Los jóvenes son conscientes de que padecen saturación "sentimental"

Federico Gómez Pardo www.PiensaunPoco.com

Ojo con esas modas Tengo la impresión de que en educación también somos un poco esclavos de las modas. A veces empieza a hablarse de un determinado aspecto, más o menos importante, pero que por el mero hecho de que todo el mundo habla o escribe del mismo, acaba considerándose como la clave o el factor fundamental para una buena educación.

Es por ejemplo lo que ha pasado, hace un tiempo con la autoestima, y actualmente con lo de la educación de los sentimientos. Dios me libre de decir que no son importantes; lo que me refiero es que insistir demasiado en estos aspectos, entraña el peligro de dejar de considerar otros igualmente importantes o más. Lo cual no deja de ser un reduccionismo, que como todos los reduccionismos suelen traer malas consecuencias.

Hay que buscar fuera

En cuanto a la autoestima, es evidente que importa mucho ayudar a chicos y chicas a que se acepten así mismos, y a que se conozcan como son, con sus virtudes y sus defectos. Si esta autoestima es baja, no tendrán motivación suficiente para superar sus limitaciones; y si es demasiado elevada, sus virtudes más que ayudarles a su realización personal y a servir a los demás, pueden contribuir a convertirles en personas orgullosas e inaguantables.

Pero más importante que la autoestima es la estima de los demás. Como decía Viktor Frankl, lo que da sentido a la vida del ser humano, no puede ser algo que esté dentro de él, si no algo que te trascienda. Solo con la apertura a la alteridad –Dios y los demás–, puede el hombre ser auténticamente feliz. Y me parece que la educación, si no sirve para hacer feliz, no sirve para nada. Por tanto cuidemos la autoestima, pero sobre todo estimulemos la generosidad y el darse a los demás.

Los componentes personales sin compensar

Respecto a la educación de los sentimientos, reconozco que actualmente hace más falta que nunca, dada la supervaloración que hacen los adolescentes de la sensibilidad en general, y de los sentimientos en particular. Pero precisamente, porque están sobredimensionados, se hace imprescindible insistir más en las otras características esenciales del ser humano si no se quiere caer en un reduccionismo limitante.

Se entenderá mejor lo que quiero decir, si recordamos que las potencias esenciales del ser humano, que nos caracterizan y diferencian de los animales, son la inteligencia, la voluntad y la sensibilidad.

El objeto propio de la inteligencia es la verdad, y su expresión es el “yo sé”. El objeto al que tiende la voluntad es el bien, y se manifiesta con el “yo quiero”. Y el objeto de la sensibilidad es lo sensible –belleza, placer, sentimientos etc.–, y se expresa con el “yo siento”. Pero resulta que en las nuevas generaciones, parece como si la inteligencia estuviera atrofiada por falta de uso, debido a tanta televisión como ven y que dificulta la posibilidad de pensar.

Por su parte, la voluntad –quizá fuera mejor decir “la capacidad para decidir libremente”– está como adormecida, pues se les ha dado todo hecho desde pequeños y se les ha privado del hábito de esforzarse para conseguir las cosas. Precisamente por esto no pueden ejercer su libertad.

En cambio la sensibilidad está hipertrofiada por culpa de tantos medios audiovisuales como el cine, la televisión, videojuegos, cómics, etc., que están incidiendo y estimulando la sensibilidad de nuestros jóvenes. Así resulta que el”yo sé” o el “yo quiero”, apenas cuenta para ellos como motor de sus actos; y lo único que importa es el “yo siento” o “lo que me gusta”.

Desear lo mejor para ellos

En definitiva, formemos los sentimientos pero sin descuidar el enseñar a pensar –estimulando la lectura, planteando interrogantes, despertando su curiosidad intelectual etc.–. Y especialmente potenciemos su fuerza de voluntad, educándoles en el orden, la disciplina y la constancia.

Creo que en educación, como en tantas cosas, no existen panaceas ni remedios universales. Y no conviene absolutizar nada y caer en reduccionismos, pues todo es importante. Auque como es lógico cada cual puede tener sus manías o preferencias por unos aspectos u otros. Yo tengo la mía: que lo que cuenta especialmente es, el tener una adecuada visión de lo que es el hombre y de cuáles son sus fines: querer de verdad a los hijos o a los alumnos, según el caso, y sobre todo mucho sentido común. Aunque, por supuesto, no pretendo absolutizar mi opinión.