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           Los 
              sucesos de los siglos XIV y XV en cuanto origen de los hechos del 
              siglo XVIExilio 
          de Aviñón, cisma occidental, conciliarismo y situación del clero
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      | Época 
          de transición de progreso y de crisis, y de confusión 
          entre los ámbitos temporal y espiritual | Los enfrentamientos del siglo XIII entre papas 
        y emperadores alemanes fueron uno de los factores que quebraron el sistema 
        de la Cristiandad medieval. La crisis del imperio coincidió con 
        el auge de los nuevos estados nacionales, con los que tuvo que contar 
        el papado. Pero no se inició entonces una simple crisis política, 
        sino un verdadero cambio de orientación que preludiaba una nueva 
        edad. Los cambios aparecieron en muchos terrenos. En el ámbito 
        geográfico se expandieron los límites del mundo medieval 
        con los nuevos descubrimientos y viajes que culminaron con la llegada 
        a América. En el ámbito político se inició 
        un proceso particularista y centralista que imitaron todos los estados, 
        incluido el papal. Pero este centralisrno coincidió con no pocos 
        ataques a la forma misma de entender el papado y las relaciones entre 
        el poder temporal y el espiritual. En el terreno cultural los comienzos 
        del renacimiento se dan en un ambiente de aprecio por la ciencia entendida 
        en sentido modemo y con la popularización del saber, sobre todo 
        a partir de la difusión de la imprenta. Pero quizá lo más 
        significativo de todo el período sea el afán de reforma 
        dentro de la Iglesia, tanto en la cabeza como en los miembros. Aunque 
        los Concilios de estos siglos hicieron planes reformadores y algunos grupos 
        dentro de las órdenes religiosas empezaron a ponerlos en práctica, 
        se llega al siglo XVI sin apenas avance. | 
     
      
        |   El 
            traslado del papado a Aviñón complica aún más 
            el estado de las cosas | El 
        símbolo del deseo de reforma y de la dificultad de aplicarla que 
        se dio a fines de la Edad Media puede ser el ermitaño Pedro Morone, 
        elegido papa con el nombre de Celestino V, quien, a los cinco meses, consciente 
        de su incapacidad para gobernar la Iglesia, renunció. Le sucedió 
        Bonifacio VIII (1294-1303), tan convencido de la supremacía del 
        poder espiritual sobre el temporal, que intentó llevarla a la práctica 
        sin apreciar que era ya una teoría anacrónica. En la Bula 
        Unam Sanctam (1302) no sólo consolidó la teocracia pontificia, 
        sino que intentó imponérsela a Felipe el Hermoso de Francia, 
        quizá el monarca más secular de la época. El enfrentamiento 
        terminó con la prisión y afrenta del papa en Agnani a manos 
        de Guillermo de Nogaret, consejero de Felipe el Hermoso. Un mes más 
        tarde moria Bonifacio VIII y al poco después su sucesor, Benedicto 
        XI que había iniciado un eficaz proceso de conciliación. 
        El cónclave resultó tan dividido que duró once meses 
        sin resultados y terminó por elegir al arzobispo de Burdeos, Clemente 
        V (1305-1314), que tras un período errabundo se instaló 
        en Aviñón (1309). Se inició así la llamada 
        "cautividad de Babilonia", en la que el pontificado tuvo una 
        clara impronta francesa: lo fueron los siete papas que allí se 
        sucedieron y el noventa por ciento de los cardenales. Los Estados de la 
        Iglesia italianos quedaron en la anarquia, lo que hizo que la corte aviñonense 
        organizase un sistema fiscal tan eficaz como impopular, que dañó 
        el prestigio papal. | 
     
