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Había manifestado al Santo Padre nuestra disponibilidad para acoger la JMJ desde 1999. Después llegaron Roma y Toronto. Y ahora nos toca a nosotros. Confío en Dios, y también en mis colaboradores, y estoy tranquilo de que todo irá bien. En el siglo XX Alemania fue causa de dos guerras catastróficas. En el XXI deseamos que precisamente de Alemania llegue un fuerte ejemplo de paz. Y la JMJ se inserta en este proyecto.
Pienso que sí. Y no sólo los de nuestras parroquias, sino también los «alejados». Los medios de comunicación han hablado mucho de la Jornada. Y estoy sorprendido de ver que ya todos saben de qué se trata. En Westfalia, donde han intentado, sin conseguirlo, organizar las Olimpiadas, me han dicho: «Hemos perdido los Juegos, pero hemos obtenido un evento más importante». ¿Es un signo también para la vieja Europa, que olvida sus propias raíces cristianas? Estamos asistiendo a una pérdida de cultura de Europa. Pienso en el caso Buttiglione. Si aplicásemos los mismos parámetros, hoy ni De Gasperi ni Adenauer ni Schuman, esto es, los padres fundadores de la Unión, conseguirían ser comisarios europeos. La verdad es que descuidamos frecuentemente la sustancia de las cosas. Por ejemplo: ¿por qué Dios no nos ha creado a todos hombres o mujeres? En esta diferencia hay un mensaje sustancial para la humanidad. O sea, que en el orden de la creación no existe la homosexualidad, sino la diversidad. El hombre y la mujer, unidos en su amor, constituyen la familia y fundan la sociedad. Y es un mensaje que deriva de la sustancia de las cosas. Por lo tanto, sólo si sabemos redescubrir esta profundidad del ser, Europa y el mundo entero tendrán un futuro. Así que espero que de la JMJ llegue un gran estímulo en tal sentido.
Lo ocurrido es una gran tragedia. También yo he pedido al Señor: «Ayúdame a entender con los ojos de la fe». Pero nuestros jóvenes pueden ser ayudados también por el tema de la JMJ, «Hemos venido a adorarle». Los Magos vinieron de Oriente. Así que Oriente está ya inscrito en el patrimonio genético de la JMJ. Debemos ayudar a esas poblaciones y ya lo estamos haciendo. El pasado 1 de enero todas las iglesias alemanas entregaron las colectas de las Misas a las víctimas del sudeste asiático. Están ya trabajando grandes organizaciones como «Adveniat» y «Misereor». Y existe un fondo de ayuda para la catástrofe.
Hemos creado 3.300 núcleos operativos de jóvenes entre 16 y 30 años. Tras un año de catequesis, ahora se están ocupando de la organización. Y los sacerdotes me dicen: «Aunque por un absurdo la JMJ no se celebrara más, ya estos 3.300 grupos serían un gran resultado». Pero lo más bello es que la Jornada está convirtiéndose en un entorno, abierto a todos, donde Cristo habla a los jóvenes y donde cada joven puede encontrar a Cristo. Sueño que de este encuentro nazca tal vez una nueva madre Teresa de Calcuta, un nuevo San Juan Bosco, muchos nuevos evangelizadores.
Tenemos óptimas relaciones con las comunidades evangélicas en Alemania y también con los ortodoxos. Todos han declarado su disponibilidad para acoger encuentros ecuménicos habrá tres, en Bonn, Dusseldorf y Colonia, acoger en sus casas a los jóvenes de la JMJ y poner a disposición lugares para las catequesis en los distintos idiomas. Nos ha llegado disponibilidad hasta de las comunidades islámicas.
Es obvio que el peso económico de la Jornada Mundial y de la visita del Papa no puede recaer sólo en nuestra diócesis, sino que verá la implicación de las demás diócesis alemanas. Nos debemos autofinanciar haciendo un gran esfuerzo de fantasía, pero estoy seguro de que podremos, sin dejar deudas. El Consejo Pontificio para los Laicos considera con razón que, para tener un futuro, las JMJ deben ser eventos económicamente sostenibles. | ||
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