"Mi modelo es Cristo".
Isaac Viciosa: “¡Claro que rezo para ganar!”
Nació en Cervatos de la Cueza, un pueblecito palentino de trescientos habitantes. Eso, y haberse curtido a fondo en las durezas del deporte, configuraron su carácter, parco en palabras. Lo cual no quiere decir que no tenga sentido del humor, ahí está su respuesta a la pregunta de si reza para ganar. Tras una vida cosechando éxito tras éxito en las pistas de todo el mundo, hoy está al frente de la "Escuela de Atletismo Isaac Viciosa", poniendo su experiencia al servicio de los que empiezan.
Gonzalo Altozano
Cómo digo que no a mi hijo adolescente

-Decía el periodista Antonio Herrero que entre los atletas no había malas personas, que era imposible que las hubiera.

        -¡Hombre! No diría yo que somos perfectos. Aunque se dan discrepancias (como en cualquier otro ámbito), es verdad que hay buen ambiente.

-Entonces, respetarán sus creencias, ¿no?

        -En ocasiones se dicen cosas contra la Iglesia o el Papa, o se hacen bromas a costa de la fe…

-¿Cómo se defiende?

        -Demostrando, dentro de mis posibilidades y errores, coherencia. Eso infunde respeto.

-No todos los atletas serán santos, pero sí ha habido santos atletas: san Pablo, san Francisco Javier… ¿Los tiene por modelos de fe?

        -Mi modelo a imitar es Jesucristo, del que saco fuerzas para enfrentarme a las cosas cotidianas y a las del deporte, actividad en la que te encuentras a ti mismo a través del sacrifico.

-¿La pista de atletismo como escuela de mortificación?

        -La exigencia en los entrenamientos, el sufrimiento, tiene recompensas -el éxito, una medalla, dinero…- que nos motivan a poner todo de nuestra parte.

-Motivaciones legítimas.

        -Sí, pero no son las únicas.

-Diga otras.

        -En la pista de entrenamiento, he aprendido que se puede ofrecer el sacrificio al Señor por mis necesidades y las de los demás.

-Eso, salvando las distancias, hizo Cristo en la cruz.

        -El relato de la Pasión y Resurrección lo tengo fresco por la Semana Santa. Es la parte del Evangelio que más me mueve a tomarme en serio mi vida de fe.

-¿Recurre al Evangelio con frecuencia?

        -Procuro dedicar un tiempo todos los días a meditar alguna lectura.

-¿Qué otras prácticas de piedad?

        -La misa los domingos y algún otro día; la bendición de la mesa, que no quita tiempo; el rezo del rosario…

-¿Lo reza en familia?

        -Lo rezo con mi mujer; los hijos, mientras, escuchan o están a lo suyo.

-Son padres de seis hijos.

        -Y el séptimo en camino. Desde estas páginas, animo a la gente a ser generosa con la vida.

-Usted nació en una familia numerosa.

        -Éramos la típica familia cristiana de pueblo castellano.

-O sea…

        -La madre asistía a misa habitualmente, el padre algo menos, y los hijos con regularidad, hasta que hacían la Confirmación; a partir de ahí, entraba en juego la libertad.

-Hable de su pueblo.

        -Las costumbres las marcaba el calendario cristiano. El domingo, por ejemplo, era el día festivo por excelencia: la gente se arreglaba para ir a misa; luego se tomaba el vermut, o chucherías en el caso de los niños…

-En su carrera por la fe, aparte de la familia y su pueblo, ¿qué otras cosas le han marcado?

        -Más que de cosas concretas, hablaría de una experiencia de vida.

-¿Puede poner esa experiencia en ejemplos?

        -Mi paso por un internado de los carmelitas, haber estudiado con los jesuitas, mi conocimiento de personas del Opus Dei, que es la realidad eclesial con la que más trato tengo.

-¿Por qué la Obra?

        -Bueno, ahí entra la vocación, esa llamada que hay que traducir en algo, en mi caso el Opus Dei.

-Volvamos a la pista de competición. ¿Reza para ganar?

        -¡Claro! ¡Siempre! Y si los demás están en peor forma, incluso si se caen al suelo, será porque Dios así lo quiere.

-Y si no gana, ¿qué?

        -Entonces, lo reconozco, me enfado conmigo mismo y con el Señor. Me cabreo porque, a pesar de haber trabajado mucho, las cosas han salido mal.

-¿Le dura mucho el enfado?

        -Enseguida tomas fuerzas, te levantas y piensas en la próxima competición. La derrota también sirve para no confiar en uno mismo, sino en algo más.

-Hacer lo que a uno le gusta, ¿es un regalo de Dios?

        -Pues no lo sé. Sólo sé que le doy gracias por haberme permitido rendir al máximo mis cualidades.

 
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