La libertad y los valores
Juan Manuel Roca
Cómo acertar con mi vida
Cómo acertar con mi vida
Juan Manuel Roca

 

 

 

Los valores y su referencia a Dios

        El hecho de existir supone una misión que cada uno debe ir cumpliendo con su actuar libre. Pero en todas las fases de nuestras acciones –explica Yepes– intervienen unos criterios previos que uno tiene ya formados antes de actuar y de los que parte para escoger –o rechazar– unos u otros medios. A estos criterios previos los llamamos valores.

        Los valores son los distintos modos de concretar o determinar la verdad: son la verdad y el bien tomados, no en abstracto, sino en concreto. Su característica principal es que no contestan a la pregunta ¿y esto para qué vale? Valen por sí mismos; es más, todo lo demás vale –o no vale– por referencia a ellos.

        Los valores son, por eso, criterio para la toma de decisiones, para la acción. Pueden ser muy variados: utilidad, belleza, poder, dinero, familia, ecología, sabiduría... El máximo valor es Dios: el Bien supremo en función del cual los demás valores son medios, es decir tienen un valor relativo que se juzga por su concreta relación aquí y ahora con el Valor Absoluto.

        A la hora de discernir y asumir como propios los valores que serán criterio de nuestra actuación, debemos estar atentos a algunos peligros, para no vivir tomando decisiones por motivos equivocados o inconsistentes. Algunos, por ejemplo, podrían tomar como valor una necesidad ficticia (como ganar fama). Y cabe también el peligro de asumir valores verdaderos pero sólo de manera teórica, es decir, sin interiorizarlos (permanecen como referencias externas que nos parecen bien, pero sin pasar a integrar las motivaciones internas de nuestra libertad); o de interiorizar una versión incompleta o equivocada de ellos: por ejemplo, se siente la necesidad de Dios, pero se trata con Él sólo en momentos "difíciles"; o se hace algo no en función del valor mismo, sino de la satisfacción personal que nos produce; o por buscar una compensación, llamar la atención, etc. (R. Berzosa).

        Es necesario aprender a vivir la libertad como un poder de ob-ligarse a todo lo grande. No somos libres cuando optamos por una acción porque nos agrada, sino cuando tomamos distancia de nuestras apetencias –que pueden ser caprichosas, variables según los momentos y las circunstancias– y elegimos en virtud del ideal que más vale, que más trascendencia tiene para los demás, para dejar en esta vida un surco profundo, divino, eterno. Esto es lo que supone elegir la verdad de la vocación como núcleo y referencia de valores. Al hacerlo así el hombre se siente esponjado, libre y desbordante de luz y alegría.