Cuando la droga mata
Fernando Pascual L.C.
El último bailarín de Mao

        Olga moría en Madrid con 17 años. La muerte llegaba a su vida de la mano de una falsa amiga, la droga. También su madre había muerto, con 35 años, víctima de la misma “enfermedad”.

        Olga nos ha dejado un testimonio que habla por sí solo, escrito cuando intentaba, una vez más, librarse de la esclavitud que la destruía. Su lectura nos permite penetrar un poco en el mundo de quien queda esclavizado, a veces casi de modo inconsciente, por la droga. De quien quiere aire, luz, esperanza, libertad, pero sufre inmensamente bajo unas cadenas que no perdonan, bajo unas toxinas que producen un placer ciego y destructivo. De quien necesita apoyo y comprensión, cercanía y espera, exigencia y amor.

        “A ti, heroína, querida novia de muchos, alegre compañera de un principio, ya que te sentí mía sola: contigo ni sufría ni lloraba.

        Tú, compañera de tanto y tanto tiempo, me has hecho conocer, hasta los puntos más infinitos, lo que es la desesperación. Fingías que me querías, pero pienso que tu amor no ha valido, ya que a ti te di mi cuerpo, mis venas, para que corrieras mis arterias y llegaras hasta mi cerebro; así eras tú la única en conocerme de verdad.

        Y tú, ¿qué me diste? Yo te di mis mejores años... Pero ahora ya no me puedes engañar, porque lo sé todo de ti. Sé la cantidad de compañeros que has tenido, sé cómo los has tratado y tratas; pero con la misma naturalidad que te presentaste, me despido yo. ¡Adiós heroína, inspiradora del mal y de la Muerte!

Heroína que a mis 15 años
me quitaste la ilusión de la vida,
dime por qué lo hiciste
si tan sólo era una niña.

Escucha amiga
lo que te voy a contar,
la historia de alguien
que llaman reina mortal.
Se encuentra en la calle.
Allí la puedes ver
entre los rincones y viejos cafés.
Entró en mi cuerpo un día sin más;
me dijo «soy buena», y yo le creí.
Pasaron los días,
en falta la eché,
mi cuerpo pedía tener su placer;
por eso, amiga, no mires atrás.
Sé fuerte, ten mucho valor,
aleja la muerte de tu alrededor.
La reina no habla, no siente dolor
y no mira a la gente tirada sobre cualquier rincón,
bebiendo y fumando, tratando de soportar
el mono que deja la reina mortal.

Maldita heroína,
siempre te odiaré,
porque te llevaste a mi madre,
que nunca veré”.

Olga