Benedicto XVI y el año Paulino.
Para San Pablo la razón de ser de su vida es anunciar el Evangelio a todos los hombres
Presentamos a continuación una entrevista con Claudio Basevi, profesor de Teología en la Universidad de Navarra y experto en temas paulinos, en la que señala la importancia de este Año jubilar para toda la Iglesia.
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- ¿POR QUÉ MOTIVOS PIENSA USTED QUE SE HA CONVOCADO ESTE AÑO PAULINO?

        Benedicto XVI ha convocado un año jubilar dedicado al apóstol san Pablo, con motivo del segundo milenario de su nacimiento (a partir del 28 de junio de 2008 hasta el 29 de junio de 2009), para honrar la memoria del Apóstol de modo que nos lleve a vivir mejor el espíritu cristiano siguiendo su ejemplo, y a dar a conocer la inmensa riqueza de sus escritos. También desea el Santo Padre que tenga una importante dimensión ecuménica. Así que dos son los propósitos de ese año paulino: adquirir conciencia de la dimensión universal del catolicismo y advertir la necesidad de unirse a Cristo vitalmente, no sólo de modo intelectual. Todo esto supone en cada fiel el deseo de unirse personalmente a Dios y una actitud abierta hacia otras culturas y otras personas para extender el mensaje de Cristo a todos los hombres.

- ¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE SAN PABLO EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA?

        La importancia de san Pablo en la historia de la Iglesia se puede valorar por dos factores principales:

        Por un lado, la clara superación del judaísmo. Ya en la predicación de Cristo esta dimensión resultaba evidente, como confirmó, luego, el episodio de Pentecostés. Sin embargo, de hecho, fue san Pablo el que difundió la predicación de Cristo entre los paganos. En este sentido el Apóstol era perfectamente conciente de haber recibido la misión de anunciar el Evangelio a los gentiles, así como Pedro a los judíos. En este sentido, ya desde su conversión, estuvo convencido que Cristo le había llamado a ser "vaso de elección para los gentiles".

        Por otra parte, el lugar relevante y explícito que tiene en la Revelación la "teología de la salvación". Esto supone que el hombre ha de adquirir la conciencia de estar alejado de Dios y de que necesita un Salvador. Entre los autores del Nuevo Testamento san Pablo expone sobre todo la centralidad de Cristo como medio para salvarse: ser cristiano es identificarse con Cristo y aceptar su primacía para la Redención universal: Cristo es la Cabeza del universo. Por tanto, el punto de partida de la evangelización que san Pablo predica es la conciencia de la necesidad de ser salvados.

        Todo hombre, afirma el apóstol, tiene anhelo a la felicidad eterna, a la visión perfecta de Dios, no en imágenes borrosas sino cara a cara. Sin embargo, antes de unirse a Cristo se siente alejado; experimenta la apetencia de la "carne", del "cuerpo de muerte", del pecado. No se trata de un pesimismo radical, sino de una situación de hecho, histórica, debida al pecado de Adán. En Adán pecaron todos y todos han de resucitar con Cristo.

- EN SAN PABLO SE CONJUGAN VARIAS TRADICIONES CULTURALES. PARA EMPEZAR, RECIBIÓ DESDE JOVEN UNA ESMERADA FORMACIÓN DE ORIENTACIÓN JUDAICA…

        La familia en que nació y la primera educación, recibida en familia, fueron en el judaísmo estricto, ciertamente, guiadas por la Providencia para forjar el instrumento que el Señor necesitaba para la tarea que le iba a encomendar. El padre de San Pablo le formó para ser un rabino; le transmitió las tradiciones patriarcales, le enseñó un oficio manual para sustentarse, le explicó las Escrituras y, en un determinado momento, le envió a Jerusalén a estudiar la Biblia "a los pies de Gamaliel". Sin embargo, el joven Saulo estudió, ya en Tarso, con un maestro griego y asimiló varios elementos del pensamiento griego, sobre todo estoico, y de la retórica griega. Tal vez estuvo en Rodas para aprender la retórica y poder desempeñar también un oficio de orador. Pablo, en definitiva, fue un excelente conocedor de la lengua y cultura griegas, hombre profundamente judío, y ciudadano romano plenamente consciente de sus deberes y derechos, al que nada de su tiempo le resulta indiferente. Sobre ese rico perfil humano, elevado por la vocación recibida, se asienta su grandiosa personalidad espiritual.

