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-¡Hombre! No diría yo que somos perfectos. Aunque se dan discrepancias (como en cualquier otro ámbito), es verdad que hay buen ambiente.
-En ocasiones se dicen cosas contra la Iglesia o el Papa, o se hacen bromas a costa de la fe
-Demostrando, dentro de mis posibilidades y errores, coherencia. Eso infunde respeto.
-Mi modelo a imitar es Jesucristo, del que saco fuerzas para enfrentarme a las cosas cotidianas y a las del deporte, actividad en la que te encuentras a ti mismo a través del sacrifico.
-La exigencia en los entrenamientos, el sufrimiento, tiene recompensas -el éxito, una medalla, dinero - que nos motivan a poner todo de nuestra parte.
-Sí, pero no son las únicas.
-En la pista de entrenamiento, he aprendido que se puede ofrecer el sacrificio al Señor por mis necesidades y las de los demás.
-El relato de la Pasión y Resurrección lo tengo fresco por la Semana Santa. Es la parte del Evangelio que más me mueve a tomarme en serio mi vida de fe.
-Procuro dedicar un tiempo todos los días a meditar alguna lectura.
-La misa los domingos y algún otro día; la bendición de la mesa, que no quita tiempo; el rezo del rosario
-Lo rezo con mi mujer; los hijos, mientras, escuchan o están a lo suyo.
-Y el séptimo en camino. Desde estas páginas, animo a la gente a ser generosa con la vida.
-Éramos la típica familia cristiana de pueblo castellano.
-La madre asistía a misa habitualmente, el padre algo menos, y los hijos con regularidad, hasta que hacían la Confirmación; a partir de ahí, entraba en juego la libertad.
-Las costumbres las marcaba el calendario cristiano. El domingo, por ejemplo, era el día festivo por excelencia: la gente se arreglaba para ir a misa; luego se tomaba el vermut, o chucherías en el caso de los niños
-Más que de cosas concretas, hablaría de una experiencia de vida.
-Mi paso por un internado de los carmelitas, haber estudiado con los jesuitas, mi conocimiento de personas del Opus Dei, que es la realidad eclesial con la que más trato tengo.
-Bueno, ahí entra la vocación, esa llamada que hay que traducir en algo, en mi caso el Opus Dei.
-¡Claro! ¡Siempre! Y si los demás están en peor forma, incluso si se caen al suelo, será porque Dios así lo quiere.
-Entonces, lo reconozco, me enfado conmigo mismo y con el Señor. Me cabreo porque, a pesar de haber trabajado mucho, las cosas han salido mal.
-Enseguida tomas fuerzas, te levantas y piensas en la próxima competición. La derrota también sirve para no confiar en uno mismo, sino en algo más.
-Pues no lo sé. Sólo sé que le doy gracias por haberme permitido rendir al máximo mis cualidades. | |||||
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