Las charlas y los secretos de Marisa con sus amigas
José Luis Mota Garay
Estoy enamorad@
Mujercitas
Louisa May Alcott

 

 

La conocida mujer objeto

        Para cuando Marisa conoció a Enrique, ya desde años atrás había tenido varias conversaciones con sus amigas sobre los chicos, la vida, los proyectos de cada una, sobre su futuro... Una tarde, cuando estaba en 3º de ESO, había quedado en casa de Cristina para ver, junto con Vanesa, un vídeo-clip de Alejandro Sanz. Se planteó el tema de las ilusiones de cada de cara al futuro.

        — Yo ya lo tengo todo muy claro –decía Marisa, con esa seguridad que tenía para todo–, cuando esté para acabar la Diplomatura de Educación Infantil, me echaré un novio, hago un master y me caso.

        — Chica, que suerte tienes –le decía Vanesa–, yo todavía no sé si me quiero dedicar a las cosas de Letras o quiero ser enfermera, como una tía mía. Además, como tampoco saco muy buenas notas, no sé si sacaré la media necesaria para estudiar lo que más me guste.

        — Mira, Vanesa –le decía Cristina– estamos en 3º de ESO, todo es que te empeñes, que te pongas a estudiar como una burra.

        — Qué fácil es decir "te pones a estudiar como una burra". A mí me falta el entrenamiento que tenéis vosotras. Yo gozo entre los profesores de una valoración de niña standard: "es muy maja, aprobará al final todo". Pero de eso a una media superior a 7,5 hay un abismo.

        — Lo que a ti te pasa, Vanesa –le dice Marisa–, es que te pierden los chicos; estás demasiado pendiente de ellos, todo el día acicalándote para ser más atractiva. Mi padre dice...

        — ¡Anda!, ya estás con tu padre otra vez. Ya os he hablado otras veces del complejo que tengo por ser hija de soltera. Sí, ya sé que a vosotras eso no os importa, y os quiero mucho porque desde el primer momento me habéis tenido como amiga, pero... Bueno, qué es lo que dice tu padre...

        — Pues lo que mi padre dice es que: los hombres se sienten arrastrados por las mujeres que se exhiben delante de ellos, pero que es sólo una atracción carnal, de machos que responde al galanteo sexual de la hembra, pero que todo ello no es más que un planteamiento parecido al de los animales; y, en el fondo, esas hembras –perdona, pero así las designa mi padre cuando habla de las mujeres así– sólo les interesan para aprovecharse de ellas, nunca piensan que serán la mujer de su vida; las ven como mujeres-objeto de usar y tirar. En el fondo, para ellos no es más que un irresistible instinto, pero no se enamoran de ellas porque las desprecian; como seguramente ellas se despreciarán a sí mismas, cuando al final se sientan engañadas.

        — Pero yo no soy muy distinta a muchas chicas de la clase que todo lo cifran en estar guapas para tener éxito con los chicos.

Entre ellas

        — Perdón que te diga –interviene Cristina–, ¡pues vaya planteamiento!, toda una vida dedicada a gustar y a caer bien a esos tipos, que muchos de ellos no son más que unos idiotas que se creen que la vida no es más que sexo y hamburguesas. Mira Vanesa, las mujeres somos tontas del culo, todo el día pensando en cómo caer bien: eso nos hace perder naturalidad, que es una de las cosas que más le agrada a la gente, y por tanto a los chicos. Nosotras tenemos que hacer nuestra vida, estar con ellos porque es agradable, pero sin tampoco dedicarles todo el día, desarrollar nuestra personalidad, saber lo que queremos para nuestra vida, nuestros estudios y nuestro trabajo. Y, si nos planteamos la vocación al matrimonio, tener una familia, un marido y unos hijos.

        — Vanesa, tú eres simpática y atractiva, pero tienes que sentar la cabeza; si te dejas llevar por tu atractivo para los chicos, tengo que decírtelo, puedes llegar a ser muy desgraciada.

        — Chicas parecéis un par de filósofas, me habláis como me habla mi madre. Ella si debe tener experiencia, pero vosotras...

        — Bueno, tampoco hay que ser ningún genio para darse cuenta de las cosas que pasan alrededor, lo que has leído, lo que oyes... Lo difícil no es saber cómo hay que hacer las cosas, lo difícil es decírtelas como amiga pero sin herirte; y, sobre todo, lo más difícil es ser libre, para hacer las cosas que tenemos que hacer y como las tenemos que hacer; y no dejarnos arrastrar por lo que nos pide el cuerpo.

