ¡serviré!, que es un deseo y una esperanza.

         Deseo, porque sinceramente quiero que toda la página tenga ese sentido. Quiero, efectivamente, servir a Dios escribiendo derecho y escribiendo lo que El quiere. Esperanza, porque con la gracia de Dios, confío en hacer todo lo que deseo.

Toda mi actividad vivida entre presencia de Dios

         Después de este comienzo –deseo y esperanza–, quiero trazar palabras y frases, componer párrafos y llenar la hoja con una escritura clara y nítida. Lo cual no es más que el trabajo, la oración, el apostolado; es decir, toda la actividad de mi jornada.

         Procuro atender mucho a la puntuación, que es el ejercicio de la presencia de Dios. Esas pausas, que son como comas, o como puntos y comas, o como dos puntos, cuando son más largas, representan el silencio del alma y las jaculatorias con las cuales me esfuerzo en dar significado y sentido sobrenatural a todo lo que escribo.

         Me agradan mucho los puntos y más todavía los puntos y aparte, con los cuales me parece que cada vez vuelvo a empezar a escribir: son como esbozos de gestos mediante los cuales rectifico mi intención y digo al Señor que vuelvo a empezar –nunc coepi!–, que vuelvo a empezar con la voluntad recta de servirlo y de dedicarle mi vida, momento por momento, minuto por minuto.

Que no falte

         Pongo también mucha atención en los acentos, que son las pequeñas mortificaciones por medio de las cuales mi vida y mi trabajo adquieren un significado verdaderamente cristiano.

         Una palabra no acentuada es una ocasión en la que no supe vivir cristianamente la mortificación que el Señor me enviaba, la que El me había preparado con amor, la que El deseaba que yo encontrara y que abrazase a gusto.

No importa demasiado

         Me esfuerzo porque no haya tachaduras, equivocaciones o manchas de tinta, ni espacios en blanco, pero...¡cuántos hay! Son las infidelidades, las imperfecciones, los pecados... y las omisiones. Me duele mucho ver que no hay casi ninguna página en donde no haya dejado huella mi torpeza y mi falta de habilidad.

         Pero me consuelo y me tranquilizo pronto, pensando que soy un niño pequeño que todava no sabe escribir y que tiene necesidad de una falsilla para no torcerse y de un maestro que le lleve la mano para que no escriba tonterías –¡qué buen Maestro es Dios nuestro Señor!, ¡qué inmensa paciencia tiene conmigo!

La íntima ilusión

         Otras veces me divierto, al repasar las primeras páginas de este libro, borrajeadas cuando no sabía hacer más que palotes; y las que siguen, en las que no hay más que letras, grandes y deformes, trazadas con mano poco segura: y esas otras en las que hay ya palabras y frases; y las más recientes que cobijan línea tras línea de nutrida escritura.

         Quisiera, Señor, aprender a escribir este libro; aprender a dejarme guiar la mano por tu mano divina, para cumplir de este modo en todo momento tu voluntad.

         Y quisiera llenar cada una de esta páginas con expresiones henchidas de afecto y de amor sincero, o, por lo menos, cuando no haya sabido escribir lo que debía, con manifestaciones de contrición serenas y sinceras.

Examen diario

         Me duele, o me consuela, este juego del libro. ¿Quieres, amigo mío, que aprendamos a entretenernos cada día, sinceramente, con profundidad y perseverancia, en este juego que es tan grato a nuestro Señor? Es el ejercicio del examen de conciencia.

         Te dará un gran conocimiento de ti mismo, y de tu carácter y de tu vida. Te enseñará a amar a Dios y a concretar en propósitos claros y eficaces el deseo de aprovechar bien tus días.

Una diaria novedad

         Y sentirás, amigo mío, como lo siento yo ahora, el anhelo de escribir un cántico de amor a Dios –cantate Dominum canticum novum–, cantad al Señor un nuevo cántico, un cántico que será verdaderamente nuevo cada día, porque lo escribirás con el sentimiento vivo de tu vocación, de tu vida de hijo de Dios, que se renovará cada día: Ecce nova facio omnia, he aquí que hago nuevas todas las cosas.

Con decisión

         Amigo, coge en tus manos el libro de tu vida y vuelve cada día sus páginas, para que no te sorprenda su lectura el día del juicio particular y no hayas de avergonzarte de su publicación el día del juicio universal.