No quiero perder la libertad, cerrar posibilidades
Juan Manuel Roca
Cómo acertar con mi vida
Cómo acertar con mi vida
Juan Manuel Roca

 

 

 

Amar es elegir y, por tanto, renunciar

        Me atrevería a afirmar que una de las mayores dificultades que condicionan a muchos jóvenes a la hora de plantearse entregar sus vidas a Dios es un concepto errado de libertad. La libertad se entiende muchas veces rebajada al mero poder hacer lo que queramos en cada instante, sin que nuestra vida quede mediatizada, limitada o comprometida por ninguna decisión que la abarque enteramente –aunque sea por la mejor elección que se pueda hacer en esta vida– y que pueda cerrar otras posibilidades.

        Así hay tantos que se conforman con una vida mediocre pero, eso sí, que no se obliga a nada. Una vida en la que todo está muy controlado, llena de cálculos de tantos por ciento de seguridad; en la que uno se limita a hacer pero no está dispuesto a ser; en la que se acepta incluso intentar hacer cosas buenas, pero siempre que no cierren la puerta a otras posibilidades. En definitiva, se vive como si se diera por cierto que es imposible disponer en un sólo acto de voluntad de toda la vida presente y futura, empeñando la libertad por amor.

        En el fondo, en este planteamiento de la vida hay una ausencia notable del sentido de la libertad como autodeterminación y entrega, un olvido de que la libertad sirve precisamente para hacernos capaces de amar y no es posible amar sin comprometerse.

        Amar es elegir, y elegir implica, necesariamente, renunciar por amor. Claro que esto no puede entenderlo quien cifra la felicidad, no en el bien verdadero, sino en no perderse ninguna satisfacción que la vida le pueda ir dando. Por eso es tan difícil para muchos comprender el sentido del sacrificio, de la cruz, de la exigencia por amor, de la fidelidad. Su vida se parece a las veletas, que pueden tener la impresión de ser muy libres, de tantas vueltas que dan, cuando, por el contrario, son esclavas de todos los vientos. Se mueven basándose en los impulsos, no en obligaciones o vinculaciones. Reducen la libertad a la vivencia, a la sensación de ser libre, pero no saben por qué actúan, lo que actúa son las limitaciones.

        Posiblemente lo que habría que revisar en tantos es su sentido de la felicidad, pues puede estar un poco atrofiado o sepultado bajo un montón de ideas y actitudes poco pensadas, absorbidas del ambiente sin haberse parado nunca a echarles una mirada crítica. Muchas veces pienso que en el alma tenemos tantas cosas que sucede como en las casas cargadas de muebles, llega un momento en el que ni se puede andar, ni ver, ni hay paz y serenidad en el interior, por falta de espacio. Lo que conviene hacer es quitar muebles, ganar espacios de libertad.