Muerte adentro
Enrique Monasterio
Un safari en mi pasillo
Un safari en mi pasillo. Otra catequesis desenfadada a la gente joven

¿Más libre?

        "Mar adentro" es el título de una película que fue elogiada desmesuradamente antes incluso de que empezara a rodarse.

        "Mar adentro" es también el estribillo de una carta que escribió Juan Pablo II a todos los católicos al comienzo del tercer milenio de la era cristiana.

        La película, según su director, pretende ser un canto a la vida, al amor y a la libertad; pero en realidad recrea la lamentable historia de un hombre que eligió el suicidio –"muerte digna" lo llama– para no enfrentarse con una existencia que consideraba indecente e indeseable.

        En boca del Papa "¡mar adentro!" es el grito de un anciano, muy limitado por el parkinson e incapaz de moverse sin padecer grandes dolores. Desde su silla de ruedas asume las palabras con las que Cristo invitó a San Pedro a echar la red en el Mar de Tiberíades antes de la pesca milagrosa. Ahora esas palabras nos llaman a una nueva evangelización, a una pesca de altura en la mar contaminada de la vieja Europa.

         El protagonista de la película asegura, sin embargo que su personaje "no tiene más Dios que su conciencia" y que por eso es "libre y más humano". Pero ese hombre huye: busca la libertad en la nada, muerte adentro, entre los aplausos ideológicos de unos y las lágrimas de otros.

Olga

        Es una imagen brillante la del océano que recibe, ya para siempre, al viejo marinero que quedó varado en la costa durante años. Pero ni las efusiones líricas ni el llanto compasivo de los que le "ayudaron a morir" –es decir de los homicidas– logran ocultar el terrible vacío, la gélida desesperanza de un pobre hombre manipulado, a quien nadie enseñó el sentido de la vida. Más patente aún es la obsesión morbosa de Amenábar, ese buen director de cine que ha realizado cuatro películas con un solo protagonista: la muerte. La muerte como espectáculo, la muerte como misterio, la muerte como huida…

        No sé que pensará de este film Olga Bejano.

        Olga tiene treinta años y vive en Logroño. Una enfermedad incurable y progresiva la encadena a su silla de ruedas. No ve ni habla y sólo puede mover algún dedo de la mano derecha. Sin embargo logra comunicarse con un ingenioso lenguaje de signos, y ya ha publicado dos libros: "Voz de papel" y "Alma de color salmón".

        Cuenta Olga que un día tuvo un sueño:

Feliz en el dolor

        — "Una voz me explicó cómo los salmones pasan toda su vida nadando contracorriente. Han de luchar contra la fuerza del agua, y es precisamente esa lucha la que les hace tener la carne deliciosa, de textura firme y de color entre rosa y naranja. Así, a algunas personas entre las cuales te encuentras tú -me decía aquella voz-, la vida no os resulta fácil; por el contrario, desde la mañana a la noche tenéis que vivir luchando sin interrupción para que no os lleve la corriente. Ese esfuerzo tiene una recompensa: a medida que el individuo se supera, su interior se va transformando, y cuando llega al final de la vida, su alma será de color salmón, será un alma muy apreciada, pues el sufrimiento la habrá impregnado de un valor especial".

        Olga es una mujer feliz. Resulta difícil entenderlo, pero es así. Basta con leer sus libros para comprobarlo. Acompañada por su madre y su enfermera, vive en presencia de Dios, hablando con su Ángel Custodio, con el alma bien despierta y el corazón listo para la batalla.

        Y si se siente "como un vegetal", se llama a sí misma "lechuguita" y piensa, con razón, que es "un vegetal muy activo". ¡Cómo se reiría, si pudiera mover algún músculo de la cara!

        Olga sí que merece una película, ¿no te parece, Amenábar? Con tu talento podrías, al fin, filmar la vida más que la muerte, la alegría más que la angustia, la lucha más que la resignación. Te sugiero un título: "Río arriba". Así vive mi amiga Olga. Como los salmones que brincan contracorriente para ganar la cumbre. Por eso su alma está madura para Dios. Por eso su espíritu vuela libre aunque tenga la carne encadenada.