Discurso del Papa a los universitarios del UNIV 2003

El acto tuvo lugar en el Aula Nervi el lunes 14 de abril.


Ciudad del Vaticano, 14 de abril de 2003

 

Aula Nervi.

¡Queridos jóvenes!

        1. Estoy muy contento de acogeros también este año a todos vosotros, que participáis en las actividades de formación cristiana promovidas por la Prelatura del Opus Dei en muchos países del mundo. Habéis venido a Roma para vivir la Semana Santa y para participar en el encuentro UNIV. Os saludo cordialmente y os deseo que estas jornadas romanas sean motivo de un encuentro renovado con Jesús y de una intensa experiencia eclesial.

        Habéis escogido como tema para vuestro Congreso Universitario «Construir la paz en el siglo XXI». Es un tema más actual que nunca en estos meses en los que estamos preocupados no sólo por la situación en Irak, sino también por tantos focos de violencia y de guerra, que se han encendido en otros continentes. Todo esto hace más urgente una auténtica educación a la paz.

        2. Para los creyentes la primera y fundamental acción en favor de la paz es la oración, porque la paz es un don del amor de Dios.

        Ayer, Domingo de Ramos, en todas las diócesis se celebró la Jornada Mundial de la Juventud. En el «Mensaje» que en esta ocasión he dirigido a los jóvenes, les he pedido, en este momento amenazado por la violencia, por el odio y la guerra, que se comprometan a testimoniar que Jesús es quien puede dar la auténtica paz al corazón del hombre, a las familias y a los pueblos de la tierra.

        Los cuatro pilares sobre los que debe basarse la paz son la verdad, la justicia, el amor y la libertad, como enseñó el beato Juan XXIII en la encíclica «Pacem in Terris», de la que hace unos días celebramos el cuadragésimo aniversario.

Jóvenes universitarios después de la audiencia.

        3. Para ser constructores de paz es necesario ante todo vivir en la verdad. Jóvenes, tened el valor de plantearos preguntas sinceras sobre el sentido de la vida; formaos para ser rectos y claros en el pensamiento, la acción, el respeto y el diálogo con los demás. Tened en primer lugar esa auténtica relación con Dios que requiere una conversión personal y una apertura a su misterio. El hombre sólo se entiende a sí mismo en relación con Dios, que es plenitud de verdad, de belleza y de bondad.

        San Josemaría Escrivá observa: «Intentan algunos construir la paz en el mundo, sin poner amor de Dios en sus propios corazones... ¿Cómo será posible efectuar, de ese modo, una misión de paz? La paz de Cristo es la del reino de Cristo; y el reino de nuestro Señor ha de cimentarse en el deseo de santidad, en la disposición humilde para recibir la gracia, en una esforzada acción de justicia, en un divino derroche de amor» («Es Cristo que pasa», 182).

        4. A la verdad se une la justicia, junto al respeto de la dignidad de cada persona. Sin embargo, sabemos que sin amor sincero y desinteresado, la justicia por sí sola no podría asegurar la paz al mundo. La verdadera paz florece cuando en el corazón se vence el odio, el rencor y la envidia; cuando se dice no al egoísmo y a todo lo que lleva al ser humano a replegarse sobre sí mismo y a la defensa del propio interés.

"Formaos para ser rectos y claros en el pensamiento, la acción, el respeto y el diálogo con los demás", dijo el Papa.

         Si el amor, que es el signo distintivo de los discípulos de Cristo, se traduce en gestos de servicio gratuito y desinteresado, en palabras de comprensión y de perdón, la ola pacificadora del amor se alarga y se extiende a toda la comunidad humana. De este modo es más fácil comprender el cuarto pilar de la paz, la libertad, el reconocimiento de los derechos de las personas y de los pueblos y el libre don de sí en el responsable cumplimiento de los deberes que competen a cada uno en su propio estado de vida.

        5. ¡Queridos jóvenes del UNIV! Si tratáis de seguir este camino podréis ofrecer una contribución eficaz a la construcción de un mundo «pacificado» y «pacificador». escribe vuestro santo fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer: «Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien. No se trata de campañas negativas, ni de ser antinada. Al contrario: vivir de afirmación, llenos de optimismo, con juventud, alegría y paz, ver con comprensión a todos» («Surco», n. 864). Seguid estas enseñanzas, acoged la paz que Cristo da a quien le abre el corazón y difundidla en todo ambiente.

        Que María, Reina de la Paz, vele sobre vosotros, sobre vuestros deseos y proyectos, sobre vuestras familias y vuestras naciones. Que os asistan el santo fundador y vuestros patronos celestiales. Deseando que os preparéis con fe para celebrar la Pascua, os bendigo a todos de corazón.