Otra tertulia de la pandilla de Marisa; y Carlos de pinchadiscos
José Luis Mota Garay
Estoy enamorad@
La vida sale al encuentro
José Luis Martín Vigil

 

 

 

Ellas y ellos

        El utilizar una película como arranque del debate, completado luego con la cenita a la que invitaba el anfitrión de la casa (más bien, la madre del anfitrión) fue un éxito. Pero esta vez, el motivo de la tertulia era escuchar una canción seleccionada, por cada uno, de los 40 principales. El juego consistiría en repartir a las tres que uno considerase mejores los 10 puntos de que se disponía. De pinchadiscos estaba Carlos, el hermano de Marisa, al que le tuvieron que dar un voto de confianza, por ser más joven, para que estuviera todo el rato.

        Y mira por dónde que, aunque no fue la que obtuvo mayor puntuación, la canción "Uno más uno son siete" dio motivo para que arrancase el debate.

        — A mí me hace gracia esta canción –dice Iñaki– porque es presentar el proyecto del matrimonio como una cosa simpática y además llena de vida. Y mira que yo no soy nada niñero.

        — Bueno, todos los chicos sois poco niñeros; parece que nosotras, por haber jugado toda la vida con muñecas, somos las que cargamos luego con el peso de los niños.

        — Eso de que los chicos somos poco niñeros –interviene Roberto–, lo dirás tú, porque yo por lo menos quiero tener cinco, uno más que mis padres.

        — Pues no sé si, como están hoy día las cosas, vas a encontrar una chica que quiera seguirte la corriente. Para vosotros es muy fácil decir, ¡hale! cinco, y luego las que los tenemos dentro nueve meses y, después les limpiamos el culito, los lavamos y les damos de mamar somos nosotras.

        — ¡Oye tía!, la naturaleza es la naturaleza. Aunque ya sé yo de padres jóvenes que también lavan el culito y dan el biberón a sus hijos pequeños; y… ¡con qué buena mano! Esto lo digo para que no os creáis únicas.

Va de vocación

        — Antes parecía –dice Cristina– que las únicas vocaciones eran la de cura o misionero, bueno o misionera. Pero ahora se habla también de la vocación matrimonial. Parece como si se hubiera descubierto que también el matrimonio exige una entrega y mucha generosidad.

        — Tan es así que yo creo que es una vocación que sirve para todo el mundo. No me imagino a nadie que tenga vocación de quedarse soltero.

        — Bueno –se atreve a intervenir Carlos–, yo tengo un caso próximo. Mi amigo Luis ya me ha dicho que quiere ser cura y está arreglando las cosas para irse al seminario a prepararse.

        — Sí –dice Roberto–, ya lo conozco, es hermano de un amigo mío, y conmigo tiene mucha confianza. Pero eso es distinto; él dice que sintió la llamada de Dios en Cuatro Vientos, cuando vino el Papa, y no le importa dedicar su vida a la extensión del reino de Cristo y a dedicarse a los demás. Y aunque sea duro eso de no tener pareja para toda la vida, una familia y unos hijos, yo he oído de un tío de mi madre, que es párroco, que no da abasto para atender a los pobres, a los enfermos, y a todo el resto de la gente de su parroquia. No es que no haya querido tener cinco hijos, es que su familia es una pasada de personas.

El canguelo o miedo

        — Pues tengo una noticia bomba que daros –dice Cristina intrigante–. Yo también estuve en Cuatro Vientos y también me sentí conmocionada. Tengo una amiga del Opus, que me venía insistiendo en que yo podía tener vocación. Yo nunca le había hecho mucho caso y le decía que yo lo que tenía era vocación de casada. De modo, que prepararos todos, porque cualquier día os anuncio que me voy a hacer del Opus Dei.

        — Bueno –dice Marisa–, pero eso no quiere decir que no te vayas a casar. Hace un par de meses se casó un primo nuestro, que es del Opus, con una chica que también lo es...

        — Sí, pero en el Opus, como entre los primeros cristianos, también hay gente que tiene la vocación de no casarse para dedicarse totalmente al servicio de Dios, con su trabajo como todo el mundo. Pero estando totalmente disponible, para los apostolados que el Opus Dei hace por toda la tierra, en servicio de la Iglesia, para extender la fe cristiana. Y, me temo, que éste va a ser mi caso.

        — Y, ¿por qué te temes? ¿Es qué te vas a ver obligada?

        — No, pero cuando se va a llevar a cabo una vocación, siempre hay un punto de inquietud. Seguramente, por eso el Papa, cuando acababa de ser elegido, terminó su discurso con aquellas palabras: "¡No tengáis miedo!".

        — Eso también les debe pasar –vuelve a intervenir Carlos– a los que se van a casar, porque se comentó en casa que mi primo, el que se casó hace poco, semanas antes de la boda le confesó a mi padre que estaba como una pila, y con un canguelo, ¡que no veas!, que si no llega a ser por los ánimos de la novia y de su madre, casi se echa para atrás…