Cómo defender la libertad
Jaime Nubiola
Invitación a pensar
Invitación a pensar
Jaime Nubiola

 

 

 

Violencia por la libertad

        Un joven profesor venezolano me escribía esta semana preguntándome qué hacer ante el atropello de la libertad de expresión que significa el cierre de Radio Caracas Televisión, el canal de mayor cobertura de Venezuela, por parte del gobierno de Chávez. Copio de su carta: «En nuestra Universidad llevamos más de tres días sin actividades. Ayer yo mismo acompañé a cientos de estudiantes a una gran manifestación fuertemente repelida por la policía. Como es común por el trópico en estas fechas, a mitad de tarde, cayó una fuerte tromba de agua. Ni aun así los jóvenes abandonaron su protesta. Empapado bajo la lluvia, observando gritos y pitos a mi alrededor, se me ocurrió preguntar tu opinión sobre este tema de la libertad de expresión».

        Me emocionó aquel mensaje. Por una parte, trajo a mi memoria las algaradas estudiantiles de principios de los años setenta en nuestro país cuando millares de universitarios salíamos a la calle gritando románticamente «¡Libertad, libertad!» y éramos reprimidos por «los grises» como entonces llamábamos a los policías nacionales. Pero, por otra parte, vino también a mi recuerdo un poema de Heberto Padilla, preso entonces en las cárceles de Fidel Castro, que leí por aquellos años: «Di la verdad. / Di, al menos, tu verdad. / Y después / deja que cualquier cosa ocurra: / que te rompan la página querida, / que te tumben a pedradas la puerta». Aprendí de memoria aquellos versos y desde entonces los he evocado siempre que alguien me urgía a pasar a la acción ante la gravedad de una situación política concreta.

        La primera reacción ante unos gobernantes que reprimen la libertad es la de los estudiantes que interrumpen sus clases y se manifiestan más o menos estruendosamente, creyendo con ingenuidad que así están haciendo la verdadera revolución o poniendo dificultades al gobierno. No suele ser así: las manifestaciones estudiantiles pueden ser utilizadas incluso como una muestra de la libertad y el pluralismo existente en una sociedad. Cuando los estudiantes plantean de verdad dificultades son reprimidos brutalmente: basta recordar las matanzas de estudiantes en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco (México, 1968) o en la de Tiananmen (Beijing, 1989).

        Un poder dictatorial, más aún si tiene el respaldo de las urnas, tiende a ocupar todos los espacios de la sociedad y a machacar todos los síntomas de resistencia y de disentimiento. Es del todo estéril luchar de frente: sólo atrae más represión. Lo realmente inteligente es seguir pensando, estudiando, hablando y escribiendo. Se trata de resistir poniéndose a trabajar más, con más imaginación, a través de formas nuevas y nuevos cauces. Eso es lo realmente subversivo.

Con otra perspectiva

        Quizá es fácil dar consejos estando lejos del lugar de los hechos, pero no podía rehuir la petición de ayuda. Por este motivo he contestado a mi amigo en esta dirección: «Defienda la libertad con su trabajo, con su pluma, con su conversación. Reúnase con sus colegas, con sus amigos, hablen entre ustedes, escúchense unos a otros. No luchen de frente contra el poder. No pierdan el tiempo en algaradas estériles. Procuren no perder ni un día más de clase, abran blogs, en los que con expresiones que nunca puedan perjudicarles intenten hacer llegar a un ámbito más amplio sus preocupaciones, sus problemas e inquietudes».

        Ya se ha olvidado la cultura del samizdat. En los años más severos de la represión estalinista florecía en la Unión Soviética la comunicación underground mediante textos a mano o mecanografiados en los que circulaban las ideas al margen de la literatura oficial. Ahora en la época de internet esto puede ser mucho más sencillo a través del correo electrónico o de los blogs en dominios en otros países, pero sabiendo que esos textos podrán ser leídos también por los enemigos de la libertad.

        Como mejor se defiende la libertad de expresión es pensando, estudiando, escribiendo, conversando unos con otros. Lo peligroso para los autoritarios es que los universitarios pensemos por nuestra cuenta, estudiemos con tesón y, por tanto, hablemos con libertad. No temen las manifestaciones por multitudinarias que sean, sino que temen la libertad que se expresa en la vida intelectual. Los universitarios somos los enamorados de la razón. Vuestra conversación inteligente y afectuosa —terminaba mi respuesta— les mostrará que ni tuvieron buenas razones para cerrar la cadena de televisión ni tienen razón alguna al reprimir la libertad. Vuestro trabajo, si es bueno y no se deja llevar por el odio, será quizá lo que haga sentirse orgullosos de su patria a muchos venezolanos de la generaciones venideras.