"LA GRAN ASIGNATURA PENDIENTE DEL CRISTIANISMO PARA RATZINGER ES EUROPA"
El sacerdote Josep Ignasi Saranyana, teólogo de la Universidad de Navarra y miembro del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, mantiene amistad con Joseph Ratzinger desde hace 35 años.
21.04.05 LA VANGUARDIA  
 

Usted que conoce personalmente a Ratzinger, ¿qué razones puede haber tenido para elegir el nombre de Benedicto XVI?

        Tres razones de fondo. No elegir un nombre que insinúe que él va a ser un calco de lo que ha habido hasta ahora. Además, Benito es el patrono de Europa. Y el gran tema de Ratzinger es Europa. En Europa se ha cocido todo lo bueno y todo lo malo desde hace más de mil años.Y hay que ir a recuperarla. Europa es la gran asignatura pendiente desde el punto de vista cristiano. También EE.UU. y Canadá. Finalmente el programa de Benedicto XV es muy atractivo. Fue un Papa que buscó la paz, buscó la presencia institucional de la Iglesia en el concierto de las naciones y fue el gran Papa misionero de la época moderna.

¿Cómo empezó su relación con Ratzinger?

        Mi primer trato personal fue epistolar y a partir de 1970. Yo trabajaba sobre la eclesiología de san Buenaventura y caí en la cuenta de que un libro capital sobre este santo era una tesis de Ratzinger. Y él me brindó una gran ayuda. Se da la circunstancia de que su tesis de habilitación no fue aceptada en un primer momento por el tribunal. Y se encontró que todo se le venía abajo.

¿Ratzinger descalificado?

        Finalmente le aprobaron su tesis. Este acontecimiento fortaleció una característica de su carácter: ponerse en la situación del otro. Como sufrió la incomprensión de los colegas en un asunto intelectual o de doctrina, siempre ha considerado que no se puede juzgar a otro teólogo sin haber conversado con él o, por lo menos, sin haber calado a fondo en lo que el otro piensa.

Pero después fueron otros teólogos quienes tuvieron problemas con Ratzinger.

        Como prefecto de la Congregación para la Fe ha tenido que entrar en cuestiones de autores distintos y siempre ha procurado situarse en el lugar del otro y hablar con él. En el caso de Leonardo Boff, por ejemplo, Ratzinger se desplazó a Río de Janeiro donde estuvo varios días estudiando el pensamiento del teólogo brasileño y conversando con quienes le conocían. Tenía las obras de Boff sobre la mesa de su despacho en Río. Allí estuvo para hacerse cargo de la teología de la liberación, que tanta fuerza tenía entonces.

Y que parece que ya no tiene.

        Él no se casa con modas. En uno de nuestros contactos, Ratzinger me entregó un libro sobre escatología en cuyo prólogo se revela otro rasgo de su carácter. Comenta, con un poco de ironía, que siempre ha tenido la desgracia de estar como "atravesado". Antes lo estaba con los conservadores. Seguramente se refería a su tesis de habilitación, porque los que la echaron abajo fueron los conservadores del tribunal. Ahora, en torno a 1974, decía él, "estoy atravesado con los novatores". Aludía a otra vivencia muy importante. Después del concilio se dio cuenta de que muchos de los teólogos de su grupo se estaban apartando del genuino espíritu del Vaticano II.

¿Y qué ocurrió?

        Esto le llevó a apartarse de algunos antiguos colegas con los cuales había comulgado muchísimo. Era el grupo que publicaba la revista Concilium. Fundó entonces, con otros colegas, la revista Communio. Esto subraya otro elemento de su carácter: es una persona íntegra, que no se casa con las modas, sino que tiene un sentido muy profundo de que hay que buscar la verdad por encima de todo.

En todo caso, ¿cómo es el nuevo Papa en el trato personal?

        Mi primer encuentro personal con él fue en su casa de Ratisbona, recién nombrado arzobispo de Munich. Tuvimos una larguísima conversación una tarde de invierno. Hablamos de temas teológicos y nos olvidamos de tomar la merienda que nos había preparado su hermana María. Su hermana ha sido un personaje central en su vida porque el profesor Ratzinger era, al menos en aquel momento, poco práctico para las pequeñas cosas, y necesitaba el cuidado de la mano femenina. Los dos se querían entrañablemente. Supuso para él una gran crisis la muerte, hace poco, de su hermana, que le daba el calor de hogar donde él podía desarrollar su actividad.

Antes le ha llamado profesor...

        Sí. En otro encuentro en su casa, en Munich, tras la cena, me entregó el libro de firmas, que es una costumbre muy alemana. Escribí más o menos: "En agradecimiento al cardenal Ratzinger por esta grata velada; él para mí siempre será el profesor Ratzinger". Esto le encantó. Y es que él disfrutaba en el mundo universitario. Nos levantamos de la mesa y fuimos a poner el telediario. Le pregunté: "¿Qué telediario? ¿el alemán?" Me contestó: "No, no. El de Austria". Le pregunté: "¿No es usted alemán?". Me contestó: "Yo soy bávaro". Le pregunté si el bávaro es lengua o dialecto, y me contestó: "Por supuesto, es una lengua". Esto demuestra que Ratzinger es una persona muy próxima a las tradiciones de la tierra. Siempre se ha sentido muy ligado a Baviera y entenderá muy bien nuestras cosas, las cosas de los pequeños países.