Marisa y Carlos se aclaran sobre la sexualidad
José Luis Mota Garay
Estoy enamorad@
La vida sale al encuentro
José Luis Martín Vigil

 

 

Una explicación en la familia

        Marisa se paró a recordar las distintas ocasiones en que sus padres, sobre todo su madre, le habían hablado sobre los chicos y el noviazgo.

        Pero pensándolo mejor, habían hablado de muchas más cosas. Desde que era pequeña, cuando su madre estaba embarazada de su hermana la mediana, ya le habían explicado que su hermanita que iba nacer y todos los niños se forman en el vientre de la madre durante nueve meses; y que la salida del vientre, en el parto, supone para la madre unos intensos dolores; y que, por eso, le decía "me tienes que querer mucho, como yo te quiero a ti, a Carlos y tu hermana que va a nacer, porque con dolor y con alegría os traigo al mundo".

        Pero lo que recordaba perfectamente era el día que le explicó, cuando tenía ocho o nueve años, cuál era el papel del padre en la procreación; y lo tranquila que se quedó: porque comprendió que ella y sus hermanos habían venido al mundo por el amor de sus padres, que era un reflejo del amor de Dios hacia los humanos, a los que había querido hacer partícipes de su poder creador, ya que podían tener hijos que también fueran hijos de Dios. Para entonces, ya alguna de sus amigas hablaban del sexo como algo de lo que había que aprovecharse para pasarlo bien y ella, por no entenderlo, lo empezaba a ver casi como una cosa sucia.

        Sabe que a su hermano Carlos, se lo explicó su padre cuando tenía 10 años. Carlos le había comentado cómo fue y lo bien que le había venido esa conversación, ya que, poco después, tocó en "Natu" el tema de "El sexo en la mujer y en el hombre", y la profesora estuvo un poco descarnada: si su padre no le hubiera explicado, se habría quedado un poco desconcertado con tanta biología y tan poca vida.

        La explicación que le dio su padre a Carlos, fue más o menos así:

        La atracción entre la mujer y el hombre está puesta por Dios en sus corazones para que se quieran, puedan hacer la vida juntos y se ayuden, y formen una familia.

        Dios ha querido que el sexo sea algo hermoso, y lo ha unido a su poder creador, ya que los padres colaboran con Dios al traer hijos a la vida. Si no fuera por mamá y papá, tú no estarías aquí: porqué, ¿tú te lo pasas bien y estás contento de vivir, no?

El acto de la vida

        Para que los padres puedan colaborar en la obra de la creación, Dios estableció que sus cuerpos pudieran unirse. Ya sabes –además lo vas a estudiar con más detalle– las diferencias que hay entre los cuerpos de las niñas y el de los niños. El padre pone la media semilla (los espermatozoides) en el interior del cuerpo de la madre (en la vagina). La otra media semilla (el óvulo) lo prepara la madre en el ovario, desde allí se desprende; si las dos medias semillas llegan a encontrarse (lo que no tiene por qué ocurrir siempre que ellos se unen), esas medias semillas se completan y se forma la primera célula del nuevo ser, que se llama "cigoto". El cigoto empieza a dividirse, anida en el interior del cuerpo de la madre (en el útero), y desarrollándose da lugar a una nueva vida, a un hijo.

        El padre introduce la media semilla en el cuerpo de la madre, por el mismo orificio por el que luego nacerá el hijo, a través del pene. Todo ese acto de unión en el matrimonio, conocido como unión sexual matrimonial, Dios lo ha llenado de una intensa emoción y un potente placer. Este acto es bueno y santo; en él interviene Dios creando el alma del nuevo ser que comienza a existir.

        Nosotros, con nuestra libertad, podemos portarnos bien al estar informados y saber que eso lo ha pensado Dios para el matrimonio. O podemos hacer las cosas mal y estropearlas, porque no las hacemos como Dios quiere. Por eso, no es bueno que busquemos el placer que da el sexo antes del matrimonio.

Una medida tajante

        Un par de años después, su madre también le explicó a Marisa los reflejos que en su cuerpo iba a tener su sexualidad femenina. No entendió muy bien, lo que le dijo sobre las hemorragias que las mujeres tienen cuando les toca la regla. Pero menos mal que le había avisado, porque cuando tuvo la primera menstruación se llevó tal susto, que creía que se iba a desangrar y morir.

        Estaba recordando, casi con regocijo, la conversación con sus padres –cuando tenía trece años– y le explicaron por qué le gustaban los chicos, y la diferencia entre ser de una pandilla y tener novio. Cuando su padre hablaba de cómo eran los chicos y cómo había que tratarlos, se ponía muy trágico.

