Un teólogo del Vaticano aclara. El motivo de las apariciones marianas En
momentos significativos, la aparición de la Virgen puede ser
un medio para reforzar la fe, un acontecimiento cuya importancia evidencia
la Iglesia con una cuidadosa investigación, explicó
un especialista en estudios marianos y consultor de la Congregación
vaticana para la Doctrina de la Fe, el padre Jesús Castellano
Cervera, carmelita descalzo. ROMA, jueves, 20 mayo 2004 (ZENIT.org) |
Por un lado las apariciones auténticas tienen como significado teológico la presencia viva de Cristo en su Iglesia. En el caso de María, también su particular presencia junto a Cristo como Virgen Asunta al cielo. Las «apariciones» de María pueden ser un medio para confirmar en la fe de la Iglesia, para asegurar su presencia y protección materna, particularmente en ciertos momentos de la historia en los que hay necesidad de reforzar la fe y la esperanza. A menudo algunas apariciones de María o la invención de una imagen suya milagrosa tienen un significado eclesiológico en cuanto fundamentan con un hecho sobrenatural la certeza de la presencia de María en una Iglesia particular que nace, para favorecer la reconciliación entre las personas, como en el caso de la Virgen de Guadalupe.
La Iglesia ante todo está convencida de que Dios puede manifestarse a su pueblo en cualquier circunstancia, como hizo en las teofanías del Antiguo Testamento y en las apariciones de Jesús Resucitado. Lo puede hacer también la Virgen. Pero busca obtener la certeza de esta presencia ante todas las posible mistificaciones subjetivas, engaños y credulidades que pueden guiar a muchos videntes o que se dicen videntes. Entonces ante los casos que se presentan, y siempre con el deseo de orientar a los fieles en la verdad, busca investigar ante todo la veracidad de los hechos excluyendo toda posible mistificación o error. Después se propone verificar que en los hechos y en las personas no haya contraindicaciones que podrían ser opuestas a la fe, la moral o la vida cristiana. Busca además comprobar la verdad también de los mensajes que se proponen y los frutos que se obtienen. Lo hace con pausa, con seriedad... Por eso a veces pasan años y años sin un pronunciamiento oficial de la Iglesia, invitando a todos mientras tanto a seguir las normas de la fe y los principios de una sana teología y espiritualidad mariana.
La lista de presuntas revelaciones y apariciones de la Virgen María es tan amplia que no es posible dar aquí una relación. Los obispos tienen el deber de informar a la Santa Sede cuando un fenómeno traspasa los límites de la diócesis. Entonces la Santa Sede, a través del Dicasterio competente que es la Congregación para la Doctrina de la Fe, ofrece los instrumentos adecuados y sugiere el modo de proceder en tales casos, teniendo siempre presente el bien de los fieles y la sustancia de la fe y de la vida de la Iglesia, su práctica litúrgica y el valor de la piedad popular, fundada sobre las verdades de la Biblia, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia acerca de María, tan rico en textos como los del Concilio Vaticano II, de Pablo VI, la «Marialis Cultus», de cuya publicación se cumple este año el 30º aniversario, y la espléndida Encíclica de Juan Pablo II «Redemptoris mater».
El mensaje de Lourdes me parece evidente. María confirma con su aparición la verdad del dogma de la Inmaculada Concepción, como Ella misma se presenta a Santa Bernardette. A partir de este momento, la «mariofanía» de Lourdes, recocida también por la Iglesia como una verdadera aparición, se convierte en un punto de referencia de la devoción mariana. Lourdes es un lugar carismático donde la Virgen María, a través de la pastoral ordinaria de la Iglesia (Palabra, Sacramentos, Eucaristía, devoción popular), actúa misteriosamente también como fuente de la gracia y de la luz para la salud física, psíquica y espiritual de aquellos que se acercan con fe, esperanza y amor. | ||
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