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Obras
Completas
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Santa
Teresa de Jesús
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Creer
y amar con Benedicto XVI
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José
Luis García labrado
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La
vida de Jesucristo en la predicacion de Juan Pablo II
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Pedro
Beteta
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Práctica
del amor a Jesucristo
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San
Alfonso María de Ligorio
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La
escuela del Espiritu Santo
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Jacques
Philippe
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La
Virgen Nuestra Señora (26ª ed.)
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Después
de esta vida (5ª ed.)
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Queridos hermanos
y hermanas:
Hoy quisiera hablar
de los santos Cirilo y Metodio, hermanos en la sangre y en la fe, llamados
apóstoles de los eslavos. Cirilo nació Tesalónica
hijo del magistrado imperial León en 826-827: era el más
joven de siete hijos. De niño aprendió la lengua eslava.
A la edad de catorce años fue enviado a Constantinopla para educarse
y estuvo acompañado por el joven emperador Miguel III. En aquellos
años fue introducido en las diferentes disciplinas universitarias,
entre otras la dialéctica, teniendo como maestro a Focio. Después
de haber rechazado un brillante matrimonio, decidió recibir las
órdenes sagradas y se convirtió en bibliotecario en el
Patriarcado. Poco después, deseando retirarse en la soledad,
se escondió en un monasterio, pero pronto fue descubierto y se
le encomendó la enseñanza de las ciencias sagradas y profanas,
tarea que desempeñó tan bien que se ganó el apelativo
de "filósofo".
Mientras tanto,
el hermano Miguel (nacido en torno al año 815), tras una carrera
en la administración pública en Macedonia, hacia el año
850 abandonó el mundo para retirarse a la vida monástica
en el monte Olimpo, en Bitinia, donde recibió el nombre de Metodio
(el nombre monástico debía comenzar por la misma letra
del de bautismo) y se convirtió en egúmeno del monasterio
de de Polychron.
Atraído
por el ejemplo de su hermano, Cirilo también decidió dejar
la enseñanza para dedicarse a meditar y rezar en el monte Olimpo.
Ahora bien, años después (en torno al 861), el gobierno
imperial le encargó una misión entre los cázaros
del mar de Azov, quienes pidieron que se les enviara un literato que
supiera discutir con los judíos y los sarracenos. Cirilo, acompañado
por su hermano Metodio, vivió durante largo tiempo en Crimea,
donde aprendió hebreo. Allí buscó también
el cuerpo del Papa Clemente I, que en ese lugar había sido desterrado.
Encontró su tumba y, cuando regresó con su hermano, trajo
las preciosas reliquias. Al llegar a Constatinopla, los dos hermanos
fueron enviados a Moravia por el emperador Miguel III, a quien el príncipe
de Moravia, Ratislao, había hecho una petición precisa:
"Nuestro pueblo --le había dicho--, desde que ha rechazado
el paganismo, observa la ley cristiana; pero no tenemos un maestro que
sea capaz de explicarnos la verdadera fe en nuestro idioma". La
misión tuvo muy pronto un insólito éxito. Al traducir
la liturgia en la lengua eslava, los dos hermanos se ganaron una gran
simpatía entre el pueblo.
Esto, sin embargo,
suscitó la hostilidad contra ellos del clero franco, que había
llegado precedentemente a Moravia y consideraba el territorio como perteneciente
a la propia jurisdicción eclesial. Para justificarse, en el año
867, los dos hermanos viajaron a Roma. Durante el viaje, se detuvieron
en Venecia, donde tuvo lugar una acalorada discusión con los
que defendían la así llamada "herejía trilingüe":
consideraban que había sólo tres idiomas en los que se
podía alabar lícitamente a Dios: hebreo, griego y latín.
Obviamente los dos hermanos se opusieron a esto con fuerza. En Roma,
Cirilo y Metodio fueron recibidos por el Papa Adriano II, que les salió
al encuentro en procesión para acoger dignamente las reliquias
de san Clemente. El Papa también había comprendido la
gran importancia de su excepcional misión. Desde la mitad del
primer milenio, de hecho, los eslavos se habían asentado en gran
número en aquellos territorios situados entre las dos partes
del Imperio Romano, el oriental y el occidental, que experimentaban
tensiones entre sí. El Papa intuyó que los pueblos eslavos
podrían desempeñar el papel de puente, contribuyendo de
este modo a conservar la unión entre los cristianos de una y
otra parte del Imperio. Por tanto, no dudó en aprobar la misión
de los dos hermanos en la Gran Moravia, acogiendo y aprobando el uso
del eslavo en la liturgia. Los libros eslavos fueron colocados en el
altar de Santa María de Phatmé (Santa María la
Mayor) y se celebró la liturgia eslava en las basílicas
de San Pedro, San Andrés, San Pablo.
Por desgracia,
en Roma, Cirilo enfermó gravemente. Al sentir que se acercaba
la muerte, quiso consagrarse totalmente a Dios como monje en uno de
los monasterios griegos de la ciudad (probablemente en Santa Práxedes)
y tomó el nombre monástico de Cirilo (su nombre de bautismo
era Constantino). Luego pidió con insistencia a su hermano Metodio,
quien mientras tanto había sido consagrado obispo, que no abandonara
la misión en Moravia y que regresara entre aquellas poblaciones.
