Card. Enrique y Tarancón
El Santo Escapulario del Carmen
El Cardenal Enrique y Tarancón, cuando era obispo de Solsona, publicó una pastoral sobre el Escapulario en la que da fe de lo siguiente.
Padre Angel Peña O.A.R
La ciudad de Dios
San Agustin de Hipona

 

 

 

 

Sólo por complacer


Escapulario

        En 1938, en plena guerra civil, le tocó asistir espiritualmente a unos hombres que iban a ser ejecutados. Había uno, culto, con una formación cristiana poco corriente, que no quería saber nada de confesarse. Después de haberle dedicado media hora, el hombre dijo:

        Mire, Padre, yo le agradezco muy sinceramente lo que usted está haciendo por mí. Comprendo que usted está pulsando una noche mala por mi causa, ya que usted no ha de: sacar ningún provecho de que yo me confieso. Yo le estoy sumamente agradecido, pero le suplico que no insista; desde ahora le puedo asegurar que no he de confesarme. Y fui educado cristianamente pero he perdido la fe.

        Quedé aturdido de momento; casi sin saber qué decir. Pero inspirado, sin duda, por la Santísima Virgen, me atreví a proponerle:

        — ¿Me haría usted un favor?

        — El que usted quiera –me contesto–, con tal que no me pida que me confiese.

        — ¿Me permitiría que le impusiera el Santo Escapulario?

        — No tengo ningún inconveniente. A mí no me dicen nada estas cosas; pero si con ello he de complacerle, puede hacerlo.

        Le impuse acto seguido el Santo Escapulario del Carmen y me retiré enseguida a orar por él a la santísima Virgen. El fue a sentarse en un rincón, al extremo de uno de los bancos que había en aquella sala. Aún no habían pasado cinco minutos, cuando oí como una especie de rugido y unos sollozos fuertes y entrecortados que me alarmaron. Entré de nuevo en la habitación y vi a aquel hombre que se me echaba encima llorando inconsolablemente y que me decía, en medio de sus lágrimas:

        — Quiero confesarme, quiero confesarme. No me merezco esta gracia de Dios. La Virgen me ha salvado.

        Poco antes de la ejecución le abrazó y le besó, mientras decía:

        — Gracias, padre; gracias por el bien inmenso que me ha hecho. En el Cielo rogaré por usted. Gracias y hasta el Cielo.