Hay otros mejor preparados
Todos los hombres
son superiores a nosotros en algún aspecto,
y en eso podemos aprender de ellos.
Ralph W. Emerson
Alfonso Aguiló
Carácter y acierto en el vivir:100 relatos y reflexiones sobre la mejora personal

 

 

 

No hacen falta cualidades

        Rabindranath Tagore cuenta la famosa historia de un mendigo que se encontró con el carruaje del rey. "Posaste tu mirada en mí y bajaste sonriente. Sentí llegada la suerte de mi vida. De repente, tendiste hacia mí tu mano derecha y dijiste: ¿qué vas a darme?". El mendigo se quedó confuso y perplejo. Y cedió a la tentación del egoísmo y de la pequeñez: le dio un grano de trigo. "Al declinar el día y vaciar mi saco hallé una minúscula pepita de oro entre el puñado de granos vulgares. Entonces lloré amargamente y pensé: lástima no haber tenido la generosidad de dártelo todo".

        Aquel pobre mendigo consideraba que tenía muy poco y, ante la petición de Dios, le dio muy poco. Así nos sucede muchas veces a los hombres ante las peticiones de Dios. Y al final del día, de la vida, lamentamos no haber tenido la generosidad de darle más, de darle todo.

        — Pero supongo que Dios llama sobre todo a personas de especiales cualidades.

        Quizá pensamos siempre en ese otro que es más inteligente, mejor persona, con más simpatía o más fe que yo. ¿Por qué Dios va a elegirme precisamente a mi? ¿A Dios, qué más le da? ¿No podría, mejor, elegir a ese otro, que es mucho mejor que yo? ¿Por qué, entre millones y millones de personas, tengo que ser precisamente yo?

        No hay respuesta fácil a esa pregunta. En el Evangelio se lee bien claro que Jesucristo eligió a los que quiso, no a los mejores. Su elección forma parte del misterio del insondable designio divino. Es algo que depende de la soberana libertad del poder divino y que escapa a nuestra comprensión.

        No tenemos que exigirle explicaciones a Dios, pero sobre todo, debemos pensar por qué hacemos un planteamiento tan negativo de la entrega. Cuando Dios llama, ese camino es el que otorgará mayor felicidad a esa persona. No hace falta tener dotes extraordinarias, ni un nivel extraordinario de santidad.

Sí hace falta querer

        — Pero supongo que, para ser llamado por Dios, habrá que tener un nivel alto de perfección personal.

        "Para responder a la llamada de Dios –afirma Benedicto XVI– y ponernos en camino, no es necesario ser ya perfectos. Sabemos que la conciencia del propio pecado permitió al hijo pródigo emprender el camino del retorno y experimentar así el gozo de la reconciliación con el Padre. La fragilidad y las limitaciones humanas no son obstáculo, con tal de que ayuden a hacernos cada vez más conscientes de que tenemos necesidad de la gracia redentora de Cristo. Ser santo no comporta ser superior a los demás; por el contrario, el santo puede ser muy débil, y contar con numerosos errores en su vida".

        No te preocupes por tu falta de cualidades personales. Basta con luchar. En la Francia del siglo XIX había miles de jóvenes de grandes virtudes que buscaban a Dios y, de entre todas, la Virgen eligió a una aldeana enfermiza e ignorante de un lugar sin importancia del Pirineo llamado Lourdes, muy atrasada en los estudios para sus catorce años, pues no había aprendido a leer ni a escribir, solo hablaba en su dialecto local y no sabía nada de catecismo.

Siempre el misterio divino

        Piensa también en los pastorcillos de Fátima. Los tres recibieron la misma gracia, aunque de un modo distinto para cada uno: Lucia hablaba, Jacinta escuchaba, Francisco solo veía. ¿Por qué Dios lo hizo así? No esperes una respuesta simple. Él sabe cómo debe hacer las cosas. Y fueron santos, no porque se les apareciera la Virgen, ni por sus grandes dotes personales, sino porque hicieron lo que Ella les dijo de parte de Dios.

        — Pero muchas veces será mejor esperar a tener más formación, dedicar unos años a profundizar antes de tomar decisiones y recoger una mayor información sobre el camino por el que Dios nos llama.

        A primera vista, son consideraciones muy razonables. Lo que cada uno debe ver es si no encubren un miedo a comprometerse, si acaso enmascaran un cierto egoísmo con la excusa de la falta de una formación adecuada. Porque todos necesitamos formación, pero procurando que eso no se convierta en una excusa para decir que no, y procurando también que esa necesidad de formarse se concrete en medios concretos para lograrlo. Podríamos referirnos a la figura del Santo Cura de Ars, que luego veremos con más detalle: también advertía su falta de formación mientras concluía sus estudios teológicos, pero puso todos los medios para formarse y acabó siendo un gran santo.

        Hay que leer, pensar, preguntar, informarse, tomarse tiempo, pero siempre afrontando de cara los deseos de Dios, buscando la máxima rectitud por nuestra parte. Y todo eso quizá no lleve demasiado tiempo. Lo decisivo quizá sea la fe y la cercanía a Dios: cuando se cultiva, cuando se ponen los medios, Dios hace el resto.

Siempre será y a más, elegir algo mejor

        — Es natural que cueste dar ese paso, y que por eso se retrase. Al fin y al cabo, es entregar mi vida, toda mi vida, como quien tira una moneda al agua.

        Sí, es toda tu vida, pero tu vida y la mía son un regalo inmerecido de Dios. Y el mejor destino que podemos darle es averiguar cuanto antes qué ha pensado Dios para ella y seguir su designio. Y no solo porque esa vida nos la haya dado Dios previamente –igual que el amor y la generosidad que hay en nuestro corazón–, sino porque Dios nos ha creado con una misión y es para esa misión para lo que mejor estamos preparados y donde más felices seremos.

        "Ser santo –afirma Benedicto XVI– significa vivir cerca de Dios, vivir en su familia. Esta es la vocación de todos nosotros. Para ser santos no es preciso realizar acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales, sino que es necesario, ante todo, escuchar la llamada de Dios y seguirla sin desalentarse ante las dificultades. Y cualquier forma de santidad, aun siguiendo sendas diferentes, pasa siempre por el camino de la cruz, por el camino de la renuncia a uno mismo. Las biografías de los santos presentan hombres y mujeres que han afrontado a veces pruebas y sufrimientos, y su ejemplo es para nosotros un estímulo para seguir el mismo camino y experimentar la alegría de quien se fía de Dios, porque la única verdadera causa de tristeza e infelicidad para el hombre es vivir lejos de Él".

        — ¿Y si digo que no, es un pecado, una ofensa a Dios?

        Debe ser el amor y no el miedo el que lleve a decir que sí a la llamada de Dios. "La fe no quiere infundirnos miedo –continúa Benedicto XVI–, quiere llamarnos a la responsabilidad. No debemos desperdiciar nuestra vida, ni abusar de ella, ni conservarla solo para nosotros mismos".