Derechos imaginarios
Enrique Monasterio
Un safari en mi pasillo
Un safari en mi pasillo. Otra catequesis desenfadada a la gente joven

 

 

 

El poder del "yo"

        —Yo tengo derecho a hacer con mi cuerpo lo que me dé la gana.

        La afirmación surge de la boquita de una esforzada "famosa" en una tertulia televisiva de media tarde.

        Hablan de sexo, naturalmente. ¿De qué si no? A la salida del cole, es conveniente que los niños merienden su pequeña ración de basura.

        Yo, que acabo de encender la tele, me quedo un instante enganchado a la pantalla y, antes de tirar de la cadena, espero que alguien responda a la famosa:

        —No, rica, no... Ese derecho te lo sacas de la manga...

        Sin embargo nadie mueve un músculo. Al contrario, los contertulios enmudecen ante la profundidad del argumento. Y es que la "famosa" ha apelado a uno de los tópicos más sólidamente establecidos en la cultura mediática.

        Apago la tele (uno soporta mal el hedor de media tarde), y voy a desahogarme con mi amigo Kloster.

        —No sé de qué te asombras –me dice–. Vivimos en una sociedad de derechos imaginarios, promulgados por la voluntad libre y autónoma de cada individuo.

        —Ya.

El evolucionismo en apuros
Silvano Borruso

 

 

Un problema

        —Buena parte del personal piensa que basta con decir "tengo derecho a…", para convertirse, en efecto, en titular de una prerrogativa. O sea, que los derechos y libertades se alcanzarían por ocupación, como las tierras del viejo oeste. El que llega primero se los queda.

        —Y no es así…

        —Por supuesto que no. Todos disfrutamos de numerosos derechos que nos concede la sociedad de la que formamos parte. Pero hay otros que ninguna autoridad en la tierra puede regalarnos ni arrebatarnos, ya que se fundan en la misma naturaleza, en nuestra condición de seres espirituales creados a imagen de Dios; es decir, en eso que llamamos la "dignidad humana". El Estado, si es justo, los "reconoce", pero no los otorga.

        —Te refieres al derecho a la vida, a la libertad, al pensamiento, a dar culto a Dios…

        —Sí, pero hay un problema: dónde cimentamos esos derechos si prescindimos de Dios. Si el hombre es sólo un bípedo implume destinado a la nada, sin alma inmortal ni destino eterno, ¿por qué va a ser más digno que una nutria o un pingüino real?

        Kloster se calla. Es evidente que el materialismo sólo tiene una respuesta para esa pregunta: a falta de un Creador, yo soy mi creador y mi criatura. Mi dignidad la defino yo, y también mis derechos o mis deberes.

        La "famosa" de la tele, responde a esta mentalidad. Asegura que su cuerpo es suyo. Y no comprende que con esa declaración de propiedad, lo está envileciendo. El cuerpo no es un objeto; no se posee como una prótesis. El cuerpecito de esa chica posee una dignidad que no le pertenece: si la destruye, la vende o la alquila nos ofende a todos…

El planeta privilegiado
Guillermo González y Jay Wesley Richards

 

Son pura imaginación

        Al llegar a este punto, Álvaro me interrumpe:

        —Un momento; ¿a mí qué me importa que otro venda o regale su cuerpo? Allá cada cual con su conciencia.

         —¿No has sentido nunca vergüenza –le respondo– ante el espectáculo de alguien que pierde la dignidad…, por unas monedas, por un capricho o por nada?

        —Sí, vergüenza ajena…

       —Lo que llamamos vergüenza ajena, es siempre vergüenza propia. Quien atenta contra su dignidad nos dice con su conducta que tu dignidad o la mía tampoco vale nada.

        Pero vayamos al grano, que se me acaba la página.

        Si, de verdad, cada uno pudiese hacer con su cuerpo lo que quisiera, sería lícito (y no delictivo) vender un riñón para ganar unos euros, o amputarse una pierna para perder peso, o venderse a uno mismo como esclavo para asegurarse el futuro…

        —O prostituirse…

        —Sí, viene a ser lo mismo. Como ves, "hacer con tu cuerpo lo que quieras" es una solemne memez. O un derecho imaginario, como diría Kloster. Lo malo es que hay más derechos de este tipo. Salen a todas horas en la radio, en el cine, en la tele…: el "derecho a morir"; el derecho a "rehacer mi vida"; el derecho a "ser feliz"; el derecho al placer; el derecho a adoptar hijos…

        A lo mejor me animo y los voy comentando en esta página.