|
|
|
Es evidente que ahora España se encuentra en un momento de especial actualidad. Lo que creíamos que podía haber sido ya una cuestión superada por el gran debate del siglo XX en torno al sentido de la historia de España, y cuando con la transición política la mayor parte de la opinión pública española creía que ese problema había quedado resuelto..., ese diagnóstico ya no es exacto. Lo demuestran grandes cuestiones relacionadas con el Estado, como los Estatutos de Autonomía. Nos encontramos ante un nuevo momento en la historia de la problemática de España.
No lo creo.
No, no. Yo tengo una valoración expresada constantemente en todos mis trabajos que se refieren específicamente a España. La historia de la Iglesia en España, la historia del catolicismo en España después de la Transición no es perfecta, y es susceptible de muchas variaciones y versiones, pero en el fondo ha sido comúnmente aceptada.
Pudiera ser, pero yo no me atrevo tampoco a hacer una afirmación rotunda sobre este hecho y la calificación del mismo como una nueva Transición. Pero, ciertamente, respecto a la organización del Estado como Estado de las Autonomías, sí que estamos ante un nuevo capítulo de la problemática constitucional.
Primero, un juicio global sobre la vigencia de los Acuerdos. Creo que el Gobierno no cuestiona la vigencia de esos Acuerdos en su conjunto, al menos en esta legislatura. Segundo, ¿que hay problemas a la hora de aplicarlos en relación con la vida de la sociedad, la vida de la comunidad política y la misma vida de la comunidad eclesial? Pues sí, los hay.
Es muy preocupante
el hecho de que el Estado quiera establecer una asignatura que forzosamente
tenga que desembocar en una especie de asignatura de ética
estatalmente prescrita, o de moral enseñada desde el poder.
Esto pone de manifiesto el peligro de esta iniciativa pedagógica.
El hecho de que se establezca es una prueba de que pueda ser así. También su designación es problemática: Educación para la Ciudadanía. Una expresión que es susceptible semánticamente de múltiples significados. Si se redujese a una asignatura en la que se formara a los chicos en el conocimiento del orden constitucional español y del sistema jurídico vigente, podría ser aceptable que el Estado obligara a estudiarla. Sin embargo, sobrepasar el límite de la objetiva información jurídica la desnaturalizaría radicalmente. El Estado necesita previamente, para que sea libre, democráticamente libre, que la sociedad exprese, diga y haga llegar a los órganos del ejercicio de la autoridad pública cuáles son sus grandes valores morales, sus grandes valores religiosos y espirituales.
Evaluable en un sentido mínimo de la expresión ya es. En el sentido estricto de la expresión, no lo damos por perdido. Desde el año 91 nos hemos opuesto constantemente a la forma actual de tratar académicamente la asignatura de religión. No hemos dejado de hacerlo ni lo dejaremos de hacer. Es lo que corresponde a una buena interpretación del Acuerdo sobre Enseñanza.
En este sentido, me parece que no se ha dado un paso formal en los últimos meses. Ahora bien, sí se han dado llamadas de atención constante de la Santa Sede desde el año 91 hasta ahora: intervenciones directas del Santo Padre en discursos a los obispos, encuentros de los embajadores respectivos en la Secretaría de Estado... Es posible que alguna vez se haya recurrido al instrumental propio de los usos diplomáticos. Lo que está claro es que es un motivo de preocupación constante y permanente para la Santa Sede.
Creo que la realidad y la unidad de España son un valor previo al ordenamiento jurídico positivo. España se ha vertebrado como una comunidad humana cultural y jurídicamente desde tiempo inmemorial. ¿Cómo va a decir un cristiano que le es igual que eso se rompa?¿Cómo no va a afirmar, por exigencias del amor cristiano, que tiene el deber de favorecer y consolidar esa unidad? Incluso ampliarla, si es el caso, a otros ámbitos de mayores realizaciones del bien común. Constituiría una gran contradicción sostener un discurso ético en relación con el bien de la unidad de Europa y negar el bien previo de la unidad de España. La caridad cristiana, vivida en el mundo de esas realidades políticas respecto a España, implica valorar su unidad y la cooperación de todos en torno al bien común como un gran bien que no se debe perder. ¿Cómo se puede configurar después desde el punto de vista jurídico positivo? Eso es una cuestión éticamente abierta.
Hay que distinguir la dimensión moral y ética del problema de la dimensión técnico política del mismo. Pero lo que sí es obligado afirmar es que, si no se resuelve bien el problema desde un punto de vista ético y moral, no quedará bien resuelto tampoco políticamente. Esa es la gran cuestión, la gran pregunta que hay que plantearse en este momento.
