Exteriorizar la fe
Félix María Arozena
Contemplar la Eucaristía: antología de textos para celebrar los 2000 años de Presencia
Félix María Arocena Solano

 

 

 

Es justo y necesario

        ¿Por qué molesta que lo haga? Antes de responder a esta cuestión, hay que decir que los problemas que provoca la exteriorización de la fe no se pueden resolver adecuadamente tomando como punto de partida un juicio de valor acerca de las convicciones de las diversas partes en causa. Se debe encontrar una solución, con argumentos que conserven su validez, sean cuales sean las convicciones de cada uno. Estos problemas hoy no se logran resolver alegando que una parte está en la verdad y la otra no.

        Hasta aquí he propuesto la razón cristiana. Pero, ¿y la razón laica? Con la razón laica se puede dialogar en la mesa redonda de la conciencia humana, inviolable siempre. El respeto de la conciencia individual es un aspecto central de la dignidad humana, particularmente cuando tiene que ver con la creencia religiosa. El derecho a la libertad ideológica, de religión y de conciencia, y al ejercicio de las manifestaciones que éstas conlleven, se cuentan entre los derechos humanos reconocidos en todos los tratados internacionales, así como en las Constituciones de la casi totalidad de los Estados democráticos, dentro de los límites del bien común (véase Declaración Universal de Derechos Humanos, arts. 18 y 19). Esto vale igual para el crucifijo cristiano, como para el burka islámico.

        Si la percepción visual de algunos símbolos de la fe cristiana fuera causa de molestia para alguien, el discurso debería dirigirse no hacia el hecho en sí –de suyo natural–, sino al por qué saltan ciertos resortes de la intimidad del que se siente herido. En puridad, a un corazón noble le resulta fácil admitir que ciertos signos –por ejemplo, un crucifijo en una pared, una pequeña cruz colgada del cuello…– puedan provocar en algunos la memoria de un inenarrable poema de amor divino. Ojalá pudiéramos superar una lánguida percepción de la libertad religiosa. Hay una construcción que a la Humanidad le ha costado siglos rematar: el respeto a la conciencia de todos. Agua que brota de una hermosa fuente: la persona. Si no se atiende a este luminoso valor, la democracia, aun en medio de su fascinante esplendor, se hace opaca.

        Una última pregunta: ¿es normal que los cristianos tiendan naturalmente a exteriorizar su fe? Sí. Sería imposible representar al Dios que es Luz y Amor, si no fuera porque, tomando carne, se ha hecho Él mismo forma humana representable. Los signos, todo el arte cristiano y, más en general, la exteriorización de la fe nacen y se justifican a partir de la encarnación del Hijo de Dios. De ahí que la fe y su manifestación externa sean dos realidades estrechamente relacionadas, como planos interiores uno a otro.