      
        | Papas 
            totalmente sometidos al poder civil en oposición a los "excesos" 
            de la Santa Sede | Precisamente 
        en el extremo opuesto a las corrientes centralistas y fiscales imperantes 
        en Aviñón, se situó el grupo de doctrinarios antipapales, 
        procedentes de los "espirituales" refugiados en la corte de 
        Luis de Baviera. Entre ellos destacan el superior de los franciscanos 
        Miguel de Cesena, Guillermo de Ockam y, sobre todo, Marsilio de Padua, 
        autor de Defensor Pacis, una obra que rompía abiertamente 
        con la tradición cristiana. Para Marsilio el papa no gozaba de 
        especial potestad y tenía sólo carácter sacerdotal; 
        la jerarquía era de institución humana; la Iglesia carecía 
        de poder de jurisdicción y los clérigos lo recibian de los 
        principes; la Iglesia estaba, en suma, sometida al Estado. Sin llegar 
        a esos extremos, lo cierto era que el poder eclesiástico dependía 
        cada vez más del civil en las nuevas naciones. Ya entonces en algunas 
        adquirió los caracteres que se mantuvieron durante toda la edad 
        moderna. En Inglaterra, a partir de 1351, se perfiló una iglesia 
        anglicana, bien sumisa al rey y enfrentada con el papa por motivos fiscales 
        y políticos. En Francia la estructuración de una iglesia 
        galicana culminó con la "pragmática sanción" 
        de Bourges (1438), en la que el clero francés adoptó con 
        ligeras variantes los planteamientos conciliaristas para defenderse de 
        los "excesos" de la Santa Sede. | 
     
      
        | Dos 
            Papas a la vez | El regreso 
        de los papas a Italia, instado por muchas voces, se hizo posible tras 
        la pacificación de los Estados pontificios. Gregorio XI (1370-1378) 
        se trasladó a Roma en 1377, pero no se inició la normalización 
        esperada, sino que, a su muerte se inicia un período aún 
        más confuso que el de Aviñón. El cónclave 
        se realizó en medio de las presiones del pueblo de Roma que rechazaba 
        la posibilidad de un nuevo papa francés. Con cierta rapidez se 
        eligió al italiano Urbano VI (1378-1389), acatado como Papa por 
        los cardenales en los primeros meses hasta que se separaron de él, 
        declararon inválida la elección por haber votado sin libertad 
        y eligieron como nuevo papa a Clemente VII (1378-1394) que se instaló 
        en Aviñón. Ambos papas se excomulgaron y se inicio el cisma 
        de Occidente, que en realidad sólo manifestaba la dificultad de 
        saber quién era el papa legítimo. | 
     
      | Tres 
        Papas | Tras 
        treinta años de perplejidad y de intentos de solución por 
        medio de cesiones o de compromisos, un grupo de cardenales de Roma y Aviñón 
        decidieron aplicar la última vía y celebrar un concilio 
        para resolver el cisma. El Concilio de Pisa (1409) depuso a los dos papas 
        reinantes y nombró a Alejandro V. El resultado fue contar desde 
        ese momento con tres papas, ya que los otros no aceptaron la solución 
        de Pisa. | 
     