Dirigió esta invocación a Dios: "Señor, Dios
mío..., escucha mi oración y custodia en la fidelidad
a ti al rebaño que habías dispuesto para mí...
Libéralos de la herejía de los tres idiomas, reúne
a todos en la unidad, y haz que el pueblo que has elegido viva la concordia
en la auténtica fe y en la recta confesión". Falleció
el 14 de febrero del año 869.
Fiel al compromiso
asumido con su hermano, al año siguiente, 870, Metodio regresó
a Moravia y a Panonia (hoy Hungría), donde afrontó nuevamente
la violenta animadversión de los misioneros francos que le encarcelaron.
No se desalentó y cuando en el año 873 fue liberado se
entregó activamente a la organización de la Iglesia, atendiendo
a la formación de un grupo de discípulos. El mérito
de estos discípulos estuvo en superar la crisis que se desencadenó
tras la muerte de Metodio, que tuvo lugar el 6 de abril de 885: perseguidos
y encarcelados, algunos de estos discípulos fueron vendidos como
esclavos y llevados a Venecia, donde fueron rescatados por un funcionario
de Constantinopla, quien les permitió regresar a los países
de los eslavos balcánicos. Acogidos en Bulgaria, pudieron continuar
la misión comenzada por Metodio, difundiendo el Evangelio en
la "tierra de Rus". Dios, en su misteriosa providencia se
servía de este modo de la persecución para salvar la obra
de los santos hermanos. De ella, queda también la documentación
literaria. Basta pensar en obras como el Evangeliario (perícopas
litúrgicas del Nuevo Testamento), el Salterio, varios textos
litúrgicos en eslavo, en los que trabajaron los dos hermanos.
Tras la muerte de Cirilo, se debe a Metodio y sus discípulos,
entre otras cosas, la traducción de toda la Sagrada Escritura,
el Nomocanon y el Libro de los Padres.
Resumiendo brevemente
el perfil espiritual de los dos hermanos, hay que constatar ante todo
la pasión con la que Cirilo se acercó a los escritos de
san Gregorio Nazianceno, aprendiendo de él el valor del idioma
en la transmisión de la Revelación. San Gregorio había
expresado el deseo de que Cristo hablara a través de él:
"Soy siervo del Verbo, por eso me pongo al servicio de la Palabra".
Queriendo imitar a Gregorio en este servicio, Cirilo pidió a
Cristo hablar en eslavo por él. Introduce su obra de traducción
con la invocación solemne: "Escuchad, eslavos, escuchad
la Palabra que procede de Dios, la Palabra que alimenta las almas, la
Palabra que lleva al conocimiento de Dios". En realidad, ya años
antes de que el príncipe de Moravia pidiera al emperador Miguel
III el envío de misioneros a su tierra, parece que Cirilo y el
hermano Metodio, rodeados por un grupo de discípulos, estaban
trabajando en el proyecto de recoger los dogmas cristianos en libros
escritos en eslavo. Entonces se constató con claridad la necesidad
de contar con nuevos signos gráficos, que fueran más adecuados
a la lengua hablada: nació así el alfabeto glagolítico
que, posteriormente modificado, fue designado con el nombre de "cirílico"
en honor de su inspirador. Fue un hecho decisivo para el desarrollo
de la civilización eslava en general. Cirilo y Metodio estaban
convencidos de que los diferentes pueblos no podían considerar
que habían recibido plenamente la Revelación hasta que
no la hubieran escuchado en su propio idioma y leído en los caracteres
propios de su alfabeto.
A Metodio le corresponde
el mérito de permitir que la obra emprendida por su hermano no
quedara bruscamente interrumpida. Mientras Cirilo, el "filósofo",
tendía a la contemplación, él se orientaba más
bien a la vida activa. De este modo, pudo sentar los cimientos de la
sucesiva afirmación de lo que podríamos llamar la "idea
cirilo-metodiana", que acompañó en los diferentes
períodos históricos a los pueblos eslavos, favoreciendo
el desarrollo cultural, nacional y religioso. Lo reconoció ya
el Papa Pío XI con la carta apostólica Quod Sanctum Cyrillum,
en la que calificaba a los dos hermanos "hijos de Oriente, bizantinos
de patria, griegos de origen, romanos por su misión, eslavos
por los frutos apostólicos" (AAS 19 [1927] 93-96). El papel
histórico que ellos desempeñaron fue después oficialmente
proclamado por el Papa Juan Pablo II quien, con la carta apostólica
Egregiae virtutis viri, les declaró copatronos de Europa junto
a san Benito (AAS 73 [1981] 258-262).
En efecto, Cirilo
y Metodio constituyen un ejemplo clásico de lo que hoy se indica
con el término "enculturación": cada pueblo
debe hacer que penetre en la propia cultura el mensaje revelado y expresar
la verdad salvífica con su propio lenguaje. Esto supone un trabajo
de "traducción" muy empeñativo, pues exige encontrar
términos adecuados para volver a proponer, sin traicionarla,
la riqueza de la Palabra revelada. Los dos santos hermanos han dejado
en este sentido un testimonio particularmente significativo que la Iglesia
sigue mirando hoy para inspirarse y orientarse.
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