La vocación de los medios de comunicación católicos, según Benedicto XVI
Discurso que dirigió Benedicto XVI al personal de los medios de comunicación de la Conferencia Episcopal Italiana.
2006 CIUDAD DEL VATICANO, martes, 2 junio 2006 (ZENIT.org).
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica

Señor cardenal; venerados hermanos en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas en el Señor:
        

        Me alegra encontrarme hoy en el Vaticano con el personal del diario católico «Avvenire», del canal televisivo «Sat2000», del circuito radiofónico «InBlu» y de la agencia «Sir». Esta realidad mediática, muy significativa, vinculada a la Conferencia episcopal italiana, está representada aquí por su presidente, el cardenal Camillo Ruini, al que dirijo en primer lugar mi saludo deferente.

        También os saludo con afecto a cada uno de vosotros, y agradezco al director de «Avvenire» y de «Sat2000» las amables palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes. Queridos amigos, desempeñáis una función realmente importante, pues mediante vuestra actividad contribuís a dar continuidad al compromiso de los católicos italianos de llevar el Evangelio de Cristo a la vida de la nación.

        Me complace recordar que, en los primeros años del posconcilio, Pablo VI impulsó decididamente el nacimiento de «Avvenire» como diario católico nacional. Luego, con una decisión valiente, se amplió vuestro compromiso al campo de la transmisión radiotelevisiva, utilizando las tecnologías más modernas, como recomienda el decreto conciliar «Inter mirifica» (cf. nn. 13-14). Así, habéis llegado a ser uno de los instrumentos para la difusión del mensaje cristiano en Italia.

        Para captar el significado global del trabajo al que os dedicáis cada día, puede ser útil una breve reflexión sobre la relación entre fe y cultura, tal como se ha desarrollado durante los últimos decenios. La cultura europea, como bien sabéis, se ha formado a lo largo de los siglos con la contribución del cristianismo. Luego, a partir de la Ilustración, la cultura de Occidente ha ido alejándose cada vez más de sus fundamentos cristianos. Especialmente en el período más reciente, la disolución de la familia y del matrimonio, los atentados contra la vida humana y su dignidad, la reducción de la fe a experiencia subjetiva y la consiguiente secularización de la conciencia pública nos muestran con dramática claridad las consecuencias de este alejamiento.

        Con todo, existen en varias partes de Europa experiencias y modalidades de cultura cristiana que se consolidan o que emergen nuevamente cada vez con mayor fuerza. En particular, la fe católica está aún sustancialmente presente en la vida del pueblo italiano, y los signos de su renovada vitalidad son visibles para todos. Por tanto, en vuestro trabajo de comunicadores que se inspiran en el Evangelio es necesario un discernimiento constante.

        Como bien sabéis, los pastores de la Iglesia en Italia se están esforzando por conservar las formas cristianas que provienen de la gran tradición del pueblo italiano y plasman la vida comunitaria, actualizándolas, purificándolas donde es necesario, pero sobre todo reforzándolas y alentándolas.
Tenéis también la tarea de sostener y promover las nuevas experiencias cristianas que están naciendo, y ayudarlas a madurar una conciencia cada vez más clara de su raigambre eclesial y del papel que pueden desempañar en la sociedad y en la cultura de Italia.

        Todo esto, queridos amigos, forma parte de vuestra actividad diaria, de un trabajo que no debéis realizar de manera abstracta o puramente intelectual, sino estando atentos a los numerosos aspectos de la vida concreta de un pueblo, a sus problemas, a sus necesidades y a sus esperanzas.

        Que en esta actividad os sostenga y os infunda valentía la certeza de que la fe cristiana está abierta a cuanto hay de "verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable" en la cultura de los pueblos, como enseñaba el apóstol san Pablo a los Filipenses (cf. Flp 4, 8). Así pues, proseguid vuestra labor con este espíritu y con esta actitud, dando vosotros mismos un testimonio luminoso de profunda vida cristiana y permaneciendo por ello siempre unidos tenazmente a Cristo, para poder mirar al mundo como él lo mira. Sed felices de pertenecer a la Iglesia y de introducir su voz y sus razones en el gran circuito de la comunicación. No os canséis de construir puentes de comprensión y comunicación entre la experiencia eclesial y la opinión pública. Así podréis ser protagonistas de una comunicación no evasiva, sino amiga, al servicio del hombre de hoy.

        Deseo de corazón que a esta comunicación se le preste la atención y el apoyo de los católicos y de todos los italianos que se interesan por los valores auténticos. Por mi parte, os aseguro una constante cercanía y, para que vuestro trabajo dé siempre mayores frutos, os imparto con afecto a vosotros y a vuestras familias la bendición apostólica, prenda de la luz y de la fuerza que sólo Dios puede infundir en el corazón de sus hijos.