        — Tu madre –decía– era muy exigente, muy guerrera, y no dejaba que me pasase ni un pelo. Cuando éramos novios sólo me dejaba que le diera un beso en la mejilla y que le cogiera la mano. Un día que estaba ella muy cariñosa y yo intenté abrazarla, me arreó un bofetón, como no me lo había dado ni mi padre. Me dolió físicamente, pero me vino bien, y pensé que era una mujer que valía la pena. Luego me explicó que era un consejo que daba un santo, san Josemaría. "¡Pues, vaya con los santos!", pensé para mí.

        Cree recordar que fue entonces cuando le dijo aquello de que: "el hombre es fuego, la mujer es estopa, viene el diablo y sopla". Le tuvo que explicar que la estopa está formada por hilachos de esparto o cáñamo que arden fácilmente. El refrán lo que quiere decir es que nosotras como la estopa, de momento somos más tranquilas, no ardemos fácilmente; pero que si nos acercamos mucho, como el hombre es muy fogoso –trae el fuego– y viene el diablo y sopla; y si nosotras nos ponemos a arder, no se sabe lo que puede pasar... O sea que el consejo, en este caso, consistía en decir que éramos nosotras las que debemos tener cuidado de no provocar a los hombres con nuestros cariños, nuestras posturas o nuestro modo de vestir, para poderlos mantener a raya.

"Hacer el amor"

        En otra ocasión, en que Marisa, cuando estaba en 1º de Bachillerato, había comido sola con sus padres, salió el tema de la promiscuidad, palabra que no llegaba a comprender, y su padre le dijo de forma contundente:

        — Mira, hija mía, cuando no te dejamos ir de acampada con los chicos es para evitar, sobre todo, la tentación a los chicos y la debilidad de vosotras. Sabes, y si no lo sabes ya lo descubrirás, que hay chicos que presumen del número de chicas con las que han realizado el acto sexual. Este emparejarse y desemparejarse de los chicos y las chicas es lo que se llama promiscuidad. Otros quizá no lleguen a tanto, pero todos tienen el peligro de engañarse ellos y engañaros a vosotras.

        — Bueno, papá, pero todo el mundo presume de que "hacer el amor" no es nada malo…

        — Mira, eso de utilizar la expresión tan antigua de "hacer el amor", para justificar lo que se hace con cualquiera en cualquier sitio, es un invento moderno. Yo a tu madre la quiero todo el día. Para mí, cuando entraba a veros, después del parto, era un momento muy emocionante; y yo besaba a tu madre con muchísimo cariño y agradecimiento por su valentía de teneros. Es verdad que cuando nos unimos en el acto matrimonial parece que es cuando más intensamente nos queremos porque nos demostramos el cariño con todo nuestro cuerpo y toda nuestra alma…

        — Bueno, eso lo comprendo, pero... ¿por qué no están bien las relaciones prematrimoniales?

        — Ya sabes, de mucho tiempo atrás, eso de que el sexo está unido con la vida. Antes de casarse no hay familia, porque falta la entrega decidida "contigo y para toda la vida". Además si ella se queda embarazada: ¿hay que casarse deprisa y corriendo? Y, ¿dónde y de qué va a vivir ese matrimonio precipitado? Y el hijo, ¿lo van a educar su padre y su madre, o su abuela y su abuelo? Mira las cosas hay que empezarlas bien, si se quiere que acaben bien. Lo mejor para una mujer es llegar virgen al matrimonio. Y por qué no decirte que también es lo mejor para el chico: que llegue sin haber estado con ninguna chica; porque a ellos bien que les interesa que la que va a ser su mujer y la madre de sus hijos se mantenga virgen.

        — Marisa –añadía mi madre a la que siempre le gustaba dar un toque religioso a todos estos temas–, este enfoque de la sexualidad y del amor humano lo puede entender cualquiera; aunque algunos dicen que es sólo para los católicos. Esto sirve para los que creen y para los que no creen, porque son cosas del ser humano, que sabe de su grandeza: es un ser inteligente, porque puede pensar, tiene corazón para querer y un cuerpo que debe respetar. La religión puede ayudar a tener más claras estas cosas y saber que Dios quiere que sean así; pero todo el mundo puede entender este enfoque sano y limpio del amor.

Mantenerse         Esto le llevó a recordar la gran impresión que le causó el vídeo, que les pusieron en la clase de Ética cuando estaba en 3º de ESO, "SEX has a price tag" . Es una charla, de 90 minutos, que una señora americana da a un grupo numeroso de adolescentes sobre el tema de la sexualidad, las relaciones de los chicos y las chicas, los riesgos que lleva consigo la promiscuidad... Pero lo más entrañable del vídeo era cuando esa señora, Pam, sin odio y sin ningún complejo, en un momento dado decía que ella había venido a la vida por una violación que le habían hecho a su madre. Eso hacía que tuviera mucha fuerza todo lo que decía y, una de sus conclusiones: que ella "había querido conservarse virgen para ofrecerse entera a la persona a la que más iba a querer del mundo, su futuro marido y el padre de sus hijos".