— El otro día recorté del periódico –dice Marisa a la que, en cuanto puede, le gusta aportar pruebas escritas– un artículo titulado "Un respeto, señoritas" y que se refería a cómo vestimos hoy día cuando vamos a clase. Se lee en un momento. Leedlo, mientras llamo a Raquel, para ver si me presta los apuntes que dictó el profesor de Sociales en los días que estuve con gripe.

La vestimenta en concreto

        "Muchos periódicos, entre ellos CANARIAS 7, se han hecho eco de la decisión de la directora de un liceo francés que envió diez chicas a su casa para cambiar su vestimenta: se prohibió definitivamente llevar strings (tangas) a la vista, combinados con un pantalón de cintura baja, lo que descubre demasiado la cadera y el vientre.

        Muchos comentaristas se han hecho eco de la noticia. El apoyo a la medida ha venido de muchos estamentos, pero una de las reacciones más significativas ha sido la de Segolène Royal, ex ministra delegada de Enseñanza Escolar en la anterior legislatura socialista, que ha declarado al periódico francés Le Parisien: "Es una buena solución que los responsables educativos hayan reaccionado prohibiéndolo en la escuela. A los ojos de los chicos, el tanga reduce a las niñas a su parte posterior. Luego, nos sorprendemos de que las adolescentes sean víctima de acosos o violencias sexuales. La polémica es un reflejo de la sociedad actual, en la que el cuerpo de la mujer se exhibe como una vulgar mercancía".

        Es bueno que sean las mujeres las que defiendan sus derechos y su dignidad. En cierta manera están acusando a los padres de que no han tenido autoridad para impedirles salir así de casa, o a las madres de esas adolescentes que no han sabido educarlas en el pudor; que, como dice el diccionario Larousse, es "el recato, la cautela, la reserva en todo lo referente al sexo".

        Si los varones adultos, los profesores, para no ser acusados de fijones, comentan "¡es que no sabes a dónde mirar!", ¿cómo se va a conseguir que los chicos, como viene a decir la ex ministra, no se sientan provocados, al menos, al acoso sexual?

        Algunos piensan –sin razonarlo mucho– que no hay nada mejor que la coeducación. Y no se dan cuenta de que cosas como estas se podrían evitar en la educación separada de los sexos, que vuelve a ponerse de actualidad. De esta manera se conseguiría que ellas no estuvieran tan pendientes de coquetear y de presumir de su cuerpo, puesto que no van a estar con los chicos; y a éstos se les evitaría la continua excitación de su sexualidad, especialmente sensible en la adolescencia en la que están inmersos.

Caer en la cuenta

        Estos problemas son problemas de todos: es necesario que haya directores con autoridad, y que les apoyen los inspectores y la Administración, así como los medios de comunicación; que los padres exijan y que las madres eduquen en el pudor a sus hijas; y que las alumnas sepan, que ya lo saben, que no pueden ir de cualquier manera pues así van provocando y perdiendo, por tanto, su dignidad."

        — Yo creo que este señor tiene algo de razón –dice Vanesa–. Hasta yo que era muy minifaldera, por aquello de que tengo unas piernas bonitas, me di cuenta el curso pasado de los ojos llenos de lujuria, así se dice ¿no?, de muchos chicos.

        — ¿Por qué a nosotras –dice Marisa– no nos importa que un chico vaya en bermudas y sin embargo a ellos les pone nerviosos que llevemos una camisa muy escotada?

        — ¡Ah! –dice Cristina– yo tengo la solución. El otro día hablando con mi hermana la mayor, la casada, le pregunté esto mismo. Vaya teórica que me dio: Que si los hombres, en los temas del sexo, tienen la sensibilidad mucho más a flor de piel que nosotras; que la mujer elegante es la que sabe elegir el vestido que realce su belleza; que ella ya le ha dicho a su marido, cuando lo ha sorprendido mirando a otra que no es ella misma, "mira, cuando las mujeres nos ponemos algo provocativo nos damos cuenta perfectamente". Y me terminaba diciendo: "en ese aspecto no es que seamos malas, es que somos unas brujas; y luego todo es quejarnos de las violaciones y de lo brutos que son los hombres".