Titulares
Enrique Monasterio
Un safari en mi pasillo
Un safari en mi pasillo. Otra catequesis desenfadada a la gente joven

 

Información manipulada

        Cada lunes los titulares de la sección de deportes vienen líricos, cómicos, trágicos o dramáticos, según les dé, pero siempre oscuros para el profano. Así, por ejemplo, cuando el Español consiguió mitigar la goleada que le estaba propinando el Real Madrid gracias un tanto de última hora, el reportero tituló: "el periquito maquilla el electrónico en Montjuich". Pocos lunes antes nos habíamos desayunado con el siguiente encabezamiento: "Torres cae en combate, pero Nicolaidis salva los muebles con 10".

        Así es la épica del fútbol: culterana y enigmática.

        El resto del periódico es otra cosa. Encontramos titulares precisos y honrados que condensan el contenido de la información en pocas palabras, hasta el punto de hacer innecesaria su lectura, y también titulares sugestivos, que seducen más de lo que informan, e impulsan al lector a zambullirse en el texto.

        Hay titulares agresivos –de barricada o de campaña– y los hay mansos, casi franciscanos. Hay cabeceras gélidas, de boletín oficial, pero las hay también cálidas y amerengadas como las que lucían aquellas viejas revistas del corazón, que ahora se ocupan de vísceras menos nobles.

        También hay titulares engañosos, titulares-cebo que el informador utiliza para pescar lectores, y se desinflan solos en cuanto acudimos a la letra pequeña, y titulares sesgados, con buena o mala intención. Uno sabe poco de estas cosas, pero ha notado, por ejemplo, que se ha puesto de moda el uso del adverbio "ahora" para descalificar sutilmente al protagonista de una información. "El Presidente Bush dice ahora que las armas de destrucción masiva…" Diga lo que diga Mr. Bush, queda claro que ahora ya no vale.

Cuando los titulares mienten

        Pero vayamos al grano.

        Hasta hace poco creía firmemente en la veracidad de los titulares, especialmente de los más llamativos. Suponía que quien emplea caracteres grandes para abrir una información es porque está seguro de lo que afirma. Mentir a toda plana me parecía más inmoral que hacerlo en letra chica o a pie de página. Sin embargo me equivocaba, y no sólo yo. Hay quien sigue convencido de que un titular nunca engaña, y que, por tanto, debe ser aceptado como dogma, sin dudar jamás de la honradez del titulador.

        Hace meses alguien tituló a pleno pulmón que el Cardenal de Madrid había afirmado en una homilía que la equiparación de las parejas homosexuales con el matrimonio haría quebrar la seguridad social. La homilía en cuestión no decía nada parecido; pero el estúpido titular saltó de tertulia en tertulia, de medio en medio, y ya no se habló de otra cosa. Por supuesto casi nadie leyó la homilía.

¿Mala fe?

        Poco después la Conferencia Episcopal publicaba un documento –todo un libro de más de doscientas páginas– sobre la familia cristiana, el matrimonio, los hijos, etc. Se trata de un estudio serio y riguroso, de lectura obligada para los católicos. Yo aún no lo he terminado; pero a algún avispado jefe de sección le bastó con mirarlo de reojo para lanzar al zoco de las tertulias periodísticas un titular escandaloso con su miajilla de violencia "de género" y algún que otro adjetivo descalificador contra la Iglesia.

        Probablemente se trata sólo de errores fruto de la precipitación. ¿Cómo voy a suponer que tan honrados periodistas no actúen de buena fe, y pretendan engañar a sus lectores? La culpa debe ser de las prisas y quizá la terminología religiosa, que empieza a sonar a chino en determinados oídos.

        — ¿Y no será que será que algunos especialistas en información religiosa son ignorantes o no ven con buenos ojos a la Iglesia?

        — ¡Qué cosa tienes, amigo Kloster! Los directores de los medios jamás pondrían a alguien así al mando de las páginas de religión ¿Te imaginas que los cronistas deportivos odiasen el deporte, o que los de política internacional no supiesen geografía? Lo que pasa es que poner titulares no es fácil. A mí para este artículo no se me ocurre ninguno.