      | Disparidad 
        de criterios acerca de la potestad del Pontífice | Se abrió paso la necesidad de convocar un verdadero 
        concilio universal para salir de una situación limite. La solución 
        conciliar contó con el apoyo decidido del emperador Segismundo 
        que logró que Juan XXIII, el papa pisano sucesor de Alejandro V, 
        convocase el concilio ecuménico de Constanza (1414-18). El concilio 
        dio un paso trascendental cuando Juan XXIII, invitado a abdicar, rehusó 
        hacerlo y huyó con idea de anular el Sínodo. Los congregados 
        en Constanza promulgaron el decreto Sacrosancta (1415) en el que 
        proclamaron que el Concilio era la instancia superior de la Iglesia, con 
        autoridad recibida de Cristo, a la que estaban sometidos todos los poderes 
        incluso el Papa. Así se aceptaba la doctrina conciliarista y se 
        alteraba la constitución de la Iglesia. El decreto sólo 
        puede valorarse dentro del contexto histórico de crisis y tras 
        cuarenta años de cisma. Es cierto que la teoría conciliarista 
        fue defendida por los doctrinarios antipapales como Ockam o Marsilio de 
        Padua, pero la idea de que la Iglesia está formada por Cabeza y 
        miembros, con derechos y deberes era algo extendido desde mucho antes. 
        Juan de París (+1306) sostenía que el papa no es el poseedor 
        único de la potestad en la Iglesia, sino que se extiende también 
        a los miembros, que le transmiten sus derechos al papa elegido por los 
        cardenales. El sustrato de esta teoría se remonta aún más 
        atrás, a los canonistas del siglo XII, para los que el papa podía 
        personalmente errar, aunque la Iglesia no. Y el error papal, obviamente, 
        sólo poda declararlo un concilio. Además, los argumentos 
        conciliaristas hallaban respaldo en numerosos textos recogidos en las 
        colecciones del Copus Iuris Canonci. De hecho, los decretalistas 
        hicieron numerosos ejercicios teóricos sobre hipótesis conciliaristas. 
        Y los reyes y emperadores, en sus disputas con el papa utilizaron con 
        frecuencia la amenaza del concilio. La novedad de Constanza fue que no 
        se trataba ni de una hipótesis ni de un enfrentamiento político, 
        sino de un problema acuciante. De ahí la extraordinaria acogida 
        de la solución conciliarista, que se desarolló después 
        con el Decreto Frequens (1417) que establecía reuniones 
        periódicas y automáticas de concilio ecuménicos. 
        Una vez establecida la estructura conciliarista de la Iglesia, el Concilio 
        eligió a Martín V (1417-31), con el que terminó el 
        cisma al ser reconocido como papa por toda la cristiandad. | 
     
      | Un 
        nuevo antipapa | El Concilio 
        de Constanza había conseguido acabar con el Cisma, pero los decretos 
        conciliaristas despertaron recelos y no fueron confirmados por el nuevo 
        Papa. El inevitable enfrentamiento se produjo durante el pontificado de 
        Eugenio IV (1431-47) en el Concilio de Basilea (1431-32). Este Concilio, 
        iniciado regularmente, pero continuado en circunstancias anómalas, 
        se fue radicalizando hasta ser una asamblea de clérigos que terminaron 
        rompiendo con el papa, deponiéndolo y eligiendo un antipapa. Eugenio 
        IV condenó tanto a los reunidos en Basilea como a la doctrina conciliarista. 
        El grupo cismático se desintegró sólo y la teoría 
        conciliarista cedió frente al primado romano. | 
     
      | De 
        modo particular los altos cargos del clero estaban corruptos |      Pero 
          el temor al conciliarismo llevó a aplazar indefinidamente uno 
          de los puntos programáticos de todo concilio de la época: 
          la reforma de la Iglesia. La realidad sin embargo la exigía. 
          Muchos eclesiásticos de finales de la Edad Media carecían 
          en gran medida de espíritu religioso y de afán pastoral. 
          En Alemania y en Francia, las abadias y obispados estaban en manos de 
          nobles, atraídos por las riquezas y el poder temporal de esos 
          cargos. La acumulación de cargos contribuía a aumentar 
          el mal de las carencias pastorales. Algunos obispos habian descuidado 
          tanto sus obligaciones que era noticia saber que habían celebrado 
          misa. También en el clero bajo se daban serios problemas, si 
          bien hay menos datos y las afirmaciones de los reformadores suelen ser 
          siempre excesivas. La realidad es que había demasiados clérigos 
          y muchos vivían miserablemente, eran poco ilustrados excepto 
          la minoria que accedía a las universidades, 
          y el concubinato no era raro. Las órdenes religiosas estaban 
          en una situación similar, en parte por la entrada indiscriminada 
          de nobles y burgueses sin consideración vocacional alguna, lo 
          que llevaba a que en muchas apenas se observase la clausura y la pobreza. 
          Es significativo que al producirse la revuelta luterana muchos religiosos 
          descontentos aprovechasen la ocasión para abandonar sus conventos 
          y desprenderse de hábitos y votos.  A.P. |