Seguir a Cristo es el despliegue de nuestra libertad
Juan Manuel Roca
Cómo acertar con mi vida
Cómo acertar con mi vida
Juan Manuel Roca

 

El diseño creador

        Jesús comenzó a llamar a los primeros apóstoles para que estuvieran con Él y continuaran luego su misión en la tierra (Mc 3, 14). ¿Por qué ellos y no otros? La respuesta es sencilla: simplemente porque los llamó el Señor. "Llamó a los que quiso" (Mc 3, 13). Por eso puede decirles: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros" (Jn 15, 16).

        La elección es siempre cosa de Dios, por eso cuando hubo que suplir a Judas los Apóstoles echan suertes remitiendo la decisión a Dios, y le toca a Matías. Jesús llama sin que los llamados merezcan en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos. Por ser asunto divino no caben razonamientos humanos, pues, entre otras cosas, Dios da las gracias necesarias para perseverar.

        La primitiva Iglesia consideró siempre la condición cristiana como una vocación. Toda la predicación de Cristo tiene algo que comporta vocación, una invitación a seguirle en una vida nueva: "si alguno quiere venir en pos de mí"... (Mt 16, 24). Dos ejemplos nos pueden ayudar a entender que nuestra unión con Cristo despliega y permite nuestra libertad.

        El primero se da en nuestro propio cuerpo: las células, que están vivas, no viven sin embargo con vida propia, independiente, sino con la vida del cuerpo entero. Las células de mi cuerpo viven con mi vida: yo vivo en ellas. De modo semejante, cada miembro de la Iglesia es una célula del Cuerpo y vive con la vida de Cristo. La unión con Cristo es la condición para que el Cuerpo viva. (Frank J. Sheed).

        El segundo ejemplo es la relación entre madre e hijo: el niño despierta a la conciencia por la presencia y el amor de la madre que le ha dado el ser. El hecho de haberlo recibido no anula su respuesta, sino que la posibilita y la provoca. El amor con que el niño es amado por la madre genera el amor de correspondencia; el tú maternal suscita el yo filial: se da una dependencia que provoca autonomía. Es la dependencia implicada en toda relación amorosa, que no es esclavizante: implica, desde luego, una tasa de dependencia, pero una dependencia que se revela liberadora y personalizadora.