        La primera formación que Pablo recibió fue, como he señalado, la de su familia, integrada por judíos muy practicantes (de lo cual siempre se sintió orgulloso); era de la tribu de Benjamín (de ahí su nombre Saulo, es decir, Saúl, por el rey Saúl que era de esa tribu), fariseo en la interpretación de la Ley, celoso en mantener las tradiciones paternas. A la vez, aprendió un oficio manual, con el que ganarse la vida, como era costumbre entre los judíos: era tejedor de lonas para tiendas; y también conoció el funcionamiento del comercio y de las redes de transporte de su tiempo.

        Por otro lado, fruto de las enseñanzas obtenidas directamente de Gamaliel y de su estudio, su pensamiento tiene siempre como centro la Sagrada Escritura, que cita y comenta muchas veces; su preocupación es la salvación prometida a Israel; y su visión teológica está profundamente penetrada por el sentido de la historia, según las tradiciones de su pueblo.

- ¿Y EN CUANTO A SU FORMACIÓN HELENÍSTICA?

        Por lo que se refiere a su formación en el helenismo no tenemos muchos datos, pero se puede presumir que, al estudiar en Tarso, fue necesariamente a la escuela con un maestro helénico. Pero no sólo esto, sino que el conocimiento del griego y el dominio de la retórica de san Pablo hacen pensar en un estudio específico, en alguna escuela oratoria de la época. Es posible, aunque no seguro, que fuera a Rodas, donde había una importante escuela de retórica y de filosofía estoica. La disposición abierta y positiva de Pablo hacia la mejor filosofía griega se refleja, más que en sus cartas, en el discurso del Areópago de Atenas y, antes, en el discurso en Iconio, en Panfilia. De todos modos, hay que recordar que en Rom 1,20 San Pablo no duda en afirmar la posibilidad de alcanzar, por el uso de la razón humana, la certeza de la existencia de Dios.

        Lo más importante de este aspecto helenístico de su cultura y formación es la decisión de escribir directamente en griego todas sus cartas. San Pablo, aunque utilice fuentes anteriores a él, pertenecientes al ambiente de Palestina y de Jerusalén, decidió desde el comienzo y con total naturalidad emplear el griego coiné para que todo el mundo entonces civilizado pudiera entenderle.

- ¿QUÉ OTROS FACTORES CULTURALES INFLUYERON EN LA PERSONALIDAD DEL APÓSTOL?

        El tercer factor en su formación espiritual y apostólica, sin duda el más importante, lo recibió directamente de Cristo, por medio de experiencias espirituales o revelaciones personales, y de la catequesis apostólica, como él mismo afirma al exponer las palabras de la institución de la Eucaristía. Sin ninguna duda Pablo fue un pensador cristiano y toda su enseñanza está centrada en Cristo Jesús. Ahora bien, la visión teológica y apostólica de san Pablo no es sólo cristiana, sino universal, "católica", como demuestran repetidas afirmaciones de la unidad de los creyentes, a pesar de sus diferencias étnicas, geográficas o culturales.

        Se puede añadir un elemento más, aunque de menor relieve, en la personalidad del Apóstol: Pablo, como sabemos, era ciudadano romano por nacimiento, lo que supone que recibió la ciudadanía de su padre. Esta característica, aunque no supuso ninguna especial formación cultural, pudo intervenir en el pensamiento del Apóstol, especialmente a partir de la cautividad en Roma. En este sentido, es notable el interés de san Pablo para establecer unas normas de comportamiento en las comunidades cristianas por él fundadas. Este interés por el aspecto jurídico y moral de su actividad apostólica y pastoral le pudo venir de sus raíces judías, pero también por la mentalidad jurídica tan propia de la cultura latina y tan característica del pensamiento estoico.

