La vocación y las "causas segundas"
Juan Manuel Roca
Cómo acertar con mi vida
Cómo acertar con mi vida
Juan Manuel Roca

 

 

Que nos hablan de la posibilidad de entrega

        Vamos tomando conciencia de que Dios llama a través de las más diversas circunstancias. Lo ordinario será, en los años de infancia, por la formación que recibimos en nuestra familia. Más adelante puede darse el momento del encuentro (la conversión); y lo normal es el crecimiento interior en el trato con Dios que, llegado un momento, desborda. Pasamos de no conocer a conocer lo que ya había, lo que ya existía. El descubrimiento de la vocación es introducirse en una nueva vida que estaba ya presente en el designio de Dios.

        Dios no quiere que tengamos al alcance de la mano la perla preciosa de la vocación y no nos demos cuenta (Mt 13, 45). Lo normal, como digo, será que el Señor utilice medios ordinarios para darnos a conocer nuestra vocación. Son lo que los teólogos y filósofos llaman causas segundas (de las que se sirve la Causa primera, Dios, para actuar ordinariamente en la historia).

        La providencia no consiste en algo extraordinario. Dios habla en la oración, pero muchas veces –y esto vale para los que dicen que, a ellos, Dios en la oración no les dice nada– responde también fuera de la oración, con los hechos, con las circunstancias: con cada cosa que nos ocurre (un buen ejemplo que alguien nos da; un texto que nos conmueve; una enfermedad; una contradicción fuerte; un descubrimiento...). Sucesos, tal vez sin importancia, cosas que no significan nada para los demás pero que nosotros somos capaces de entender en un determinado momento.

        Se sirve el Señor también de personas que pone a nuestro lado: una vecina, un compañero, alguien que conozco por casualidad. Pero lo más normal es que sea un amigo, alguna persona que nos quiere bien, y se toma la molestia de salirnos al encuentro. ¿Por qué no ha de valerse el Señor de quienes siendo como nosotros, de la misma madera, pueden desvelarnos el misterio de la llamada? Muchos de nosotros podemos ser instrumentos de los que Dios se valga para dar a conocer su voluntad a otros. No debe existir temor en proponer directamente a una persona, joven o menos joven, que se plantee la posibilidad de la llamada del Señor. Es un acto de estima y de confianza. Puede ser un momento de luz y de gracia. Jamás agradeceré bastante su audacia al amigo que me habló por primera vez de la posibilidad de entregarme a Dios.

En la intimidad

        Es importante caer en la cuenta de que Dios interviene en la historia. Dios crea el mundo, lo mantiene en el ser, y crea en la historia novedades históricas que permanecen: la Encarnación, la Iglesia. El descubrimiento de la vocación personal puede darse de forma repentina (a lo San Pablo) o de forma paulatina, que será lo normal. Es como la historia de dos enamorados. Dios, enamorado de cada uno, nos va rondando, hasta que nuestra alma se enamora. Hay un diálogo entre la persona humana y Dios, entre libertad y llamada. Dios no ha escrito mi vida antes de que yo la viviera. La vamos viviendo juntos Él y yo.

        Eso sí, Dios habla en la intimidad y mi intimidad puedo tenerla cerrada o abierta. Si tengo cerrada la intimidad será muy difícil poder escuchar: ese es el modo más eficaz de "guardar las distancias" con Dios. El que es egoísta, el que no tiene intimidad o tiene una intimidad pobre, el que no introduce en su corazón lo que sucede alrededor es una persona que no sabe escuchar, ni a los hombres ni a Dios. Dios habla sirviéndose de la estructura psicológica del hombre y habla en la conciencia: si estamos abiertos a Dios, en nuestra conciencia nos interpela Él mismo.