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Conocidas preferencias políticas |
Abundan las voces que exigen que las creencias religiosas queden relegadas al ámbito de la conciencia personal, a la esfera de lo privado. Juan Pablo II decía: "No tengamos miedo de hablar de Dios ni de mostrar los signos de la fe con la frente muy alta" (Mane nobiscum Domine, n.26). Algunos políticos exigen un Estado laico donde nadie imponga sus ideas. Pero ellos son los primeros que pretenden imponer sus ideas laicistas que no son neutrales: es ya tomar postura, a un país de mayoría católica. Recientemente
algunos europeos se burlaron de Mahoma, y de la cruz, en unas viñetas
publicadas en el periódico. La "laicidad" de la sociedad
moderna, ¿no debería partir del respeto de las convicciones
del "otro", aunque sean diferentes a las propias? ¿Qué
progreso social supone burlarse de los símbolos de la fe de
un creyente, sea de la religión que sea? No estamos hablando,
como es obvio, de la crítica legítima sino del ensañamiento. Impedir la difusión social de los principios cristianos, aparte de una injusta discriminación (cuantas facilidades se dan a las más extravagantes e infames opiniones), es privarnos no sólo de una esperanza de salvación, sino también del arsenal de principios que nos permiten la recuperación de la excelencia y de la dignidad agredida. | |
Resultados palpables y criterios claros |
El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción política. Es preciso un cristianismo a la altura de los tiempos. Hoy, casi todo se fundamenta en las estadísticas y se acepta por consenso. Robert Spaemann que escribió: "Las condiciones de supervivencia de la humanidad no están sujetas a votación: son como son" (desde 1992 Spaemann es profesor emérito de la Universidad de München). Los relativistas y los escépticos consideran que aceptar cualquier creencia es algo servil, una torpe esclavitud que coarta la libertad de pensamiento e impide una forma de pensar elevada e independiente. El cristianismo constituye la raíz de los principales valores que sustentan nuestra civilización. "Habría que recordar no sólo la contribución del cristianismo a la supervivencia y difusión de la cultura antigua clásica, sino también su labor de creación de las más elevadas obras, desde las catedrales al gregoriano, desde la mística a Bach. El olvido de la religiosidad y de las epifanías del espíritu es una de las causas fundamentales de la degradación de la cultura contemporánea", dice Ignacio Sánchez Cámara. El cristianismo, y la religiosidad en general, constituyen un poderoso instrumento para mejorar el mundo, siempre que se supere la tentación del fanatismo. Siempre que no se olvide que la moral cristiana es, ante todo, una invitación a la reforma personal. | |
Contradicciones del relativismo El relativismo, al no tener una referencia clara a la verdad, lleva a la confusión global de lo que está bien y lo que está mal. Si se analizan con un poco de detalle sus argumentaciones, es fácil advertir que casi todas suelen refutarse a sí mismas:
El deber y el derecho de los cristianos a estar presentes en la vida pública, se sustenta en el reconocimiento del valor cristiano de las realidades terrenas. No se reduce la vida pública a la vida política, sino que es mucho más amplia. Existen ámbitos relevantes que deben de ser respetados y protegidos por el Estado: el entorno familiar, la cultura, las relaciones económicas y laborales, los derechos humanos universales, etc. Las nuevas situaciones reclaman hoy la presencia de los fieles laicos en todos los campos. A nadie le es lícito permanecer ocioso. Muchos católicos han dejado el campo de la política. No se trata de que todos seamos especialistas en política, pero sí se debe de conocer un mínimo sobre el bien común y de la administración pública y del gobierno civil, porque sin esta comprensión no puede haber crítica constructiva ni opciones inteligentes. La participación activa en la sociedad en la que se vive en consecuencia de la vocación divina del cristiano corriente, que no puede desentenderse de los problemas de sus semejantes, ni dar la espalda a las necesidades de su ambiente. Cuestiones urgentes
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Iglesia y política |
Santo Padre Benedicto XVI dijo recientemente: "indudablemente el fin de la política es crear un justo ordenamiento de la sociedad, en el que a cada uno le es reconocido lo suyo y ninguno sufre miseria. En este sentido, la justicia es el verdadero objetivo de la política, así como lo es la paz que no puede existir sin justicia. Por su naturaleza la Iglesia no hace política en primera persona, sino que respeta la autoría del Estado y de su ordenamiento (...) "Frecuentemente, sin embargo, la razón es cegada por los intereses y por la voluntad de poder. La fe sirve para purificar la razón, para que pueda ver y decidir correctamente. Es tarea de la Iglesia el curar la razón y de reforzar la voluntad del bien. En este sentido sin hacer ella misma política la Iglesia participa apasionadamente de la batalla por la justicia. A los cristianos comprometidos en las profesiones públicas espera en la acción política el abrir siempre nuevos caminos para la justicia"." Febrero 1, 2005). Sabemos que el gobierno requiere más de principios morales que acuerdos internacionales. La corrupción que existe y permea casi todo es un obstáculo para el desarrollo económico. "La suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar" (GS 31, 3). Para concluir citamos una frase de Joseph Joubert: "Como la dicha de un pueblo depende de ser bien gobernado, la elección de sus gobernantes pide una reflexión profunda". | |
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