- Y ESTE ES EL HOMBRE QUE DIOS ESCOGIÓ PARA EVANGELIZAR A LOS GENTILES…

        Precisamente el día más decisivo de su vida fue el de su encuentro personal con Jesucristo en el camino de Damasco: a la luz de la vocación, cobra sentido todo lo vivido hasta ese momento (familia judía de la diáspora, con una sólida práctica religiosa y abierta a la cultura de su tiempo, orgullosa de su ciudadanía romana), pues se descubre que la Providencia divina lo había ido preparando para lo que sería la razón de ser de su vida: anunciar el Evangelio a todos los hombres, primero a los judíos y después a los gentiles. Lo que le ocurrió prefigura de algún modo lo que sucede a cada cristiano cuando le llega el momento de conocer el porqué y el para qué de su vida, y de tomar una decisión que lo comprometa para siempre.

        La llamada divina exige una conversión profunda. Cuando Jesús se le reveló y San Pablo comprendió que era el Mesías glorificado, tuvo que cambiar radicalmente su manera de pensar como ferviente fariseo. Si antes consideraba que el camino para llegar a Dios era la Ley, ahora se convence de que la Ley no sirve, puesto que Jesús, el Mesías e Hijo de Dios, había sido condenado según la Ley, era maldito para la Ley; si antes pensaba que el verdadero Israel era el que descendía de Abrahán según la carne y cumplía la Ley, ahora entiende que el verdadero Israel son los seguidores de Jesús, con los que Jesús mismo se identifica. En su encuentro con Cristo en el camino de Damasco, san Pablo adquiere una nueva visión de los planes de Dios que configurará su pensamiento y su conducta a partir de entonces.

        Para precisar más, hay que subrayar que la ética que San Pablo ofrece a los cristianos no es una ética de mandamientos como era para los judíos, sino de virtudes, entre las que destacan la fe y la caridad. Dos son los fundamentos de la vida cristiana: la seguridad de la filiación divina y la conciencia de estar llamado a la santidad: "esta es la Voluntad de Dios, vuestra santificación". Nadie hasta entonces se había atrevido a plantear un fin tan elevado: los gentiles porque no entendían la noción de "santidad"; los judíos porque pensaban que sólo Dios es santo.

- SIN EMBARGO, SU CAMINO NO ESTUVO EXENTO DE TRIBULACIONES…

        En efecto, la conciencia de la llamada y su decisión de corresponder plenamente a ella no lo dispensó de encontrar dificultades exteriores ni interiores. El Apóstol sigue experimentando en sí mismo las limitaciones personales y el peso del pecado con el que sigue teniendo que luchar.

        Sin embargo, estas limitaciones no impiden ni frenan su afán apostólico, y San Pablo se entrega sin condiciones a la expansión del cristianismo. Aunque sus correrías apostólicas estuvieron plagadas de dificultades, va de un sitio para otro, allá donde es más necesario en cada momento para la difusión del mensaje cristiano, y se adapta a todas las circunstancias y mentalidades. Inmediatamente después de su encuentro con Cristo, se dirigió a los judíos de Damasco y, cuando fue a Jerusalén, predicó a los helenistas, es decir, a los judíos de origen no palestino y de cultura griega. Sólo más tarde tuvo lugar en Antioquía su primer contacto con los gentiles, cuando ayudó a Bernabé en su obra evangelizadora. Después, cuando el Espíritu Santo lo designó, junto con Bernabé, para una misión especial, fue a Chipre y comenzó a predicar en las sinagogas de Salamina. Lo mismo hizo en compañía de Bernabé en Antioquía de Pisidia, e igual conducta - empezar por la predicación en la sinagoga - mantuvo en Iconio, en Filipos, Tesalónica, Berea, Corinto, Éfeso y Roma.

        Como fruto de esa correspondencia continuada, al final de su vida, no tiene miedo a la muerte ni al juicio, sino una gran confianza y serenidad, porque sabe de quién se ha fiado. De hecho, el Apóstol ofrecerá su testimonio supremo bajo el emperador Nerón en Roma; su martirio tuvo lugar entre los años 64 y 67.