Un mapa para el camino de la vida
Juan Manuel Roca
Cómo acertar con mi vida
Cómo acertar con mi vida
Juan Manuel Roca

 

 

 

 

De locos sólo con la propia intuición

        Los mapas no pretenden demostrar nada, simplemente muestran. Cada vez que consultamos uno nos fiamos de él por dos razones: en primer lugar por la autoridad del cartógrafo que lo ha hecho y, en segundo lugar, por la propia experiencia cuando uno ya ha recorrido las carreteras con su ayuda. En el viaje personal de nuestras vidas, afortunadamente, el cartógrafo es Dios. Y su mapa nos viene a través de la revelación divina acerca del sentido de la vida humana. Aceptar esta revelación es de capital importancia si se quiere vivir sana y santamente, si se quiere realizar el viaje con la seguridad de llegar al destino sin perderse por carreteras secundarias.

        Con los mapas sucede lo que con cualquier objeto: no llegamos a saber qué son hasta que no llegamos a saber para qué sirven. Del mismo modo, mientras no sepamos para qué servimos no podemos emplearnos como es debido. Al aceptar la Palabra revelada conocemos la finalidad de nuestra existencia, porque, aparte de lo que Dios mismo nos ha dicho sobre sus planes y nuestro fin, no disponemos de nadie más que nos lo pueda decir con tal conocimiento de causa.

        Podríamos seguir el camino del estudio de la naturaleza humana, método que, si ignorásemos que Dios nos ha hablado, debería contentarnos. Pero el caso es que sabemos que Dios nos ha hablado, y sería de necios pretender prescindir de sus palabras para intentar averiguar la verdad sobre nuestra existencia sólo desde nosotros mismos. Sería como tirar el mapa por la ventanilla por considerar más auténtico alcanzar la meta con nuestra simple intuición.

        Dios nos ha hablado y nos ha enseñado que el fin al que nos destina no es simplemente el que nuestra naturaleza, por sí misma, podría alcanzar, sino otro de una dimensión extraordinariamente superior. El que no cree en la revelación no tiene más remedio que decidir por sí mismo qué orientación dará a su vida (F.J. Sheed), pero desde luego, encontrará muchas más dificultades para acertar. Es frecuente encontrarse con gentes bienintencionadas que dicen que lo importante es hacer el bien y ayudar a los demás. Pero ¿cómo puede un hombre conocer el bien y ayudar a los demás si no conoce su finalidad verdadera? ¿Cómo puede saber adónde se dirige si se sirve de un mapa en blanco?

        Dios nos ha trazado la señalización visible para poder llegar a la meta, el mapa donde se manifiestan las peculiares relaciones que Él quiere establecer con cada uno de nosotros. Dios, en efecto, además de crearnos, a diferencia de todas las otras realidades creadas, nos ha querido admitir a participar de su vida divina, de su intimidad, en la comunión con Él mismo. Nos ha señalado un destino trascendente hacia el cual debemos caminar por las sendas de la fe. Y es precisamente en Cristo y su obra donde encontramos ese plano que contiene las claves para comprender la historia de toda humanidad y, por tanto, para conocer la nuestra (A. Bandera).