El Papa constata la nueva era de relaciones entre judíos y católicos
Discurso que dirigió Benedicto XVI al recibir a los miembros de la delegación de la «B’nai B’rith International», cuyo objetivo es mantener vivas las tradiciones y la cultura judía.
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 18 diciembre 2006 (ZENIT.org).
¿Es razonable ser creyente?: 50 cuestiones actuales en torno a la fe

Queridos amigos:

        Con gusto saludo a esta delegación de la «B’nai B’rith International» con motivo de vuestra visita al Vaticano. Desde la promulgación de la Declaración del Concilio Vaticano II, «Nostra Aetate», en 1965, líderes de la «B’nai B’rith» han visitado la Santa Sede en numerosas ocasiones. Hoy, con el espíritu de entendimiento, respeto y mutuo aprecio que se está desarrollando entre nuestras comunidades, os doy la bienvenida y, por medio vuestro, a todos los que representáis.

        Mucho se ha logrado en las pasadas cuatro décadas de relaciones judeo-católicas, y tenemos que dar gracias a Dios por la sorprendente transformación que ha tenido lugar, basándonos en nuestro común patrimonio espiritual. Este rico patrimonio de fe permite a nuestras comunidades no sólo entablar el diálogo, sino también trabajar juntos por el bien de la familia humana. Nuestro mundo agitado necesita el testimonio de gente de buena voluntad, inspirada por la verdad, revelada en la primera página de las Escrituras, según la cual, todos los hombres y mujeres han sido creados a imagen de Dios (Cf. Génesis 1, 26-27), y por este motivo poseen una dignidad y un valor inalienable.

        Judíos y cristianos están llamados a trabajar juntos para curar las heridas del mundo promoviendo los valores espirituales y morales fundados en nuestras convicciones de fe. Si damos un claro ejemplo de cooperación fecunda, nuestra respuesta a las necesidades de la familia humana será más convincente.

        Con motivo de vuestra visita, reitero mi inquebrantable esperanza y oración por la paz en Tierra Sana. La paz sólo puede surgir si se convierte en la preocupación de judíos, cristianos y musulmanes, expresada en un genuino diálogo interreligioso y en concretos gestos de reconciliación. Todos los creyentes están llamados a demostrar que no es el odio ni la violencia los que pueden abrir la puerta a ese futuro de justicia y paz que es la promesa y el don de Dios, sino el entendimiento y la cooperación pacífica.

        Durante este santo período, invoco cordialmente sobre vosotros y vuestras familias la abundancia divina de bendiciones. «Shalom alechem!».