Entrevista con el arzobispo de Colonia, el cardenal Meisner.
Punto de encuentro con Cristo: la Jornada Mundial de la Juventud
El arzobispo de Colonia, el cardenal Joachim Meisner, anfitrión de la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), sueña con que de esta cita de jóvenes de todo el mundo con el Papa verdadero momento de encuentro con Cristo surjan gigantes de la evangelización.
En torno al lema «Hemos venido a adorarle» (Mateo 2, 2), la ciudad alemana –que también celebra el bimilenario de su fundación– espera un mínimo de 800 mil jóvenes participantes y un máximo de 1,3 millones. El 1 de enero ya se contaban 135 mil inscritos de todas partes del mundo, sin contar a los alemanes.
En Bensberg (Colonia) más de 250 delegados de las Conferencias episcopales y de los movimientos de 70 países se dieron cita del 6 al 9 de enero en una Conferencia Internacional, promovida por el dicasterio vaticano para los Laicos, con vistas a la ya cercana celebración de la XX edición de la JMJ.
La víspera del encuentro, el cardenal Meisner compartió con la prensa la dimensión que ha adquirido la JMJ y el marco europeo en que se celebrará, declaraciones que recogió Avvenire.
COLONIA, lunes, 10 enero 2005 (ZENIT.org)

Eminencia: faltan menos de ocho meses para la cita con el Papa y los jóvenes. ¿Cómo marchan los preparativos?

         Había manifestado al Santo Padre nuestra disponibilidad para acoger la JMJ desde 1999. Después llegaron Roma y Toronto. Y ahora nos toca a nosotros. Confío en Dios, y también en mis colaboradores, y estoy tranquilo de que todo irá bien. En el siglo XX Alemania fue causa de dos guerras catastróficas. En el XXI deseamos que precisamente de Alemania llegue un fuerte ejemplo de paz. Y la JMJ se inserta en este proyecto.

¿Los jóvenes alemanes han acogido el mensaje?

        Pienso que sí. Y no sólo los de nuestras parroquias, sino también los «alejados». Los medios de comunicación han hablado mucho de la Jornada. Y estoy sorprendido de ver que ya todos saben de qué se trata. En Westfalia, donde han intentado, sin conseguirlo, organizar las Olimpiadas, me han dicho: «Hemos perdido los Juegos, pero hemos obtenido un evento más importante».

        ¿Es un signo también para la vieja Europa, que olvida sus propias raíces cristianas?

         Estamos asistiendo a una pérdida de cultura de Europa. Pienso en el caso Buttiglione. Si aplicásemos los mismos parámetros, hoy ni De Gasperi ni Adenauer ni Schuman, esto es, los padres fundadores de la Unión, conseguirían ser comisarios europeos. La verdad es que descuidamos frecuentemente la sustancia de las cosas. Por ejemplo: ¿por qué Dios no nos ha creado a todos hombres o mujeres? En esta diferencia hay un mensaje sustancial para la humanidad. O sea, que en el orden de la creación no existe la homosexualidad, sino la diversidad. El hombre y la mujer, unidos en su amor, constituyen la familia y fundan la sociedad. Y es un mensaje que deriva de la sustancia de las cosas. Por lo tanto, sólo si sabemos redescubrir esta profundidad del ser, Europa y el mundo entero tendrán un futuro. Así que espero que de la JMJ llegue un gran estímulo en tal sentido.

Después del tsunami, que también ha afectado a Alemania, ¿cómo cambiará el camino hacia Colonia 2005?

         Lo ocurrido es una gran tragedia. También yo he pedido al Señor: «Ayúdame a entender con los ojos de la fe». Pero nuestros jóvenes pueden ser ayudados también por el tema de la JMJ, «Hemos venido a adorarle». Los Magos vinieron de Oriente. Así que Oriente está ya inscrito en el patrimonio genético de la JMJ. Debemos ayudar a esas poblaciones y ya lo estamos haciendo. El pasado 1 de enero todas las iglesias alemanas entregaron las colectas de las Misas a las víctimas del sudeste asiático. Están ya trabajando grandes organizaciones como «Adveniat» y «Misereor». Y existe un fondo de ayuda para la catástrofe.

En todos los países donde se ha celebrado, la Jornada ha recaído positivamente en la pastoral juvenil. ¿Y en Alemania?

         Hemos creado 3.300 núcleos operativos de jóvenes entre 16 y 30 años. Tras un año de catequesis, ahora se están ocupando de la organización. Y los sacerdotes me dicen: «Aunque por un absurdo la JMJ no se celebrara más, ya estos 3.300 grupos serían un gran resultado». Pero lo más bello es que la Jornada está convirtiéndose en un entorno, abierto a todos, donde Cristo habla a los jóvenes y donde cada joven puede encontrar a Cristo. Sueño que de este encuentro nazca tal vez una nueva madre Teresa de Calcuta, un nuevo San Juan Bosco, muchos nuevos evangelizadores.

¿Y desde el punto de vista ecuménico?

         Tenemos óptimas relaciones con las comunidades evangélicas en Alemania y también con los ortodoxos. Todos han declarado su disponibilidad para acoger encuentros ecuménicos –habrá tres, en Bonn, Dusseldorf y Colonia–, acoger en sus casas a los jóvenes de la JMJ y poner a disposición lugares para las catequesis en los distintos idiomas. Nos ha llegado disponibilidad hasta de las comunidades islámicas.

¿Cómo piensan cubrir los gastos del evento?

         Es obvio que el peso económico de la Jornada Mundial y de la visita del Papa no puede recaer sólo en nuestra diócesis, sino que verá la implicación de las demás diócesis alemanas. Nos debemos autofinanciar haciendo un gran esfuerzo de fantasía, pero estoy seguro de que podremos, sin dejar deudas. El Consejo Pontificio para los Laicos considera –con razón– que, para tener un futuro, las JMJ deben ser eventos económicamente sostenibles.