Ante el desenlace de
Juan Pablo II
Más que sus viajes o popularidad, lo que mejor define a este Papa es fidelidad, su coherencia y su pasión por la verdad.
Federico Gómez Pardo
Un punto clave

        Supongo que ante el desenlace final de Juan Pablo II se harán muchos juicios y valoraciones sobre su persona y su pontificado. Unos destacarán su importante papel en la desaparición del telón de acero y la caída del comunismo. Otros, su decidida defensa de la paz, de la vida, de la familia y de los derechos humanos.

        Posiblemente también se resalten sus aportaciones a la Doctrina Social de la Iglesia o sobre la dignidad y el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Y como es natural casi todos harán mención a sus múltiples viajes. Es lógico que en un pontificado tan largo y con un hombre de personalidad tan acusada, sean muchas las facetas de su vida y de su obra que se puedan resaltar. Sin minusvalorar ninguna de ellas y a título personal y por supuesto muy subjetivo, también yo querría dar mi opinión.

        Para mí lo que más ha destacado en este Papa, o lo que pienso que mejor le define, es su fidelidad, su coherencia y su pasión por la verdad. Verdad que ha tratado de buscar siempre y con afán de harmonización, a través de la fe y de la razón; en un diálogo permanente con el mundo contemporáneo y con la tradición cultural de la humanidad.

Su incansable fidelidad

        Fidelidad en primer lugar a Jesucristo y al mensaje evangélico que ha intentado conservar y transmitir de manera coherente con el magisterio universal y perenne de la Iglesia, y con una antropología fundamentada en la Biblia con la que está totalmente identificado.

        Fidelidad al concilio Vaticano II al que ha tratado de aplicar y desarrollar coherentemente con el espíritu y la letra de todos sus documentos. El nuevo Catecismo de la Iglesia es una manifestación de ello. Aunque esta aplicación no haya sido entendida por unos pocos que del concilio solo recuerdan unas expectativas que no se corresponden con los textos del mismo, y que al parecer no han leído por mucho que los citen.

        Fidelidad a su misión apostólica de Pastor universal de la Iglesia que va en busca de sus ovejas allá donde estén, y con desvelo de padre las carga sobre sus hombros tratando de aliviar sus sufrimientos y resolver sus problemas. Y lo ha hecho con tal coherencia que le ha llevado a buscar en primero su santidad personal, fundamentada en la oración y el sacrificio hasta llegar a ser mártir en vida.

        Esta fidelidad y coherencia de Juan Pablo II explica que haya sido el mejor referente para los católicos y para otras muchas personas de buena voluntad; pero también revulsivo de conciencia para algunas otras. Por ello no puede extrañar que haya algunos grupos minoritarios -más dentro de la Iglesia que fuera de ella- que hayan tenido una actitud crítica con este Papa.

El Papa de los jóvenes

        Y si tuviera que destacar otra faceta de su personalidad, sería su identificación y sintonía con la juventud. De ello fue buena muestra el cerca del millón de jóvenes entusiasmados que logró congregar en Cuatro Vientos, que acudieron a oír a un viejo que les interpelaba y exigía, como también ocurrió lo mismo en diferentes lugares del mundo. Fenómeno éste, que no suscita ningún partido político, ni ideología, ni nacionalismo del tipo que sea; ni tan siquiera los conciertos de música moderna. Como educador siempre he admirado esta cualidad del Papa. Pienso que es fruto de un amor auténtico por los jóvenes, que ha sabido comprender sin dejar de exigir, unido a la coherencia personal y fidelidad a unos valores en los que ha creído sinceramente.

        Pienso que Juan Pablo II ha sido un profeta de nuestro tiempo. Alguien que por derecho propio pasará a la Historia por haber contribuido decisivamente a hacerla.