La temática de esa asamblea extraordinaria está recogida y fijada en la frase "la situación actual de España" desde el punto de vista del ejercicio y de la misión pastoral de los obispos españoles. Es evidente que todo lo que tiene que ver con la problemática ética, moral y espiritual de España, actualmente, va a ser objeto de deliberación, de debate, y probablemente como un punto de partida para una orientación pastoral.
Posiblemente sí. Yo defiendo que sí, aunque a lo mejor en dos días no se puede concluir y perfilar un documento en el sentido propio y riguroso de la expresión, pero ciertamente se abrirá un camino para una actuación pastoral de los obispos.
A muchos nos parece que la polarización está más inducida desde instancias de poder económico, social, cultural y político que desde la realidad de la experiencia viva y de la convivencia de los españoles. Una polarización que es más inducida que resultado de una problemática real de la sociedad española; lo que confiere una notable gravedad al problema y supone una llamada de atención a todos los que desempeñamos responsabilidades públicas en España.
Empíricamente, lo que uno percibe es un contraste entre la realidad vivida en las comunidades parroquiales, de las personas, de la gente con la que tratas, y la indudable satisfacción en algunos casos, desde el punto de vista de la vida ordinaria, con los problemas inducidos por los grupos dirigentes. ¿Por lo que respecta a la Iglesia? Hay que pedirle que sea ella misma. No se le puede pedir que desarrolle una actividad dentro del campo de la vida social, de la organización política, como si fuera un factor más dentro del campo de la vida social y de la organización política. Desde el punto de vista de su eficacia temporal, se constata que hay una necesidad de experiencia religiosa. Hay mucha nostalgia de Dios en la sociedad española, más de la que parece, mucha más. Hay mucha vida interiormente frustrada, mucha insatisfacción interior que se expresa como búsqueda de experiencia religiosa y nostalgia de Dios.
Lo que hace la Iglesia en el campo propio no es polarizar ni extremar posiciones. Desde el comienzo de la Transición ha tratado de buscar la superación de los grandes enfrentamientos del pasado. Una cosa es la polarización de la política general en los asuntos ordinarios de la vida social y otra es la polarización de fondo en torno a los grandes principios y problemas de la constitución del Estado, de la concepción de la persona y de los valores fundamentales. En ese plano es donde se produjeron los verdaderos dramas de España.
Hay que distinguir, a la hora de valorar la espiral mediática, qué es lo que se discute, si se discuten las grandes cuestiones, los problemas, los valores, o si se debaten las opciones políticas habituales en una democracia, con las que se puede y se debe ser abierto y comprensivo. Una discusión política clara y abierta dentro de las divergencias propias en un sistema democrático y en una sociedad plural es buena, si se conduce con un estilo de respeto a la dignidad de las personas y al bien común. En España hay un problema anterior: el de poder informar y debatir libremente de los problemas políticos sin que por ello se ponga en cuestión la sustancia de la historia y las exigencias fundamentales del bien común.
Todo es mejorable. Todo es mejorable.
Efectivamente, con este concepto se quiere captar no sólo la realidad de la pobreza física y material que es patente en el hemisferio sur del planeta, y que no ha sido superada en lo que se llama el mundo occidental o mundo libre... También hay pobreza en otros muchos campos importantísimos de la vida, sin necesidad de remontarnos a esa indigencia radical del hombre que necesita encontrar la salvación y ser salvado, y no puede conseguirlo solo, sin encontrar la gracia de Dios.
Confío plenamente en que el tono de la fe y el sentimiento de comunión que se manifestará por parte de los católicos españoles será vibrante. Como en la última visita de Juan Pablo II, crecerá la conciencia de la necesidad de ser testigos vivos del Evangelio en España, sobre todo respecto al Evangelio de la vida. El compromiso apostólico de todos los católicos, especialmente de los jóvenes, saldrá, sin duda alguna, muy reforzado. Ciertamente, al tratarse del Encuentro Mundial de las Familias, seguro que las palabras del Papa van a llamar la atención sobre lo que se está jugando el mundo, en el viejo mundo de raíces cristianas, en o referido a la vida con toda la serie de ensayos y experimentaciones destructivas de los fundamentos del matrimonio y de la familia. Uno de los mejores frutos de este encuentro de las familias con el Santo Padre será un nuevo testimonio sobre el valor fundamental del verdadero matrimonio y de la familia para el futuro de la Iglesia y de la sociedad. | |||||
Recibir NOVEDADES FLUVIUM |